Diego BASADRE – “Nunca segundas partes fueron buenas”. Así venía recogido en el Quijote en una conversación entre Don Quijote, su escudero y un personaje conocido como Sansón Carrasco.
No fue el caso de lo sucedido en la tarde del sábado en el Camp Nou. Empezó el partido como suele ser habitual en un rival que visita el estadio azulgrana; con dos líneas bien plantadas atrás, juntas y férreas, y con dos jugadores rápidos intentando cazar alguna pelota arriba para crear problemas. Y El-Arabi y Success lo hubieran conseguido si no fuera porque se encontraron con Mathieu.
Cada partido que pasa, Mathieu se empeña en darle la razón a Zubizarreta cuando éste dijo que era el central idóneo para el Barça. Ayer estuvo imperial, magnífico al corte, acudiendo en ayudas y realizando tacklings limpios. Al profesor Mathieu le encanta corregir. Corrige su posición, corrige sus errores y corrige los errores de los demás. La mayor sorpresa de este inicio de temporada es la seguridad que está transmitiendo el Barça atrás y el francés tiene gran culpa de ello.
Mientras tanto, en tareas ofensivas, el Barça no funcionaba. Merodeaba mucho el área del Granada, pero sin lograr que el equipo andaluz se sintiese amenazado. La circulación del balón era demasiado externa y las jugadas por el centro casi no existieron. De ello tenía gran culpa el planteamiento de Caparrós, que dejaba bien claro que crear superioridad por el medio iba a ser complicado para el equipo catalán.
Así las cosas, el primer gol llegó de un fallo en la defensa granadina que cedió un balón atrás que se convirtió en un caramelo muy dulce para Neymar que el brasileño se encargó de convertir aunque fuese a base de trompicones.
Messi decidió que el resultado era exiguo y decidió hacer un par de acciones individuales para que se llegase con 3-0 al marcador. Primero se fue hasta la línea de fondo para ponerle un centro a Rakitic, que remató a palo cambiado como si fuese un 9 alemán de toda la vida, y luego le puso en bandeja el gol a Munir, que no llegó a rematar ante la presencia de Roberto pero con la suerte de que por allí pasaba Neymar para aprovechar el rechazo y hacer el tercero.
El mejor termómetro del Barça a día de hoy es Messi. Cuando Leo sonríe, la vida es más fácil. Y en este primer tiempo su gesto cariacontecido lo decía todo. Se ganaba 3-0 al descanso, pero él no había disfrutado. Y no le faltaba razón al bueno de Lionel. Un resultado muy engañoso para lo visto durante el primer tiempo, y bastante sorprendente en cuanto a números. El Barça había logrado 3 goles con sólo 4 tiros a puerta.
En la segunda parte, ya con un Granada que tenía que abrirse un poco más para intentar inquietar a Bravo, todo se volvió más fácil. De hecho, el público acabó haciendo la ola. Volvían a reconocer a su Barça. Durante esos minutos, Messi volvió a ser feliz y lo hizo de la mano de Xavi, que demostró que la clase y la visión de juego no se pierden con los años.
Messi metió su gol 400 de cabeza, tras una jugada a tres bandas (y a tres toques) entre Alves, Xavi y el argentino. Pero no se quedó ahí la cosa.
El rosarino aún tuvo tiempo para dar otra asistencia más (sigue y suma) para que Neymar Jr. firmase su primer hattrick en Liga con el Barça y de anotar el 401 tras un robo de cartera a la defensa andaluza para lamento de Caparrós.
El Barça disfrutó mucho más durante esta segunda mitad, se encontró muy cómodo y Luis Enrique no dejó que sus hombres dejaran de presionar ni aún con una ventaja considerable. El técnico asturiano no quiere desconexiones y no permite que se baje el acelerador independientemente del como sea el resultado del partido.
En la cruz hay que poner que a este Barça aún le cuesta demasiado abrir la lata. En la cara, sin embargo, que está mostrando una solidez defensiva que no estamos acostumbrados a verle.
Un Barça que empieza por detrás para acabar consolidándose por delante.
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