El Real Madrid está firmando una de las peores temporadas en sus más de 100 años de historia. Sin aspiraciones de levantar ningún trofeo en los últimos meses, a los jugadores blancos sólo les queda tirar de orgullo y demostrar a Zidane que son válidos para seguir en el equipo el próximo curso.
La derrota en Mestalla no ayudó a muchos de ellos en ese propósito. El técnico francés acabó desesperado y no es para menos. Considerados no hace mucho los mejores del mundo en su posición, figuras como Marcelo, Kroos, Casemiro o Bale siguen dejando una versión de sí mismos muy lejana a su nivel real. Otros como Varane, Asensio, Lucas, Odriozola o Modric lo intentan con más o menos éxito, pero de uno u otro modo les contagia la desidia. El único que va por libre en toda la plantilla es Karim Benzema.
Como un oasis en el desierto. Solo el delantero galo ha cambiado el chip para mejor respecto al pasado año. A Benzema le salvó su doblete ante el Bayern en semifinales de Champions y el tanto que abrió el marcador en la final de Kiev. Es probable que fuese su peor temporada en el Real Madrid (y van diez años). Más criticado que nunca por falta de gol y cierta desconexión en muchos partidos, Karim llegó incluso a no jugar un solo minuto ante la Juventus en cuartos o jugar 23’ en Múnich, con Lucas Vázquez e Isco por delante. En Liga se despidió con una racha de ocho partidos sin marcar y en Copa disputó el único partido que perdió el Madrid en el torneo (1-2 ante el Leganés), el que supuso la eliminación.
Estaba por ver su rol tras la marcha de Cristiano. ¿Acusaría su marcha o le reforzaría? Ha resultado lo segundo. Benzema se mueve ahora con más libertad en el frente de ataque y todos sus compañeros le buscan no solo porque está inspirado, sino porque es el mejor socio posible. Ha repartido 10 asistencias esta campaña, pero ha dado el penúltimo pase en incontables ocasiones. A ello ha sumado el acierto goleador que le faltaba antaño: acumula 24 goles, el doble que en la 17-18 y todavía faltan ocho partidos. Solo tres de ellos fueron desde el punto de penalti.
Ha cambiado los pitos por aplausos no solo porque está rindiendo a un nivel soberbio, sino porque ha asumido el liderazgo en ataque de una forma que pocos imaginaban. A su lado, Bale se ha empequeñecido hasta límites insospechados. Atrás ha quedado la fama de rebelde, que se metía en mil líos extradeportivos que hoy todavía le acompañan. A sus 31 años es un referente en la plantilla, alguien que da consejos a los nuevos (Vinicius reconoció que le ha ayudado mucho desde su llegada) y que ejerce su capitanía (el tercero por detrás de Ramos y Marcelo) de forma ejemplar.
No han sido años fáciles para Benzema, que tuvo que ver por televisión cómo la mejor generación del fútbol francés ganaba un Mundial histórico, algo a lo que quizá ya nunca podrá aspirar. No fue ese un buen verano, pues la prensa le veía fuera pese a los goles en Champions, su gran valedor (Zidane) anunció su adiós y su mejor socio arriba (Cristiano) hizo las maletas rumbo a Turín.
Pronto le trajeron competencia, un Mariano que precisamente destacó por su eficacia goleadora en el mismo equipo (el Lyon) donde Karim hizo despegar su carrera. Nada le hundió, y trabajó duro en pretemporada para ser importante desde el principio. Su preparación fue perfecta y antes de empezar la Liga ya era el mejor del grupo. Indiscutible para Lopetegui, Solari y Zidane, ni siquiera una fractura en el meñique le ha apartado de los terrenos de juego. Pudo operarse en enero, pero desde entonces juega con una férula que no le ha impedido brillar al máximo nivel.
La transformación de Benzema ha calado hondo en el madridismo. Su compromiso en uno de los peores momentos del club ha hecho olvidar las críticas y acallar a aquellos (me incluyo) que querían cambiarle por Lewandowski, Kane o Icardi. “Me quiero retirar en el Real Madrid, es el mejor club del mundo”, dijo en 2017, cuando renovó su contrato por última vez. Hoy ese deseo está más cerca que ayer.
You must be logged in to post a comment Login