El inicio de siglo estuvo marcado en clave madridista por el
término ‘galácticos’. Y es que cada verano la expectación se centraba en
descubrir qué estrella del firmamento futbolístico aterrizaba en el Bernabéu.
Florentino Pérez acostumbró a la hinchada madridista a recibir cada año una
nueva figura deslumbrante. Luis Figo abrió el fuego de artificio y le siguieron
jugadores del calibre de Zidane, Ronaldo, Beckham… El desfile no cesaba y
jugadores como Michael Owen o Robinho constituyeron el ocaso de la tendencia
galáctica.
En el extremo opuesto, aquella época terminó por bautizar a
los llamados ‘Pavones’, definiendo con dicho término a los chavales de cantera
que ascendían al primer equipo para compensar el esfuerzo económico que suponía
contratar a los mejores jugadores del planeta, representado por Francisco
Pavón, que dio nombre a aquella generación de futbolistas de cantera que se
establecieron en el primer equipo, como pudo ser el caso de Raúl Bravo, entre
otros. Sin embargo, el recorrido de éstos no terminó de ser lo fructífero que
se esperaba y todos terminaron por salir del club en búsqueda de más minutos.
La política actual, en la segunda etapa de Florentino Pérez
al mando de la nave blanca, dista mucho de aquella. De una estrategia que se
basaba en contar con los mejores jugadores del planeta y fomentar la cantera de
forma abrupta, se ha pasado a una nueva en la que la búsqueda se basa en el
equilibrio y en la compensación de la plantilla para afrontar la acumulación de
encuentros en una temporada con las máximas garantías.
En esta nueva era, el club merengue ha marcado una clara
línea respecto a sus jugadores de cantera de mayor proyección. Se pone la lupa
especialmente en jugadores jóvenes con proyección de diversos clubes y se
apuesta por ellos. El caso de Marco Asensio es el más destacado, aunque no el
único. Además, no se descuida a los futbolistas criados en la fábrica
madridista y aquellos que mayor proyección muestran, gozan de oportunidades en
forma de cesión para demostrar su valía y en su caso regresar a la casa blanca
para formar parte del primer equipo y conformar una plantilla rica y
compensada.
En este último grupo se encuentra el protagonista de estas
líneas, que no es otro que Lucas Vázquez. Extremo habilidoso, vertical y
desequilibrante, Lucas gozó de una temporada realmente excelsa en su cesión al
Espanyol y ello le sirvió para volver al Real Madrid, esta vez para formar
parte del primer equipo. Benítez apostó decididamente por su vuelta y tras la
salida del técnico, el menudo futbolista siempre ha contado para Zidane. Con
él, ha logrado alzar dos Champions League.
Hay estrellas que brillan pero no se ven. Es algo que ha
ocurrido con Lucas Vázquez, cuyo rendimiento deportivo en un club de máxima
exigencia como el merengue destaca muy por encima de sus capacidades ofensivas.
Lucas constituye un soplo de aire fresco para el equipo, amenazando en tareas
ofensivas, en las que destaca por su capacidad para tomar decisiones adecuadas,
pero también ayudando en las defensivas, en las que se desenvuelve a las mil
maravillas, hasta el punto de llegar a ser utilizado de lateral. Lucas se ha
convertido en el máximo asistente del equipo en la actual temporada y llega al
tramo decisivo de la temporada como uno de los jugadores más en forma del
equipo. Hasta el punto de haberse ganado la titularidad a base de méritos,
desplazando a Gareth Bale al banquillo y a la desesperación. Lo ha hecho a
través de los valores que definen al madridismo: coraje, garra, trabajo,
talento y humildad. Y ésta última le lleva a llenar los corazones merengues. Es
la hora de Lucas Vázquez.
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