Gerard Piqué es como es y no engaña a nadie. En un mundo tan
hipócrita como es el fútbol la honestidad es algo que se ha perdido con el paso
de los años y muy pocos jugadores todavía lo conservan. Una multitud de
deportistas tienen el tabaco como método anti estrés y pobre del que siquiera
se atreva a protagonizar un anuncio de cigarrillos. La fiesta de la celebración
es intrínseca al ser humano, si lo hacían en el paleolítico cuando lograban una
buena cosecha, qué tiene de malo que un futbolista visite una discoteca tras la
victoria.
Pero si los actos pueden condenar tu carrera deportiva,
también pueden hacerlo las palabras. Es por ello que la inmensa mayoría de los
jugadores rehúsan las redes sociales para algo más que publicar una foto con su
familia o del entrenamiento y duermen con un manual de tópicos en la mesilla
para el día que sea obligado a comparecer en rueda de prensa. Piqué no. A
Gerard le gusta suscitar polémica en las redes, adora la zona mixta y, como es
partidario de la fiesta a la que aludíamos previamente, el micrófono tiene
dueño en las celebraciones de los títulos.
Es una persona muy visceral y pasional. No mide sus palabras
o gestos cuando la adrenalina está a niveles elevados, se desvive por los suyos
y pone el corazón en todo lo que hace. Obviamente eso significa que es
tremendamente querido por sus aficionados y odiado por los vecinos. A favor,
que el día que se presente como candidato a la presidencia del Barça obtendrá
el 99.9% de los votos. Y lo hará bien, porque ama el Barça y nunca le deseará
el mal. En contra, que su exceso de entusiasmo le ha costado alguna que otra
multa y, probablemente, hace unos años, la capitanía.
Porque mandar callar a una persona que insulta y desea la
muerte a tu familia no tiene la maldad que sí tiene el primer acto, y es hasta
normal callar a los maleducados, pero insinuar que un club es de un lugar diferente
al suyo para ofenderlo es un error (lo cual no quiere decir que ese segundo
lugar sea un lugar del que sentirse avergonzado, el error está en la intención).
Porque acordarse de un cantante en una celebración sin faltar a nadie al
respeto puede ser una broma, pero insinuar que se mueven hilos en un palco es
un error.
Piqué es el día y la noche, el cielo y el infierno, el
Doctor Jekyll y Sister Hyde. La sinceridad es un arma de doble filo y en
determinadas ocasiones se ha cortado. Pero todo equipo tiene a su Piqué, a su
Sergio Ramos, a su ‘Cholo’ Simeone, a su Joaquín, a su Mantovani. Y el que no
lo tiene, lo necesita. El fútbol es sentimiento, es amar a tu equipo por encima
del resto, y del dinero, es rivalidad, alegría y llanto. Saber ganar pero saber
perder. Y yo digo sí al sentimiento, a la pasión y a la personalidad. Yo digo
sí a los Piqués y Sergios Ramos siempre que lleven consigo una segunda premisa:
RESPETO. Ahí reside la dificultad.
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