Vivimos en un tiempo en el que todos deseamos tener cualquier elemento bajo control. La búsqueda de la causa y el efecto, con la lógica como gran anhelo de la rutina. Que el negro tenga una razón, así como el blanco debe poseer un origen con clara explicación. En definitiva, el ser humano desea controlar los acontecimientos que suceden en su vida. En todos los ámbitos. Y ello, evidentemente, incluye al deporte.
El fútbol no podía ser excepción y las muestras de ello son extensas y variadas. Especialmente en la élite, aquellos que más invierten, los más poderosos, suelen estar destinados al éxito. Si ponemos el foco en el panorama nacional, Real Madrid o Barcelona dominan cada temporada la competición doméstica. Si no es uno, es el otro. Alternancia de poderes como dominadores absolutos del tren competitivo. Todo cae por su propio peso, la previsibilidad es un factor realmente elevado en tales contextos y, así, podríamos viajar por las grandes ligas y descubrir una realidad semejante.
Sin embargo, alejado de los grandes focos, lejos de la mirada de la multitud, encontramos un hábitat en el que reina lo imprevisible. La Liga Smartbank, como ahora es denominada, se aleja de lo cotidiano, de lo planeado. La denominación es lo de menos, ya que la categoría de plata es capaz de mostrar situaciones y emociones que no se disfrutan en las altas esferas. El Girona no ascenderá a pesar de ser el más poderoso económicamente, por recibir ayudas por el descenso o por poder ofrecer los sueldos más altos. Ni tan siquiera lo hará contando en sus filas con Stuani, un delantero contrastado cuya categoría competitiva está en un escalón superior.
Tampoco el Rayo Vallecano de Paco Jémez tenía garantizado el éxito, obviamente. Y no solo eso, sino que ni tan siquiera su espectacular plantilla sirvió para permitirle luchar por el ascenso en la vía del playoff. No, aquí el dinero no lo es todo, ni tan siquiera la calidad o la profundidad de las plantillas. Existen multitud de factores diferenciales en una competición que castiga la anarquía y premia la unidad, el esfuerzo. La lección económica ya la debería haber aprendido un Almería que, al cobijo de la riqueza árabe, tampoco logró ascender.
Que se preparen los recién ascendidos
Por ello, no es mal momento para recordar a los recién llegados desde las alturas una lección valiosa. No será un paseo por las nubes ni un camino plácido el que espera a Leganés, Mallorca o Espanyol. Tampoco lo será para el nuevo poderoso almeriense. Otros clubes de relevancia histórica ya son conscientes de la dificultad que entraña competir en plata. Volverán a intentarlo una vez más. Y aquellos que llegan desde el bronce pronto comprobarán que necesitan armarse muy bien, cohesionar fuerzas y formar un bloque robusto para evitar encauzar el camino de vuelta.
Está a la vuelta de la esquina, ya regresa la mayor de las emociones. La Liga SmartBank también arranca, aunque su ruido no sea ensordecedor. Es el retorno del reino de lo inesperado.
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