Justo en uno de los momentos más delicados en la historia reciente de su país, dos jóvenes mujeres de 21 y 19 años colocaron a Venezuela en una situación insólitamente buena: quinta en el medallero de los Mundiales de atletismo que estos días se disputan en Londres.
Mediada la justa planetaria, el oro conquistado por Yulimar Rojas en el triple salto y el bronce logrado por Robeilys Peinado en el salto con pértiga impulsaron a Venezuela hacia el grupo de cabeza del atletismo mundial.
Sólo Estados Unidos, Kenia, Etiopía y Sudáfrica superan al país sudamericano que, con sus dos preseas, empata en la quinta posición con la potente Jamaica y con Polonia, y adelanta, entre otros, al país anfitrión, octavo clasificado, pese a su tradición atlética y a su poderío económico.
Nunca antes en la historia de los Mundiales Venezuela había tenido una participación tan exitosa. Su medallero, de hecho, estaba vacío hasta que Robeilys (19) lo estrenó el domingo con su bronce y Yulimar (21) lo coronó el lunes subiéndose al primer cajón del podio.
Entre las dos aportan la mitad de las preseas conquistadas por toda Latinoamérica, que suma cuatro con la plata de la colombiana Caterine Ibargüen en el triple salto y el bronce -compartido con Peinado- de la cubana Yerisley Silva en la pértiga.
La pregunta resulta, entonces, obvia: ¿Cómo pudo Venezuela alcanzar su mejor cosecha de siempre mientras atraviesa una de sus peores crisis política, económica y social de las últimas décadas?
Las respuestas no son sencillas. A pesar del insólito éxito de sus deportistas, los dirigentes del atletismo venezolano apenas se dejan ver por las zonas accesibles para los periodistas del Estadio Olímpico de Londres ni en los hoteles donde conviven con delegaciones de otros países.
Las propias protagonistas tampoco ofrecen demasiadas claves. Más allá de proclamar el amor que profesan a su patria, les incomoda hablar sobre una cuestión que las compromete y eluden pronunciarse con claridad.
«Venezuela es un país maravilloso, sé que vamos a salir (de esta situación) y que se van a acabar las peleas y la guerra entre hermanos venezolanos. Esta medalla le da orgullo y felicidad a Venezuela», afirmó Rojas tras conquistar su oro.
«Mi país siempre me apoyó y eso ha sido fundamental», añadió la nueva campeona mundial cuando se le preguntó por el respaldo que recibió del país que abandonó hace dos años, con 19.
«Siempre se han preocupado por mí, ayudándome, no tengo quejas; estamos evolucionando. Aunque falta mucho más apoyo para los demás atletas«, agregó la también subcampeona olímpica en Río 2016 al ser cuestionada por el tipo de apoyo que recibe de Venezuela.
Los detalles permanecen como un secreto quizá por el miedo que tienen la mayoría de deportistas a ser etiquetados en uno u otro bando, con lo que eso supone. Lo que sí se sabe es que, tanto Rojas como Peinado, viven y se entrenan fuera de Venezuela.
Rojas puso rumbo a España hace dos años para prepararse con la leyenda cubana del salto Iván Pedroso en la ciudad de Guadalajara. Más tarde, fichó por la sección de atletismo del Barcelona que, si bien es amateur, también la «ayuda» en su proyección.
«Fichar por el Barcelona es de las mejores cosas que me han sucedido«, aseguró Rojas después de lograr su clasificación para la final de triple que luego conquistaría.
«Siempre me han ayudado y siempre están pendientes de mí. Espero seguir dándoles éxitos«, prosiguió la campeona venezolana, tras aclarar que el club catalán no le proporciona técnicos.
La partida de Venezuela de Peinado es más reciente. Se produjo el pasado mes de febrero, cuando la joven saltadora de 19 años decidió instalarse en Polonia para poder trabajar a las órdenes del técnico que dirigió los pasos de la antigua subcampeona mundial Monika Pyrek, el ucraniano Vyacheslav Kalinichenko.
Pese a no entender el polaco y a no hablar tampoco inglés, Peinado prefirió poner tierra respecto a un «ambiente» en el que no se sentía «cómoda».
«Salí porque, después de Pekín (ya participó en el Mundial de 2015), tenía la necesidad de cambiar de ambiente, no me sentía cómoda«, explicó la saltadora, a quien la situación de Venezuela también pone «triste», sin mayores comentarios.
«Cuando quieres algo, un sueño, hay cosas que hay que desviar de tu camino para llegar a donde quieres. Y yo quería lograr algo para que ellos estén mejor«, agregó Peinado, en alusión a su convulso país y a su familia.
Rojas y Peinado son la cara más popular y exitosa del atletismo venezolano. Pero hasta quien no lo es tanto y apenas cuenta con ningún tipo de apoyo mejoró su rendimiento en Londres: el maratonista Luis Alberto Orta concluyó en la posición número 67 con su mejor marca de la temporada.
Tras cruzar la meta, roto por el esfuerzo y a punto de vomitar, Orta dijo a dpa: «Tenía una deuda, una responsabilidad con mi país, que está pasando un momento muy difícil. Si estoy aquí, es para acabar. No hacerlo es agregar al problema de mi país».
Ésa, quizá, sea una de las claves que explique el inusitado éxito de los atletas venezolanos en los Mundiales de Londres: el poderoso deseo de aliviar las penurias diarias de sus compatriotas con sus gestas deportivas.
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