Los ochenta estuvieron dominados por el calcio, sin mayor discusión. Por ello, las mayores estrellas internacionales apostaban por ir a Italia para intentar expandir su influencia sobre el césped. Zico, Platini, Boniek, Sócrates, Van Basten, Gullit o Matthaus, en gran medida, consolidaron su leyenda en la Serie A.
La década posterior, pese a seguir encabezada por los clubes italianos, vio las diferencias de nivel considerablemente reducidas, principalmente con los conjuntos españoles. El dinero fluía más que en el pasado, el Real Madrid de la Quinta del Buitre -a finales de los años 80- y el Barça de Cruyff -en los primeros compases de los 90- volvían a pisar fuerte y la clase media, con entidades como el Real Zaragoza, el Valencia CF o el Atlético de Madrid, hacían plantillas totalmente ganadoras, aprovechando el buen nivel de los futbolistas nacionales de la época y apostando por los foráneos que bien despuntaban o bien envejecían en países de tallaje similar al suyo. Esas naciones aún por explotar, muchas situadas en el sureste europeo y llamadas Rumanía, su vecina Bulgaria o Croacia tras su independencia en 1991. Éstas junto a otras de «categoría media» en el continente americano, como Colombia o Uruguay, que se sumaban a la fábrica interminable de talento brasileño abastecieron a clubes con jugadores que habían sido, eran o a la postre serían, mitos del balón.
Un recuento de los extranjeros que pasaron por España y que, dejando más o menos huella en la Liga, a día de hoy son considerados poco menos que héroes en sus países, permitiría formar dos onces cuyo nivel habla por sí solo. La distinción entre ambas alineaciones podría hacerse ateniéndose a multitud de parámetros, pero resulta curioso comparar los jugadores que llegaron en su juventud, sin aún conquistar todo los éxitos posteriores, y los que lo hicieron habiendo dado gran parte de lo que llevaban dentro. La tremenda duda es: si hubiéramos de decidir uno de ellos, ¿con cuál nos quedaríamos?
Once extranjeros consagrados
Portería: Dassaev
Rinat Dassaev fue el mejor portero de la extinta Unión Soviética en los ochenta. Y uno de los mejores de su historia, sólo superado por Lev Yashin, exclusivo arquero Balón de Oro. El sobrio guardameta ganó todo lo posible con el Spartak de Moscú a nivel nacional, y fue trascendental en la URSS finalista de la Eurocopa de Alemania Occidental de 1988. Desde que se estrenase en los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980, había jugado los Mundiales de España ´82 y México ´86, y aún llegaría al de Italia ´90; siempre liderando al imperio rojo.
Fichó por el Sevilla CF en 1988, tras la excelente EURO y cumplidos los treinta, y estuvo dos campañas en las que fue titular en un equipo que acabó en la zona media-alta de la clasificación. En 1992 colgaría los guantes y dejaría su puesto a Unzué, fichado al FC Barcelona de Cruyff.
Defensa: Ricardo Rocha-Ruggeri-Brehme
Pues nada menos que tres campeones del mundo. El primero en aterrizar en España fue Óscar Ruggeri, a la edad de 26 años y tras haber levantado el Mundial ´86 con la Argentina de Maradona. Un año en el Logroñés le valdría para ser contratado por el Real Madrid entrenado por Toshack en 1988, asentándose de inmediato en la zaga junto a Sanchís. Conquistó la última de las cinco Ligas de la Quinta. Extrañamente salió para la campaña ulterior y su lugar lo cogió otro extranjero, el serbio Spasic, al que se le recuerdan más sus fallos que sus méritos.
Para 1991, ya con Benito Floro y un Madrid desbancado de la cabeza por el Barça, se contrató a uno de los mejores centrales brasileños del momento, si no el mejor. Después de participar en las Copas de América de Argentina ´87 y Ecuador ´93 y los Mundiales de Italia y Estados Unidos, Ricardo Rocha llegó con 29 años y cumplió dos a un nivel muy alto, como se podía esperar. Fue titular, también junto al inamovible Sanchís, en un equipo blanco que comenzaba una etapa decadente. A su marcha, Hierro recularía hasta su posición primitiva en el centro de la retaguardia, de la que no se movería más que en sus convocatorias con la Selección.
Ambos centrales eran tremendos, cada uno a su modo. Pero el lateral zurdo que les acompaña sobrepasa ese adjetivo, siendo más adecuado el definirlo como sublime. Andreas Brehme era lateral zurdo siendo ambidextro de oficio y diestro de naturaleza. Había sido indiscutible durante toda su carrera, tanto en la selección alemana en todos los campeonatos disputados entre 1986 y 1994, como en los distintos clubes que le disfrutaron: Kaiserlautern, Bayern de Munich e Inter. Campeón del mundo en Italia ´90, de Bundesliga, Serie A y UEFA, hoy día es rememorado como un defensor eterno.
Fichó por el Zaragoza en la 92/93 y se hizo con el puesto a sus 32 años. Jugó 24 partidos y luego regresó a sus orígenes en Alemania.
Centro del campo: Valderrama-Boban-Romerito-Palhinha
En el rombo, todo talento e ingenio. Carlos Valderrama era el diez colombiano por excelencia. Para muchos, el jugador de mejor mente que se enfundó la amarilla. Pese a ser un mediapunta, solía influir en la organización y la creación de juego durante todo el partido, virtud que lo hacía mucho más especial que la mayoría de los de su posición. Su aventura española estuvo, cómo no, unida a la del técnico Francisco Maturana. Éste lo tuvo en Italia ´90 como estrella de un sistema en 4-4-2 organizado en torno a él. La Colombia del noventa, pese a no llegar demasiado lejos, encantó al panorama futbolístico.
Al Real Valladolid llegó para la 91/92, juntándose allí con sus compatriotas René Higuita y Leonel. La experiencia fue mala y, con el cese de Pacho, todos acabaron sentados en el banquillo. El conjunto vallisoletano descendió y Valderrama jugó únicamente 17 partidos. En la Selección seguiría siendo titular en USA ´94, la Copa América de Uruguay ´95, donde acabaron terceros, y Francia ´98. Valderrama jugaba a la pelota como quería.
Poco antes de ello, Johan Cruyff había cometido el único desliz de sus fichajes extranjeros en la era gloriosa del Dream Team. El paraguayo Julio César Romero parecía una apuesta segura cuando el Flaco lo llamó en el invierno de 1988, en su primer curso al mando. Romerito era el ídolo de su país, había salido nombrado mejor jugador sudamericano en 1985 y sido pieza importante con su magia en la mediapunta y sus goles en el Mundial ´86. Llegó tras ganar tres campeonatos con el Fluminense, jugó sólo 7 partidos y se marchó al final de año al Puebla mejicano. La figura del mediapunta laborioso del 3-4-3, encarnada en Bakero, y la futura llegada de Laudrup fueron clave en su rendimiento y posterior salida.
Palhinha era otro trecuartista brasileño que finalmente quedó en menos de lo que sus virtudes hacían suponer. Los noventa no eran buena época para la figura del enganche en Brasil. Las selecciones mundialistas de Lazaroni y Parreira apostaron por el 4-4-2 y el ataque en bloque, prescindiendo de ese jugador que sumaba clase pero solía restar trabajo en mitad de cancha. Pese a ello, habiendo ganado con el Sao Paulo el campeonato paulista y las copas Libertadores e Intercontinentales de 1993 y 1994, formó parte de la Canarinha -ya dirigida por Parreira- que asistió a la CA Ecuador ´93 -ganada por Argentina- y a punto estuvo de acudir al mundial americano, pero finalmente fue adelantado por Viola y un jovencísimo Ronaldo.
En 1997, con 30 años, probó suerte en un Mallorca que Héctor Cúper pretendía hacer grande. El conjunto insular lo acabaría siendo, pero él no participaría de ello. Sólo jugó 9 citas antes de regresar a Brasil.
Zvonimir Boban llegó al Celta de Víctor Fernández muy tarde. Lo cierto es que no podía haberlo hecho antes, estamos hablando de Boban. Definamos al croata como interior, mediocentro, mediapunta, volante o todo lo relacionado con la elegancia y el trato de balón en el centro del campo. Con el AC Milan de Fabio Capello ganó todo, entre ello cuatro Scudettos y la Liga de Campeones de 1994. Con Croacia fue, junto a Suker, la referencia del conjunto que se inició en la EURO de Inglaterra ´96 y apasionó en el Mundial de Francia, acabando en tercera posición.
En Vigo aterrizó después de una década como milanista, con 33 años y para acabar aportando detalles de su técnica en los sólo cuatro juegos que participó.
Delantera: Balint-Lacatus-Yekini
La dupla rumana compuesta por Balint y Lacatus no es más que el ataque que hizo al Steaua de Bucarest campeón de Europa en 1985, derrotando en la final al FC Barcelona de Venables y convirtiendo así al club en el primer rumano en conseguir el máximo título. A Marius Lacatus aún le dio tiempo de jugar una segunda final de Copa de Europa, ya junto al crack Hagi. En 1989 salieron derrotados estrepitosamente por el AC Milan de Arrigo Sacchi.
Siguiendo con Lacatus, tras una vida en Bucarest y con un magro saco de títulos, se marchó a la Fiorentina, donde no jugó demasiado. Tras participar en el buen Mundial de 1990 que realizaron los rumanos, ser titular y hacer dos goles, el Real Oviedo desembolsó todo lo que tenía por sus servicios. Estuvo allí dos campañas, habiendo llegado para la que principiaba en 1991. Tenía 27 años, jugó siempre y a un rendimiento notable, pero sus aportaciones goleadoras no fueron las esperadas, haciendo un total de siete dianas.
Lo de Gauril Balint fue más glorioso. Recaló en el Real Burgos en 1990, habiendo sido suplente en el reciente Mundial, a la sombra del propio Lacatus y Florin Raducioiu. Estuvo tres años y sólo las lesiones le impidieron seguir marcando goles. A los veintisiete hizo 10 dianas, en su primer curso. Luego, 12 en el siguiente y, ya con 29 años y mermado, consiguió seis tantos en la 92/93, la campaña que dijo adiós.
El que cierra la alineación es un nueve de área, como dictan los equipos noventeros. Rasheed Yekini formó parte de la generación gloriosa de Nigeria de finales del siglo XX. Comenzó siendo segundo máximo goleador en la Copa de África de Argelia ´90, en el subcampeonato conseguido. La Águilas Verdes tuvieron su explosión en USA ´94, cuando pocos lo esperaban. Esa mezcla de velocidad y técnica pocas veces vista trastocó los planes de la mayoría de los rivales. Italia pudo frenarla, no sin polémica. De allí salieron a España muchos jugadores, como Finidi, Amunike y Mutiu. El más tardío fue Yekini.
Para la 95/96 fichó por el Sporting de Gijón, ya con 32 años. La delantera del conjunto asturiano pasaba por ser la más veterana y experimentada de la Liga, con los obreros del gol Eloy y Julio Salinas como banderas. Yekini fue suplente en su año y medio, jugando un total de 14 partidos y sumando tres goles. Se marchó prácticamente en el retiro, pero por sorpresa para todos acabaría yendo al Mundial de 1998, donde incluso llegaría a saltar al césped.
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