No era una promesa, sino más bien un deseo, un anhelo, un objetivo, pero apenas ha tardado tres partidos en confirmarse con rotundidad. Una de las primeras cosas que comunicó Eduardo Coudet en su rueda de prensa de presentación como nuevo entrenador del Celta es que quería construir y ver sobre el campo, por encima de todo lo demás, a un equipo con el que el hincha pudiera sentirse identificado. Dicho y hecho. La transformación de los vigueses ha sido radical.
A través del 4-1-3-2 que ha sido su sistema representativo a lo largo de toda su carrera en los banquillos, Coudet ha erigido en tiempo récord un equipo propositivo y vertiginoso, en el que la intensidad resulta vital para enfatizar la vocación vertical que vertebra de arriba abajo toda su idea de juego. El Celta ha aumentado enormemente sus ritmos ofensivos y es ahora un equipo que transmite una sensación de peligro constante en cuanto cruza la medular. Y lo es desde su propia concepción táctica, en la que los interiores son volantes reconvertidos desde los extremos y en la que Renato Tapia es el único encargado de sujetar defensivamente la medular.
Precisamente, el peruano se ha convertido en el segundo futbolista más importante tras Iago Aspas para la revolución estructural de Coudet. La principal arma para generar ocasiones del Celta nace a través de una presión alta bien organizada y cuenta con el “pulpo” Renato y su fantástica lectura para asaltar los malos controles o las recepciones mal perfiladas de los rivales para cortar las salidas por dentro del equipo adversario. Un futbolista que, además, es fortísimo en los duelos individuales y un corrector fantástico, por lo que muchos de los ataques rápidos y verticales, que son la verdadera esencia del juego de Coudet, nacen desde sus sobresalientes aptitudes sin balón y su buena distribución en las aperturas hacia los costados tras robo, que le permiten al Celta desplegarse fácil por los costados, a pesar de no ser un organizador al uso.
A partir de sus recuperaciones y reinicios, el Celta es un equipo que se despliega muy bien, que imprime una gran velocidad a su circuito asociativo una vez ha interiorizado rápidamente la necesidad de jugar a uno o dos toques desde que cruza la divisoria para dificultar la llegada a la marca de sus rivales. Aunque sus virtudes destacan más transitando, el juego celtista también puede acumular pases dentro para lanzar a los laterales hacia el tercio final, los verdaderos encargados de otorgar la amplitud y la profundidad en ataques un poco más pausados, y a continuación rellenar el área con muchos efectivos, buscando la superioridad numérica en las zonas de remate tras haber estrechado previamente la zaga con esas combinaciones interiores.
No hay prácticamente pases horizontales en este Celta, salvo los que puedan dar los laterales cuando el balón llega al costado del área o alcanzan línea de fondo. Unos envíos al punto de penalti, entre portero y centrales, al pico del área o incluso desde dentro de ella si el volante fija y es el lateral al que se lanza por el carril intermedio, que son los que generan ocasiones de mayor probabilidad de gol a nivel estadístico, por lo que el Celta, además de estar ideado por ‘El Chacho’ para generar un gran volumen ofensivo, también lo está para que sus finalizaciones se produzcan dentro del área, donde coloca hasta cuatro o cinco efectivos asiduamente, lo que también provoca que las atenciones se concentren en un sitio y se diluyan en otros. Y justamente ahí, nombres como Aspas o Denis Suárez detectan los huecos de maravilla, sobre todo con el arsenal de movimientos profundos y permanentes con el que ahora cuenta el Celta en ataque.
Cuando la construcción del juego se realiza en cambio desde más atrás o desde los primeros metros, el objetivo principal de la progresión es encontrar a Aspas entre líneas y de cara en el carril central. Coudet dispone normalmente un 2+1 con Tapia cerca de los centrales y Denis acudiendo a la base y proponiendo una línea de pase vertical por delante del peruano para ser el gestor de la traslación del cuero hacia la mitad del rival, bien recogiendo directamente el pase interior o, más frecuentemente, recibiendo de uno de los laterales, no demasiado altos de partida para involucrarse en la gestación y así no exponer demasiado a ese primer triángulo entre centrales y pivote en salida y proponerles opciones para que puedan dar siempre pases de seguridad, siendo los propios laterales los que conectan dentro o buscan construir directamente a través de cadenas exteriores con el volante o las caídas de Aspas o Santi Mina.
En la idea del ‘Chacho’ es clave llegar a los espacios en el momento oportuno, no estar en ellos de antemano, por lo que la fluidez posicional y los intercambios son bastante frecuentes en toda su fase ofensiva. En este sentido, si el lateral suelta el balón cuando participa de la construcción del juego, debe seguir corriendo sin él para generar una nueva línea de pase por delante sin preocuparse de su espalda, generando con su arrastre el espacio para la recepción en el carril intermedio de un compañero y favoreciendo el vuelo vertical de este jugador y en consecuencia de toda la maniobra. El lateral podría entonces atacar el espacio por fuera buscando la devolución en profundidad para después servir al área o, con su desmarque, favorecer un cambio de juego al lado débil y despoblado de la acción, girando por completo a la zaga rival. Y así con todos los futbolistas partícipes en la progresión del juego celtista hacia zonas de remate.
Este tipo de movimientos, de despliegue ofensivo en bloque, no hacen otra cosa que favorecer las recepciones de Iago Aspas donde más daño hace y le permiten un cierto margen de maniobra a su alrededor, ya que muchos marcajes se alejan de su zona ante tanto movimiento en vertical hacia el área sin balón. Si a ello le sumamos a Mina amenazando al espacio y hundiendo a los centrales, a Nolito y a Brais Méndez situados en los carriles intermedios, a los laterales ganando altura progresivamente, manteniendo la amplitud o yendo por dentro para proponer un 2vs1 continuo contra el lateral del rival en el último tercio, obtenemos la construcción tipo del juego de Coudet cuando le toca ejecutarlo desde más atrás. Todo ello para que Aspas reciba dentro con múltiples opciones para elegir: dividir, filtrar hacia el área o descargar y cargarla él mismo. Lanzador y playmaker, incluso por delante de finalizador. El epicentro absoluto del sistema.
Esta verticalidad tan interiorizada se apoya normalmente en el concepto del tercer hombre, en la descarga rápida de cara para avanzar con mayor velocidad y, por lo tanto, con mayor peligro y permite contar con todas las opciones de pase disponibles por delante de la línea balón y en plena carrera hacia las zonas de remate más jugosas. De este modo, el Celta no necesita necesariamente vivir en la mitad rival para dañar y generar peligro. Tocar ágil y ofrecer por delante del balón nuevas líneas de pase agresivas es fundamental para el estilo de Coudet y para que Aspas pueda recibir en tres cuartos y hacer que desde ahí nazca el torrente ofensivo del Celta. Los números del genio de Moaña en las tres últimas jornadas hablan por sí mismos: dos goles, una asistencia, 12 pases clave y solo cuatro disparos en total en esos tres partidos.
Por otro lado, Coudet también tiene un lado mucho más pragmático. Al fin y al cabo, se trata de ser competitivo y de ganar partidos. El técnico argentino se ha caracterizado siempre por imprimir un ritmo de juego muy alto desde el inicio de los encuentros, pero también por ceder la iniciativa cuando tiene la ventaja en el marcador, reduciendo la intensidad de su presión alta y tras pérdida, bajando el bloque defensivo y cerrando en 4-4-2 o incluso con tres centrales, como ya hizo en el tramo final en la victoria en San Mamés. De hecho, sus equipos suelen dominar la posesión cuando no van ganando y ceden el balón y metros cuando sí, enfatizando una vertiente más contragolpeadora que casa perfectamente con su pasión por la verticalidad.
Las dudas, más allá de las dificultades de Rubén Blanco para jugar en largo con precisión y activar a los alejados tras haber atraído la presión, se sitúan sobre todo en la transición defensiva. Ni qué decir tiene si Tapia sufre el más mínimo resfriado. La debilidad del Celta de Coudet está en las recepciones a la espalda de su efusiva primera presión, sumadas a su permanente tendencia a defender hacia adelante, algo que ante equipos técnicos que elaboren su salida en corto hará que los vigueses tiendan demasiado a partirse. Si no la recuperan rápido o bastante arriba, el rival gozará de muchos espacios para correr y Tapia se quedará solo ante el peligro, debiendo elegir a qué marca acudir y dejando en clara inferioridad y reculando a los centrales, mientras los laterales tendrían que realizar un retorno demasiado prolongado como para llegar a la ayuda.
Coudet sabe perfectamente que expone tremendamente a su sistema defensivo, pero le da igual. Su plan de juego convive de forma cotidiana con la asunción de los riesgos y prefiere vivir en el alambre atrás si eso le va a permitir no negociar un ápice su vocación vertical y su afán de protagonismo arriba, erigido por este tipo de progresiones rápidas y técnicas, combinaciones, descargas o ataques por oleadas. Su Celta es ya un equipo vehemente y cargado de personalidad como él, solidario, dinámico, dominante de un modo muy fresco y particular, ambicioso, que vive de generarse su propia adrenalina y de saber canalizarla. Y si a una propuesta así se une un talento gigantesco como Aspas y el resto de las piezas responden al nuevo reto, el caldo de cultivo es perfecto, incluso aunque haya perfiles que no sean los ideales.
‘El Chacho’ Coudet le ha dado por fin al Celta la identidad que venía pidiendo a gritos desde la salida de Balaídos de su tocayo Eduardo Berizzo hace más de tres años. Allí seguía desde entonces Iago, esperando a que un entrenador acertase nuevamente a rodear del mejor contexto posible a su fútbol, plagado de alma celeste y de su calidad diferencial habitual, para sacar entre ambos al club del abismo, algo que han conseguido en tan solo tres jornadas de Liga y, por qué no, hacerlo volver a soñar tanto tiempo después con alcanzar las cotas competitivas, muy diferentes a las de las últimas dos temporadas, que tanto el talento ofensivo de la plantilla como, por supuesto, el sobresaliente nivel de juego de su gran capitán merecen.
Imagen de cabecera: Octavio Passos/Getty Images
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