El fútbol, como cualquier aspecto de la vida, necesita de la
belleza para poder atraer a los aficionados. Cuando la gente asiste a una boda,
se viste con sus mejores trajes. Cuando tiene una entrevista de trabajo, se
pone sus mejores atuendos. La belleza en el balompié reside en ver como 22
jugadores circulan con una pelota e intentan marcar gol. Los equipos eligen el
mejor estilo de juego posible para conseguir ese objetivo.
Este deporte nunca se había fijado en la forma de vestir de
los entrenadores. Los futbolistas llevan la zamarra con el escudo y los colores
del equipo que defienden y los técnicos van con la ropa que se relaciona con el
deporte, el chándal. Como si en cualquier momento se lo quitaran y saltaran al
campo a jugar. Una forma de empatía con los jugadores. Entrenar con el chándal
puesto era parte de la belleza del balompié, transmitía autenticidad.
“Un entrenador de fútbol debe ir en chándal a los partidos”
manifestó Luis Aragonés en una de sus míticas frases que quedarán para la
posteridad. Cuando pensamos en él, siempre nos viene a la cabeza una imagen
vestido con su inseparable chándal. Sin embargo, el aumento de cámaras,
flashes, tertulias de cualquier detalle en los medios de comunicación y, sobre
todo, el valor de la imagen han transformado el fútbol. Los entrenadores de
alto nivel ya no son solo técnicos, también son modelos. Hay que vestir
elegante. Hay que llevar traje en la zona mixta.
Ya no queda bien entrenar en chándal. Parece vulgar, poco
cuidado. Pep Guardiola, Diego Pablo Simeone, José Mourinho, entre otros muchos entrenadores
cada fin de semana se visten como si el área técnica fuera una pasarela. La
belleza de un entrenador ya no es solo hacer competir al máximo su conjunto,
sino también cumplir con unos cánones estéticos. El pantalón conjuntado con la
americana, la camisa con la corbata, el chaleco y los zapatos, el abrigo y la
bufanda, etc.
Se ha perdido la costumbre de levantarte el domingo e ir al
partido a entrenar a tus futbolistas en chándal. No obstante, en la élite
futbolística hay entrenadores que se resisten a este cambio. Técnicos como, por
ejemplo, Jürgen Klopp, Maurizio Sarri y José Luis Mendilibar siguen apostando
mayoritariamente por él. No quieren ser uno de los focos de atención, no desean
ser modelos. Son entrenadores y visten en chándal como se había hecho antaño.
Es una manera de mantener su esencia ligada con el fútbol,
cuando el balompié era un deporte y no un negocio que ha transformado las áreas
técnicas en pasarelas. Son técnicos que se refugian de lo que rodea al fútbol y,
con una apariencia de normalidad, mundanos, se focalizan en lo que realmente
importa, en la belleza máxima de su trabajo, conseguir hacer gol en la portería
contraria. Ojalá que estos tipos de entrenadores no desaparezcan.
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