Sevilla FC y Leicester City se verán las caras el miércoles en la ida de los octavos de final de la Champions League. El conjunto andaluz llega en un buen momento de forma, el mismo que lleva manteniendo durante toda la temporada. Sin embargo, el conjunto inglés llega con una enorme depresión. Tras la sorprendente temporada pasada, tal como todos saben ya, el equipo no levanta cabeza. No encuentra su juego, ha perdido aquello que le hacía diferente y los resultados no acompañan. Aparte está la eliminación en la FA Cup sufrida esta misma semana ante el Millwall, un equipo de la Football League One.
De los últimos 10 partidos, el Leicester ha perdido siete, cinco de forma consecutiva. Se encuentra en la decimoséptima posición a un punto del descenso y las sensaciones en el campo no son buenas, en especial en algunos jugadores. Jamie Vardy es el gran ejemplo de ello. Esta temporada únicamente ha conseguido ver puerta en cinco ocasiones en la Premier League. El año pasado, a estas alturas llevaba 19. Pero no es solo un problema de los jugadores que ya estaban, sino también de los que han llegado. Este verano el Leicester, con la aspiración de repetir buen papel, gastó más de 90 millones de euros. Llegaron jugadores como Islam Slimani, Ahmed Musa o Nampalys Mendy. Los dos primeros, ambos delanteros, han conseguido sumar únicamente siete tantos entre ambos (2 Musa y 5 Slimani). El delantero argelino, fichaje estrella, a estas alturas de la campaña anterior llevaba 18 goles con el Sporting de Lisboa.
Muchos se preguntan cuáles pueden ser las razones del bajón de rendimiento. La salida este verano de un jugador como N’Golo Kante, clave en los esquemas de Ranieri, hizo daño. Resulta difícil entender cómo un solo jugador puede afectar tanto al rendimiento del equipo, pero algo similar ocurrió en su día en el Real Madrid tras la salida de Claude Makelelé. Aunque, evidentemente, el problema no solo reside en un jugador. Las incorporaciones todavía no se han acabado de aclimatar y el juego del Leicester no ha mostrado ninguna mejoría respecto al año pasado, con lo que los equipos ya no se ven sorprendidos. Y, sobre todo, el ánimo del equipo. Como dijo Jorge Valdano, el fútbol son estados de ánimo. Y el del Leicester ahora mismo no es nada bueno.
El equipo no se ve con la energía de la temporada pasada y la falta de buenos resultados mina la moral de la plantilla. No hay efecto positivo. Y también habría que sumar la difícil gestión de la presión. Aquella que han tenido que soportar por haberse convertido, por méritos propios, en un equipo buscado por los focos. Prensa y aficionados han estado muy atentos a los movimientos del conjunto que dirige Ranieri. La curiosidad de ver si la temporada pasada era flor de un solo día, o bien era algo que se podía mantener. Dentro de la plantilla, esto ha podido pesar. El tener que volver a demostrar ese nivel, jugar con la presión añadida de ser observado y tener que superarse continuamente hace que los jugadores puedan desviarse.
Aunque esto no es un caso aislado, ni mucho menos. Al revés. En España hemos vivido varios episodios parecidos, quizá en otra escala, pero similares. El Villarreal en la temporada 2011-2012, sin ir más lejos, vivió esta situación. Pasó de jugar Champions ese año, encuadrado en un grupo junto a Napoli, Manchester City y Bayern de Múnich, a descender. Tras unas grandes temporadas, el ‘Submarino Amarillo’ tuvo que recomponerse y crear un nuevo proyecto desde la categoría de plata.
En la temporada 2002-2003 la Real Sociedad sorprendía a todos y mantenía un bonito pulso con el Real Madrid por hacerse con la liga. El conjunto vasco, formado por jugadores como Nihat, Kovacevic o Xabi Alonso, acabó segundo y con acceso directo a la Champions. Sin embargo, la temporada siguiente no pudo mantener el mismo nivel y acabó salvando la categoría en las últimas jornadas. El Celta de Vigo también vivió una gran temporada, consiguiendo su primer acceso a la ‘Orejona’ de su historia. Sin embargo, la temporada siguiente, mientras el conjunto Txuri-urdin se salvaba, el conjunto gallego probaba el infierno de la Segunda División.
El Real Mallorca vivió algo parecido durante la temporada 2001-2002. La temporada anterior, con Luis Aragonés en el banquillo, consiguió el acceso a la Champions por primera vez en su historia. Pese a ello, el Sabio de Hortaleza decidió salir del equipo, que pasó a manos de Bernd Krauss. Los resultados en la liga no acompañaron y el equipo acabó salvando la categoría en las últimas jornadas. Algo que también vivió el Real Betis de los Joaquín, Oliveira, o Assunçao en la 2004-2005, donde consiguieron la cuarta plaza y el acceso al máximo torneo continental de clubes. Sin embargo, la temporada siguiente, el conjunto verdiblanco sufrió un bajón para acabar salvando la categoría por dos puntos.
El Leicester parece el nuevo equipo afectado por el ‘Mal de la Champions’.
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