Recostado en la rutina de la retirada, un jugador brasileño comentó que el mayor error de su carrera fue cumplir con el mantra que rodea a sus compatriotas en este deporte: hacer honor a una nomenclatura funcionarial y ser hombres de trienios. El primer año es el de la llegada al club, el segundo es el de la confirmación y el tercero acaba por ser el del aburrimiento, el distanciamiento y la despedida. No debe resultar sencillo trasponer una cuestión casi genética, arraigada en muchos años de historia futbolera, pero aquel personaje sigue lamentando su marcha prematura.
Ya no es el caso de Neymar, que ha sobrepasado este periodo de identidad para sus paisanos y cumple su quinta temporada en el Barcelona. No obstante, este presunto remanso curricular no ha estado exento de polémicas que han convulsionado su etapa azulgrana hasta el punto de que ha vuelto a reavivarse su posible salida del Camp Nou. Como ya ocurrió con anterioridad, el PSG es el protagonista del movimiento y el periodismo el transmisor del mismo.
El club, a través de su secretario técnico y del portavoz de su Junta, ya ha expresado su tranquilidad, algo que no supone ninguna novedad. Tampoco es extraordinario que parte del organigrama defienda con altavoz en público al jugador, mientras en privado cizañea con su nombre. La sombra de Messi hace que quienes saben de fútbol, muchos de sus compañeros, se consideren protegidos para los campeonatos y quienes no tienen ni idea, la mayoría de directivos, se sientan invulnerables para defender las posturas más peregrinas.
Llama la atención la disparidad de opiniones que genera Neymar, según se pregunte por su comportamiento en el césped o en la pasarela. Se le tiene por un brasileño que prepara bien los partidos, cumple con las instrucciones del entrenador en los entrenamientos, no genera tensiones innecesarias en el vestuario y cuida su forma, conceptos inasumibles por no pocos de sus colegas de Brasil emigrados a Europa. Bajo este punto de vista, se convierte en un estupendo jugador de club. Pero el problema con este desempeño es que suele durar una hora y media, dos a lo sumo. Fuera del ejercicio diario aparece la figura de un muchacho joven, que adora disfrutar la vida y su fortuna, y que es acogedor respecto a varios tipos de estridencias.
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La lista de agravios mitiga su profesionalidad y envalentona a sus críticos más atroces. La complejidad de su fichaje ha derivado en juicios, sentencias y desprestigio para todos los que tomaron parte en la operación. La opacidad de su llegada al Barça dejaría pálido a cualquier observador imparcial y aún hoy nadie puede afirmar tajantemente que sabe lo que sucedió en realidad. No contribuye a fomentar su imagen la gestión comunicativa que le rodea, desajustada y sin preparación. Tampoco se ha aclarado lo suficiente cómo es posible que sus bajas coincidan con el cumpleaños de su hermana o que haya permitido que su padre se reuniera a puerta abierta con el PSG, algo a lo que se dio poco recorrido pese a que no deja de ser una deslealtad.
En un curioso giro de la heráldica, el chico tiene en sus pies la corona de ser el mejor brasileño de la actualidad. El fútbol de su país está en un pozo muy profundo desde hace una década y solo la victoria en los últimos Juegos Olímpicos ha compensado los sinsabores de sus aficionados. Por el momento, esa condición de liderazgo en la selección está afianzada. En el Barcelona, Neymar está rodeado de, entre otros, el mejor jugador posible, y a su favor debe apuntarse que siempre ha sabido convivir con este papel de actor secundario. Sin embargo, para un futbolista de su categoría, que lleva cuatro temporadas en el Barça, resulta un pobre expediente que solo se hable de un par de grandes actuaciones como si se tratara de reliquias medievales.
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Lo más insólito de la situación es que, hasta hoy, la gestión deportiva del Barcelona ha estado más pendiente de las oficinas que del campo y este foco desviado es descorazonador para los seguidores. La llegada de un nuevo entrenador puede cambiar la convivencia en el camerino pero precisamente eso es algo que ya funcionaba entre los futbolistas. Pocas caras reflejaron la decepción de la eliminación europea como la de Neymar, quien perdía al mismo tiempo la eliminatoria frente a la Juventus y cualquier opción para aparecer como candidato a los premios de la temporada. Sin cambios de calado, tal vez la mayor transformación sea que Neymar siga sin problemas en el Barcelona en el año de su quinquenio.
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