Con el final de temporada a la vuelta de la esquina y escondida entre
debates menores como la importancia de la racha de imbatibilidad en Liga que
quedó aniquilada en Valencia, ha aparecido una de las noticias que más me han alegrado
en este desenlace del curso futbolístico: el entrenador del FC Barcelona,
Ernesto Valverde, confirmó en rueda de prensa su firme intención de que Carles
Aleñá tenga ficha del primer equipo la temporada que viene. A la vez, anunció (de
forma mucho más inesperada) que hay bastantes probabilidades de que también se
cuente con Oriol Busquets, a quien considero una de mis debilidades.
Ha habido mucho debate en torno a los jugadores del filial y sus
posibilidades de subir al primer equipo en los próximos años. La necesidad del
club de justificar el “més que un club” o “la Masia no es toca” ante los
preocupantes comentarios sobre la involución del modelo, junto con la acumulación
de temporadas sin un canterano consolidándose con éxito en el primer equipo, puede
tener relación con esta declaración de intenciones del técnico azulgrana. Sea
cual sea el peso de este factor, me parece bien que se convierta el ascenso de
uno o dos jugadores del filial al primer equipo en una dinámica habitual de
cada temporada.
No estoy pidiendo que, desde ya mismo, parte del once titular o toda la
segunda unidad esté conformada por los jóvenes que provienen del filial. Hablo
de que cada año podamos encontrar la manera de que algunos de ellos entren de
lleno en dinámica de primer equipo. A poder ser, con ficha. Y si no se puede
llegar a esto, hacer el esfuerzo de rodearles a menudo de los mayores (y de los
mejores) para así evaluar su adaptación en entrenamientos, convocatorias y
partidos. Nunca sabremos hasta qué punto es capaz de encajar un jugador si no
le introducimos en un hábitat absolutamente favorable para su desarrollo.
No compro el ya desgastado argumento de que no hay calidad o no están
preparados, porque la historia de Sergio Busquets (que venía de jugar en
Tercera) refuerza la teoría del hábitat que acabo de comentar. No quiero
acogerme al simplismo de “cada año no sale un Xavi o un Iniesta” porque no hace
falta decir los años que pasaron en segundo plano hasta que se convirtieron en
estrellas mundiales gracias a Pep Guardiola. No acepto el argumento de que
ahora mismo algunos de ellos ni destacarían en el primer equipo, porque es
precisamente lo que están haciendo algunos jugadores suplentes con los que nos
hemos gastado bastantes millones. Y si hay que tener algunos jugadores de rendimiento
(solamente) aceptable en el primer equipo, que sean estos chavales de la casa, que
por lo menos llevan integrado en sí mismos un alto margen de mejora.
La poca incidencia que algunos jugadores de la primera plantilla han
mostrado este año les convierte en piezas perfectamente intercambiables por
jugadores de la casa. Con ello no quiero decir que (por ejemplo) André Gomes,
Digne o Paco Alcácer no sirvan para formar parte de la plantilla de un gran
equipo europeo, pero quizás no sirven del todo o están desaprovechados para el
tipo de plantilla que quiere nuestro entrenador. Llegados a este punto, y
viendo que estos tres casos ofrecen un rendimiento en ningún caso notable, ¿no
es mejor dar oportunidades a jóvenes que sabemos que lo darán todo para cumplir
su sueño y que quizás nos permitan llegar a este mismo notable a medio-largo
plazo? Creo que es ahí radica el buscado salto de calidad hacia una plantilla
cada vez más compensada, a la vez que recuperas algo tan importante como la identidad,
el modelo, lo que te hace especial.
Se trata de ser valiente. De tutelar a Cucurella o Miranda para que el
vacío que en unos años habrá en esta posición acabe cayendo en sus manos. De
convencernos que no hay mejor recambio para Busquets que este inteligentísimo
mediocentro del filial con quien comparte apellido. De pulir cada vez más a
este delantero que domina los campeonatos de selecciones inferiores para que en
el futuro podamos decir que nuestro nueve responde al nombre de Abel. De
entender que si ahora están sonando nombres de jóvenes talentos como Matthijs
De Ligt, Frenkie De Jong o Kasper Dolberg es porque en el Ajax (ese sí es más
que un club) creen en ellos, les ponen y esos responden con su talento. De
querer seguir ganando, pero sabiendo que no hay nada que produce más orgullo
que ganar con los nuestros. De no renuncia a fichajes, ya que la inmediatez en
la que está inmerso el fútbol nos obliga a ello, pero teniendo claro que el
tesoro que durante tanto tiempo nos ha diferenciado de los otros gigantes de
Europa se debe seguir puliendo de forma continuada.
Solo así podremos volver a hacer nuestra la frase de “la diferencia con
otras canteras es que nosotros sí les ponemos”, que no hace mucho dijo en rueda
de prensa el mejor entrenador de nuestra historia. Una frase a la que si
recurrimos hoy, no queda más remedio que acabarla en pretérito imperfecto.
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