Cuenta la leyenda que el pasado
11 de julio de 2010 cerca de 50 millones de españoles dejaron atrás sus
diferencias y juntaron fuerzas por una causa. La batalla fue larga, exhausta,
pero valió la pena. Vaya si lo hizo. Una fecha (11/07/2010), un minuto (116),
un nombre (Andrés Iniesta) y la gloria. España estaba en la cima del mundo. Por
primera vez, todos remábamos en la misma dirección.
Ocho años después, la selección
afronta de nuevo uno de los retos más bonitos del mundo, con el objetivo de
olvidar el fracaso de 2014. Para ello se trajo a Lopetegui, quien lideró el
relevo generacional y dotó al equipo de más recursos. El trabajo funcionó y
España se plantó en Rusia sin conocer la derrota bajo las órdenes del ex técnico
del Porto. La rivalidad es fuerte, pero La Roja era una de las claras
favoritas. Lo acontecido en las últimas 48 horas lo ha podido cambiar todo.
No es el qué, es el cómo. Es
lógico decirle sí al Real Madrid, al campeón de cuatro de las últimas cinco
Champions, a un plantel como ningún otro en el mundo. Si el Madrid le quería y
a Julen Lopetegui le apetecía, ¿por qué no? Esto todos lo entendemos y hasta lo
compartimos. Ahora bien, las formas no han sido las correctas. Según Rubiales,
se comunicó la decisión a la Federación cinco minutos antes de hacerlo oficial.
En otras palabras, en vez de ir de la mano se trabajó a la espalda. ¿Qué
necesidad había? ¿Acaso la Federación no lo habría entendido y facilitado
llegar a un entente? No era la primera ni será la última vez que esto ocurra,
el fútbol es un negocio que funciona por intereses y seguirá siendo así. Hoy
estás en un sitio, mañana en otro.
A todo esto se le ha de sumar el
anuncio oficial. Respecto a ello, cabe decir que ningún momento habría sido
bueno. Comunicarlo antes, durante o después habría sido criticado igual. Lo que
sí es grave es que, según Rubiales, se pidió al Madrid que no se publicará nada
de momento, pero el club blanco pasó por alto esta petición.
Si tenemos en cuenta todo el
contexto, la decisión lógica y coherente es despedir a Lopetegui. Rubiales fue
valiente, dio un golpe sobre la mesa y demostró que con él va a haber límites a
respetar. Ahora bien, una cosa es lo correcto y otra, bien diferente, lo idóneo
o necesario. Mantenerlo era apagar el fuego; despedirlo, echar más leña al
fuego. Es más, ¿qué costaba tener en cuenta el contexto deportivo? A 48 horas
del torneo más especial del mundo es una temeridad echar al hombre que ha
liderado tu reconstrucción, que te ha liderado en 20 partidos sin derrota y que
te ha colado entre las favoritas. ¿Se ha equivocado? Sí, en las formas, que no
en la decisión. ¿Podía seguir? Absolutamente no. Pero qué costaba mantenerlo el
Mundial. Los jugadores, a fin de cuentas, es lo que querían.
La falta de comunicación ha hecho
que España dé un espectáculo innecesario en la previa del Mundial. Hay quién
dice que esto puede cavar su tumba. Podría ser. Está claro que el contexto no
ayuda. Ahora bien, como diría Lopetegui hace una semana “Esto es un Mundial” y en él todo puede pasar: son siete partidos y
España goza de una de las mejores plantillas del torneo, sino la mejor. En las
botas de los jugadores, que actitud y ganas no le faltarán, está dejar esto en
una anécdota o en uno de los episodios más negros y bestias de la historia
futbolística del país.
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