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Zona Mixta: Iris Arnaiz

Tengo la suerte de haber vivido dos épocas en el fútbol femenino, aunque me gustaría vivir también lo que viene después. Diréis: “Lo tienes prácticamente todo”. Sí, no os falta razón, pero también valoro al mil por mil lo que tenemos ahora.

He nacido en una familia que me ha inculcado los valores de la igualdad. Podréis pensar que es algo normal, pero cuando empecé a jugar a fútbol, por desgracia, no lo era. Si he llegado hasta aquí ha sido gracias a mis padres y a mi hermano, sobre todas las cosas. Ellos fueron quienes me ayudaron a seguir cuando la mayoría estaba en contra. ¿A quién se le ocurriría insultar a una niña por jugar a fútbol y que su hijo sea suplente?, ¿a quién se le ocurriría hacer un corte de manga a un equipo femenino que compite en liga masculina por ganarles el fin de semana anterior?, ¿y escupir desde la grada?… Situaciones que actualmente no pasan, o pasan con menos frecuencia, pero que deberían desaparecer por completo. Y es que ahora, en el fútbol femenino, lo tenemos casi todo. Todavía queda mucho, pero estoy orgullosa de pertenecer a una generación que ha luchado para que esto crezca, que ha tenido que aguantar muchas cosas para llegar lo más arriba posible, y que precede a otra generación que podrá disfrutar del fútbol sin tener que soportar ciertos comentarios que puedan influir de manera negativa.

La época en la que Marigol deslumbraba en el Barça, Ronaldinha, en el Rayo, Monforte en el Valencia… Equipos modestos como el Gijón FF, el Oviedo Moderno, el Puebla, el Lagunak y el Prainsa Zaragoza competían al más alto nivel. Por aquel entonces, sólo teníamos medio campo para entrenar, no teníamos equipaciones propias para entrenar, ni siquiera material deportivo en condiciones, nos pegábamos 14 horas en autobús de ida y vuelta para viajar… ¿Qué jugadora tenía una marca deportiva que le proporcionase material para jugar y/o entrenar o vestir? Ninguna. ¿Qué jugadora se dedicaba exclusivamente a jugar? Ninguna. ¿Qué jugadora podía quejarse porque ya era demasiado lo que nos daban? Prácticamente ninguna. Y ahora, tenerlo casi todo nos parece lo normal, porque nos lo han dado desde el principio. No me malinterpretéis… ¡menos mal que eso ha cambiado! Pero no podemos olvidarnos de las que hicieron todo esto posible. Cada día que entreno agradezco haberme cruzado por el camino con personas que me han enseñado a valorar cada balón, cada cono, cada equipación, cada campo… GRACIAS a Gevo, Maru, Mery, Ille, Gordi, Yoli, Señas, Mogo, Zape, Julia, Crispi, Merino, Carol… entre muchas otras. Todas ellas, me han inculcado el agradecimiento y el respeto por lo que tenía en cada momento. Y eso es lo que me gusta del fútbol femenino, considero que las generaciones que vienen tienen la suerte de retroalimentarse de valores de las generaciones anteriores y, de alguna manera, seguirán un “legado”.

Es probable que mucha gente lo vea una tontería, pero el simple hecho de hacerle el trabajo más fácil a los que tenemos al lado en nuestro día a día, es algo que se agradece. Hay mil ejemplos… los trabajadores de un club no tienen por qué recoger los petos que tiramos al suelo, no tienen por qué recorrer todo el campo para recoger un cono cuando hemos pasado al lado de él, no tienen por qué recoger la ropa mal tirada en el vestuario para meterla en las maletas o tirar botellas de agua vacías cuando acabas un partido… En la mayoría de las ocasiones, estos pequeños detalles son los que marcan la diferencia. Estoy segura de que este tipo de acciones no pasan desapercibidas, y si, en algún momento, mis compañeras se acuerdan de mí durante un segundo al realizarlas, sentiré que una parte de mí está con ellas. Considero que, con estos granitos de arena, todos somos un poquito mejores. Las nuevas generaciones tendrán la suerte de vivir una gran época del fútbol femenino, y es lo que merecen.

Imagen de cabecera: @IrisArnaiz

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