Selhurst Park se está acostumbrando a temporadas llenas de emoción, repletas de situaciones adversas que, finalmente, acaban con sonrisas y celebraciones. Primero, Tony Pulis la pasada temporada. Ahora, Alan Pardew, desde el mes de enero. Convivir en una gran capital del mundo, junto a potencias europeas como Arsenal, Chelsea o Tottenham, hace que las aspiraciones del Crystal Palace puedan verse sometidas a objetivos menores como la permanencia, y a partir de ahí soñar.
Así es la rutina de los Eagles. Un equipo menor de Londres que, pese a ello, se resiste a no pasarlo bien, se resiste a no soñar más allá de lo previsto. Tras un mal inicio, en el que el Crystal Palace peleaba por salir de los siempre candentes, llegaría Alan Pardew, casi de forma sorprendente, para encaminar el rumbo, para reorientar el camino del equipo para, a día de hoy, haber solventado (pese a no serlo de forma matemática) la permanencia en la máxima categoría inglesa la próxima temporada.
En el Sur de la ciudad, en las filas del equipo, aparece semanalmente la figura de una estrella que brilla mediáticamente por debajo de lo que merece. Él es Yannick Bolasie, futbolista de origen francés (nacionalizado congoleño) que se ha convertido en una de las grandes estrellas del equipo londinense las últimas temporadas. Un futbolista que luce, sin complejos, las botas de Cristiano Ronaldo, con sus siglas «CR7«, dejando claro que la corriente deportiva que suele dejar en sus partidos tiene un espejo en la figura del delantero portugués. Sería curioso plantear un hipotético enfrentamiento entre clubes que enfrentara, en un duelo individual, a ambos jugadores. El mediático contra el que luce las botas del rival.
Técnicamente exquisito, deportivamente determinante. Bolasie captó y recaudó todos los titulares el pasado fin de semana, cuando el Crystal Palace ganaba a domicilio, de forma rotunda, contundente, al Sunderland por 1-4, en el Stadium Of Light. Bolasie lograría un hat-trick en su cuenta personal, pero no sería un hat-trick normal, ya que los tres goles los lograría en apenas once minutos, siendo determinante, solvente. Y, para más curiosidad, celebraría al más puro estilo Cristiano Ronaldo.
Es habitual verle dejando detalles de calidad, gestos técnicos para deshacerse de todos los rivales que le salen a su paso. Un futbolista clave en el ataque de los Eagles que sigue llevándose flashes de los fotógrafos tal y como pasan las jornadas. La presente, a falta de seis partidos para el final, es su mejor temporada a nivel goleador, con cuatro goles (mejorando la anterior, con tres). Sin ser grandes cifras (no es delantero), se ha convertido en una de las piezas claves del buen rendimiento del Crystal Palace y, con su determinación sobre el césped, en una de las piezas principales del técnico.
Un futbolista menospreciado de fronteras para fuera, y sólo valorado dentro del seno del fútbol inglés. Un jugador que, si jugara en otro club de mayores dimensiones, sumaría millones de visualizaciones en Youtube por sus regates, por sus genialidades, como sí ocurre con otros como Ricardo Quaresma o Cristiano Ronaldo. Palabras mayores, sí, pero Bolasie ha demostrado ser un futbolista diferente, de los que marcan diferencias por sí solos, pero con un punto a favor que, como norma general, acaba en beneficio de los suyos, en jugadas efectivas, y no en beneficio propio para que su nombre aparezca en los titulares al día siguiente.
Un extremo de los que se gustan junto a la línea de cal, de los que producen reacciones automáticas, innatas, naturales, a los espectadores, cuando coge el balón y decide, determina, el rumbo de un partido.
El Crystal Palace se ha convertido en una de las historias positivas (como ocurrió el año pasado) en estos primeros meses de 2015. La llegada de Alan Pardew, sumado a futbolistas de la talla de Bolasie, han hecho que los de Selhurst Park naveguen por aguas en calma, aguas tranquilas en Premier League.