Todos conocíamos las capacidades cabeceadoras de Sergio Ramos. Siempre ha sido un jugador bastante potente, capaz de rematar balones tanto en su área como en la rival. Por eso, decir que es un jugador muy bueno rematando con la cabeza no vale para analizar su virtud.
Lo que tiene Ramos con el gol va más allá del remate. Cada balón dentro de la red esconde una guerra que el camero casi siempre gana a base de convicción y optimismo. Da igual el campo, el rival o el minuto. Esa es su mayor virtud: el saber mantener viva la esperanza cuando todo el mundo piensa que ya se acabó todo. Y no es solo su fuerza, es el saber pensar cuando el resto solo actúa. Encontrar la debilidad y explotar los puntos fuertes.
Solo hace falta analizar cualquiera de los goles de Ramos para entenderlo. Todo comienza con el baile dentro del área. No para de moverse hasta marear. Cambia de posición continuamente. Esto lo acompaña de toques, tirones, contacto. Desquicia a cualquier defensor. Es como el chico feo con el que nadie quiere bailar. Parece tosco y te pisa los pies, pero a la hora de la verdad es el que mejor finaliza el paso.
Después llega el movimiento hacia el balón. La mirada de Sergio Ramos antes de atacar la pelota te puede convencer de que va entrar. Es la mirada del que ha ganado esa batalla y la volverá a ganar tantas veces quiera, como si de un boxeador se tratase. Su salto es preciso y coordinado. Analiza el espacio en el área y la velocidad del envío. Siempre en el momento justo y en el lugar adecuado. Y siempre atacando, sin dejar espacio a la anticipación.
Y luego si, el remate, la parte más vistosa. Aquí si podemos decirlo, Ramos es muy bueno rematando de cabeza. Es capaz de imprimir muchísima fuerza a la pelota y de girar el cuello para colocarla en el sitio más complicado. Se puede decir que es capaz de apuntar, como cualquier otro lo haría con el píe. Ese ‘marron’ es para los porteros. El gol de la décima es el ejemplo más evidente. Courtois no puede hacer nada porque, además de la fuerza que llevaba el balón, Ramos fue capaz de rematar en el primer palo y ponerla pegada al segundo.
Lisboa, Munich, Trondheim, Barcelona o Yokohama. Siento no creer a los que dicen que no se le defiende bien, o que hay que molestarlo más. Ramos es indefendible. Mientras mantenga las ganas, la esperanza y la fuerza, rematará siempre. Y eso ni se compra ni se entrena. No lo tienes por jugar en césped o en tierra, ni por llevar unas botas más o menos caras. Tienen que inculcártelo, mostrarte que aunque el final está cerca siempre hay tiempo para hacer algo más. El hombre que nunca baja los brazos en el club de las remontadas. El Real Madrid tiene muchas cosas que agradecerle a Sergio Ramos y viceversa. Pero mientras el capitán siga sobre el césped, el Santiago Bernabéu sabrá que el partido no acaba hasta después del minuto “noventayRamos”