El equipo de los titulares (equipo A), complementado por la segunda unidad (equipo B) han llevado al Madrid a la C de Campeón de Liga. Nunca tal cantidad de jugadores había participado tanto en un título liguero (20 futbolistas han jugado más de 1.000 minutos). La teoría de las rotaciones llevada a su máximo exponente. Y todo empieza y acaba en Cristiano.
Conseguir que el portugués aceptara que debe dosificarse es el gran mérito de Zidane. Menos Pichichis, pero más Balones de Oro. Quizás ése fue el argumento que le dio el entrenador a su estrella. Si consigue meter los goles decisivos, nadie recordará los que no metió en Granada, por ejemplo.
No los metió porque ni viajó. Si el mismísimo Cristiano podía quedarse fuera, nadie se atrevería a quejarse por no jugar. Y nadie alzó la voz. Ni siquiera Isco, que era el que más motivos tenía para hacerlo y que ha demostrado que abrir la boca en el campo es el mejor comunicado. Aunque todavía está por ver si cuentan más los pies o la fama. Si Bale juega en Cardiff, ganará la leyenda de Beverly Hills.
El comportamiento de los Asensio, Morata, Lucas, Kovacic, James (si exceptuamos su salida de tono en Japón) cuando no jugaban ha sido igual de magnífico que su rendimiento dentro del terreno de juego en los campos donde se pierden Ligas. No fallaron y evidenciaron que el Madrid nunca ha tenido unos suplentes como estos. Había veces que la afición prefería ver al equipo B antes que al A, no hay mayor elogio para esa segunda unidad.
El paradigma de las rotaciones ha llegado a la excelencia con este Real Madrid. El problema es que ser suplente con números de titular (véase Morata) no es sostenible en el tiempo. El reto de la próxima temporada es sustituir a los buenos suplentes que se vayan.