Aquí y ahora, una chica de ciencias escribiendo. Qué raro, ¿verdad? Siempre he sido de las que piensa que imposible es todo aquello que no se intenta. Eso me ha llevado a lo que soy hoy y a tener una personalidad guerrera y competitiva.
Y cuando hablamos de personalidad en una futbolista siempre se dice que una de las cualidades más importantes es la de ser fuerte ante la adversidad, ante cualquier golpe, caída o derrota. Que siempre tenemos que estar preparados para todo, que eso de mostrar debilidad no tiene cabida en la élite.
Pero yo me pregunto si alguna vez piensan que detrás de esas meras ejecutoras de conceptos trasmitidos por el entrenador hay personas.
Somos personas que sienten, y mucho. Que amamos este deporte, el deporte más bonito del mundo. Le dedicamos nuestra vida, le damos exclusividad absoluta en nuestro día a día, año tras año.
Pero el futbol tiene un “pequeño” problema. No tiene memoria.
El pasado no existe en el fútbol, solo el hoy. De nada o de poco vale todo lo que has hecho o hayas dado por el fútbol. De nada o de poco vale las alegrías que hayas regalado, el respeto que te hayas ganado, o todo lo que hayas sufrido, porque te van a valorar por el ahora.
Pero tú sigues luchando cada día por mejorar matices, por ser mejor, dedicándole todas las horas posibles para ir al más mínimo detalle que ayude a crecer. Todo lo que haces te parece poco porque si el resultado de tus acciones es negativo ese mal recuerdo no va a desaparecer y es cuando tu vida personal deja de existir, y solo vives por y para el fútbol. Se convierte en tu forma de vida porque sabes que eres la solución a ese fallo en la memoria. Si las cosas salen bien suelen estar más frescos esos recuerdos.
El fútbol se lleva en la sangre, es tu motor y es lo que hace latir tu corazón y sentirte vivo.
Cada año que pasa en tu vida deportiva el deber le gana al placer a medida que tu historia se hace más amplia y tu ahora es más difícil de defender. Y es ahí cuando tu mente entra en juego para ser uno más contra quien luchar porque si quiere te lo pondrá más difícil que tus rivales para anularte en el partido. Incluso que dudes de ti cuando nunca lo habías hecho.
Aquí aparece la guerrera que se lleva dentro. La que nunca le valió un no por respuesta.
Si hay que ir a la guerra se va, si hay que luchar contra viento y marea se lucha. Las adversidades llegan, te desestabilizan, te dan una buena hostia, pero te levantas, lo aceptas y buscas soluciones. Porque no vas a dejar que nada ni nadie pueda con tu motor de vida, con todo lo que has construido durante años de trabajo duro, de sufrimiento, lágrimas y dolor para ser quien eres hoy.
Solo tú y nadie más que tú, sabes todo lo que has tenido que hacer y sobre todo dejado de hacer para llegar a ser aquí. Y, sobre todo, nunca te olvides del valor más importante que has tenido grabado: hacer feliz a la gente con tu fútbol.
Esa es mi brújula, la que me guía en este camino. Y la que siempre hace que llegue a la misma conclusión: lo mejor fue conocerte, querido fútbol.
Saborearte poco a poco desde el principio con la incertidumbre de si mañana volvería a sentir lo mismo. Disfrutar de ti poco a poco cada momento porque no quería ni quiero nada más. Saco tiempo de donde no lo hay porque siempre has sido mi prioridad, aunque no siempre me devuelvas todo lo que te doy. Toda una vida a tu lado. Si la gente supiera todo lo que me has quitado y todo lo que yo te he dado. Pero yo te quiero así. Aunque muchas veces no salgan las cosas como una quiere, aunque seamos juzgados y nos quieran separar. Pero ya es imposible. Eres parte de mí.
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