En 2011, después de un encuentro de Champions frente al Dinamo de Zagreb, Cristiano Ronaldo apareció en zona mixta con el gesto afilado y el tobillo ensangrentado. Recriminaba ante la prensa la permisividad del árbitro con los futbolistas croatas. Lo hizo a su manera, altivo, con una frase ya histórica que desató la indignación que desatan las cosas que suelen ser verdad. “La gente tiene envidia de mí porque soy guapo, rico y un gran jugador”, dijo. Tenía razón. Cristiano es guapo. Cristiano es rico. Cristiano es un gran jugador. Incluso puede que despierte alguna envidia. Pero Cristiano no es Messi.
Está dicho en artículos anteriores. Objetivamente, es probable que ningún jugador en la historia se haya construido a sí mismo con la minuciosidad con la que lo ha hecho Cristiano. Ha pulido cada una de sus facetas con exhaustividad de laboratorio. Reúne las habilidades que sobre el papel conforman el manual del jugador perfecto. Y quizás por eso acaba de firmar su renovación con el Madrid, que lo mantendrá ligado al club hasta 2021. Terminará su contrato con 36 años. Sin duda es una gran noticia para el fútbol.
La gran frustración del portugués ha sido tener que convivir en las mismas coordenadas espacio-temporales con alguien como Messi, capaz de eclipsar la renovación de Cristiano con su gol 500 en el Barcelona y una exhibición de virtudes en el Pizjuán, donde todo lo que puedo hacer lo hizo extraordinariamente bien. Lo peor para Cristiano es saber que tiene enfrente a un jugador del que brota un talento superior que no atiende a razones fisionómicas. Cuando en 2009 llegó Guardiola al Barça, el catalán trató de frenar las continuas lesiones que sufría el argentino. Los médicos del club le cambiaron la dieta al delantero: más pescado azul y menos carne roja. La lectura, para el frente enemigo, era desoladora: antes de su nuevo plan alimenticio, Messi destripaba a los rivales con la misma fruición con la que le hincaba el diente al churrasco. Nada más gráfico para definir el talento.
Todo esto no es obstáculo para que Cristiano, presumiblemente, gane el próximo Balón de Oro, conseguido por un razonamiento que tiene la mentira habitual de las verdades incontestables: si un equipo fue el más destacado (el Madrid ganó la Undécima), su jugador referencia debió de tener una importancia decisiva. No responde a la realidad, pero por ahora se acepta. Lo que no queda tan claro es que veamos más años a Cristiano en “la terna de oro”. Más bien debemos acostumbrarnos a sus sequías goleadoras, a una disminución paulatina de apariciones, a balones en largo a los que ya no llegará. Solo con la perspectiva del tiempo, quizás a partir de 2021, podremos aceptar que lo de Cristiano tardará mucho tiempo en repetirse.
Y solo con la perspectiva del tiempo aceptaremos que lo de Messi, probablemente, no volveremos a verlo jamás.