El balompié es el deporte Rey por varios motivos. En primer lugar, porque nos conecta con nuestra infancia de manera directa y natural. El primer impulso de un niño cuando ve una pelota es patearla, siguiendo un instinto irrefrenable. Además, el fútbol es un deporte democrático. No importa si apenas levantas dos palmos del suelo o si mides dos metros. No influye si estás forrado de billetes o si naciste en un barrio del extrarradio de cualquier gran urbe. Cuando el balón echa a rodar, todos nos igualamos. Cualquier rincón es válido para jugar un partido improvisado que nos haga soñar con grandes estadios.
Todos y cada uno de nosotros, en alguna ocasión, hemos sentido que el mundo nos estaba observando con escepticismo. Mucha gente nos ha mirado por encima del hombro, con altivez, insinuando que no estábamos preparados para nuestra labor.
El fútbol, esa pequeña muestra de la esencia de la vida, a veces lanza mensajes muy poderosos. Lucas Vázquez es un futbolista gallego que, después de quemar etapas en La Fábrica, pasó a formar parte de la primera plantilla del Real Madrid. Rodeado de estrellas mundiales y súper clases, su figura siempre ha estado en entredicho. ‘No tiene nivel’, ‘no da la talla’, ‘está ahí porque cae bien al entrenador’ son muchas de las frases que se suelen usar para hablar de Lucas. Incluso se le dedican memes a diario, como ese en el que todos los jugadores aparecen calentando en pequeño y él se erige como un tótem por encima de todos cargando con Modric al hombro. Pocos recuerdan buenas actuaciones en Copa de Europa, como aquel gran partido que se marcó en el Parque de los Príncipes en primavera de 2018. O la predisposición que tiene para actuar en distintas situaciones del campo cuando el equipo le reclama. El pasado sábado se le vino el más difícil todavía. En pleno clásico, se gripó el motor de Nacho y, ante las ausencias de Odriozola y Carvajal y las dudas de Militao, Zidane decidió dar entrada a Lucas en el lateral derecho. Muchos madridistas se echaron las manos a la cabeza, presagiando un drama merengue por ese carril. Nada más lejos de la realidad. El gallego acabó de secar a Coutinho primero y maniató a Dembélé después. El futbolista más discutido del Madrid saliendo airoso del duelo con los dos fichajes más caros en la historia del eterno rival. No contento con eso, Lucas se inventó una jugada por la derecha para servir un balón al área que Ramos no pudo certificar en gol. Todos hemos sido Lucas alguna vez. Hemos sentido el peso de esa presión sobre nuestras espaldas. Me gusta pensar que todas esas personas que viven bajo la eterna sospecha de su presunta incompetencia, de vez en cuando se den el gustazo de demostrar que también valen. Que toquen el éxito de vez en cuando. Ojalá todos los Lucas Vázquez que hay en el mundo tengan de vez en cuando su tarde de gloria en el Camp Nou.
Imagen de cabecera: CRISTINA QUICLER/AFP via Getty Images
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