Tierra, fuego, aire y agua. Los cuatro elementos que desempeñan un papel fundamental en la teoría de la relación del hombre con el universo. En esa ‘realidad superior’ en la que vive el Real Madrid, dado su gran poderío futbolístico entre los grandes de Europa, un nuevo elemento se cuela. Su nombre: Marcelo Vieira da Silva.
Casi una década acumula en el reciente campeón del viejo continente. Llegando prácticamente como un canterano en aquella Liga de las remontadas (2006-07), el lateral sigue rompiendo todas las preparaciones de los entrenadores que pretenden pararle, esquivando todos los escudos que intentan frenarle sobre el verde. Y es que Marcelo no es un lateral cualquiera, es mucho más. Sin él, la naturaleza del juego blanco no se entendería.
Su oxigenación a la hora de sacar el cuero por el carril zurdo es una satisfacción para un equipo carente de un pivote con exquisito trato de balón (Casemiro tiene otras grandes labores, pero llega a ser un Busquets). Podría ser rebautizado como un desatascador, ya que su capacidad de superar líneas de presión con dos movimientos de samba es digna de estudio. Recientemente, su tanto en el Villamarín y su casi gol ante el Legia demuestran que su recorrido no tiene límites.
En fase ofensiva se acumula su gran potencial. Una técnica propia de un extremo descarado, un golpeo con ambas piernas acompañados de voracidad goleadora y ese inusual recorrido hacia el pasillo interior hacen que Marcelo sea realmente imprevisible. Incluso para sus propios compañeros (ahí Casemiro), que deben realizar una gran vigilancia cuando el segundo capitán de los blancos se desmelena en ataque.
Esa llegada como un falso interior sigue siendo un quebradero de cabeza para los rivales, aunque se le sigue achacando su falta de contundencia en defensa, algo que ha mejorado notablemente desde su aterrizaje en LaLiga. Sin embargo, Marcelo siempre aporta más en las zonas adelantadas en comparación a sus despistes atrás, lo que hace que su posición, a día de hoy, sea imposible de cubrir en el Real Madrid. Asume galones, no se esconde y guía al equipo hacia el arco rival como si de un organizador se tratase. La realidad muestra que aún no se ha encontrado una teoría que pueda rechazar la hipótesis de un quinto elemento y, hasta entonces, el universo de Concha Espina seguirá sin tambalearse. Hay Marcelo para rato.