Una hora antes había
pasado por el Chariots Roma Spa, una sauna gay que solía frecuentar. No
aguantaba más y decidió que era el momento de acabar con todo. La policía halló
una nota en la que podía leerse: «Ojalá
hubiese sido mejor hijo, hermano, tío y amigo. Pero lo hice lo mejor que pude.
Es un mundo realmente difícil. Espero que el Dios que amo sepa acogerme«.
Lo encontraron la mañana del 3 de mayo de 1998 en un garaje abandonado de
Shoreditch, en East London, apenas a un kilómetro de Hackney, el lugar que le
vio nacer. Justin Fashanu, el
jugador negro de un millón de libras, optó por ahorcarse para terminar con su
calvario.
Para
cuando Fashanu pasó a formar parte de las filas del Norwich en 1978, Inglaterra era un caos. La crisis y el descontento
social habían calado muy hondo en la juventud y las calles de la Gran Bretaña
berrearon hasta decir basta el lema de No
Future que llevaban por bandera Johnny
Rotten y los suyos.
La
infancia de Justin no fue nada idílica. Abandonado por su padre junto a su
hermano John, pasó por un orfanato antes de ser adoptado. Su gran envergadura y
su 1’90 de altura le hicieron destacar durante la adolescencia en el boxeo -fue
subcampeón de Inglaterra en peso pesado- antes de convertirse en una de las
grandes promesas británicas del fútbol. Debutó con los canarios un 13 de enero de 1979 contra el West Brom. Para entonces,
el Reino Unido observaba el advenimiento de Margaret Tatcher como Primera Ministra y los Sex Pistols
descubrieron la gran estafa del rock’n’roll
tras una gira por los Estados Unidos antes de que Sid Vicious la palmara por
una sobredosis de heroína. La batalla ganada por el conservadurismo británico
no haría más que perpetuar el pensamiento tradicionalista de la sociedad. Si
Inglaterra no estaba preparada para un God
save the Queen tampoco lo estaba para romper un tabú que hoy en día sigue
siendo un lastre en el mundo del fútbol.
Todo
comenzó con un rumor. Asentado en el Norwich con una buena cifra de goles a sus
espaldas, el Nottingham Forest de Brian
Clough, que venía de ganar dos Copas de Europa, se fijó en Fashanu como
recambio de Trevor Francis, que a la postre se marcharía al Manchester City y
una temporada después a la Sampdoria. Justin llegó a Pavillion Road como el
primer jugador negro por el que se pagaba un millón de libras, la nada
desdeñable cifra de unos 170 millones de pesetas de la época.
Durante
su estancia en el Forest, Fashanu comenzó a frencuentar locales de ambiente
gay, situación que disparó los rumores sobre su homosexualidad y coyuntura para
la que Brian Clough no estaba preparado. El famoso entrenador, ya convertido en
una leyenda de los banquillos y un izquierdista declarado, era incapaz de
comprender que Justin fuese homosexual. En su biografía, Clough desvela una
conversación con el jugador: «Si
quieres comprar el pan, ¿dónde vas?», le pregunté. «Al
panadero». «¿Y si quieres comprar una pierna de cordero?».
«Al carnicero». «Entonces, ¿por qué sigues acudiendo a esos
malditos bares de maricones?«.
Los
rumores se hicieron más fuertes y su carrera fue estancándose progresivamente.
No pasaba un fin de semana sin que Justin tuviese que soportar en la grada a
los aficionados del equipo rival coreando un sonoro maricón. Su bloqueo llevó a que Brian Clough lo apartara del
equipo, aunque primó más su condición sexual que su estancamiento en el césped.
El
Forest decidió ceder al muchacho al Southampton
y en el mercado invernal recaló en el Notts
County por 150.000 libras, una cifra que quedaba muy lejos del millón que
se había pagado por él para sacarlo del Norwich.
En
el Notts, Justin logró 20 goles en 62 partidos pero su homosexualidad seguía
pesando como una losa llevándole incluso a pelear con el capitán del equipo
debido a sus continuas burlas. Tras abandonar el Notts llegó al Brighton, donde una grave lesión de
rodilla en 1985 lo truncó todo.
Justin
se marchó a Estados Unidos y nunca más volvió a brillar como futbolista. La promesa
se había quedado en promesa. De Estados Unidos pasó a Canadá y en 1989 regresó
a Inglaterra, pasando por el Manchester City, el West Ham y el Ipswich Town en
apenas un año. Totalmente hundido como jugador y como persona, decidió salir
del armario en su etapa en el Leyton Orient.
Pensó que callar los
rumores y las especulaciones que habían acabado con su carrera era lo mejor que
podía hacer. El 22 de octubre de 1990, Justin decide conceder una entrevista al
sensacionalista The Sun, que tituló
aquel día: «Futbolista de un millón
de libras: soy gay«. Todo fue a peor.
Un
tema tan tabú en el fútbol como ese conmocionó a la afición británica. Lo que
era un cúmulo de rumores había pasado a convertirse en una realidad. A lo largo
de dos páginas, Fashanu hablaba sin tapujos sobre su doble vida . De relaciones
sexuales con futbolistas de Primera División a una relación con un miembro del
Partido Conservador y juegos de cama en la Cámara de los Comunes. Se había
iniciado en su homosexualidad en 1982 tras haber mantenido una relación
heterosexual con su novia Julie cuando ya tenía clara su condición. Inventaba
excusas en el vestuario para no salir a ligar con chicas junto a sus compañeros
y poder marcharse al Haven de Londres
o el Part Two de Nottingham, dos
clubes donde no lograba pasar desapercibido. Muchos eran los que se acercaban y
le preguntaban si era Justin Fashanu.
El
reconocimiento de su condición agravó su situación y su imagen pública quedó
totalmente destrozada, si es que quedaba algo por destrozar. Fashanu siguió
dando tumbos por el mundo pasando por equipos en los que duraba poco tiempo en
lugares como Suecia, Australia, Escocia o Nueva Zelanda mientras seguía copando
las páginas de la prensa amarilla británica.
En
marzo de 1998 todo estalló definitivamente. Un joven de 17 años le denunció por
agresión sexual. Justin fue citado
para declarar pero no fue detenido. Daba igual. La prensa y la opinión pública
ya lo habían juzgado. Un mes después solo encontró una salida a aquella espiral
de insultos, burlas y juicios públicos debido a sus preferencias sexuales. Fue
en un garaje de Shoreditch, en East London, apenas a un kilómetro de Hackney,
el lugar que le vio nacer.
Historiador. Fútbol y cultura popular. Anglófilo convencido. Cinéfilo militante. Reivindico la necesidad de contar historias más allá del balón.
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