Hace ya casi una semana desde que los Denver Broncos se alzaran con el triunfo en la Super Bowl 50 ante los Carolina Panthers en el que, con casi toda seguridad, ha podido ser el último partido del quarterback Peyton Manning. Una leyenda viva que tiene el privilegio de decidir marcharse con su segundo campeonato bajo el brazo.
Pero el domingo pasado no solo pudimos ver los últimos minutos de Peyton como jugador profesional. Y es que, durante la disputa del partido, las redes sociales se conmocionaron cuando uno de los jugadores más atípicos y carismáticos de la liga publicaba en su cuenta de Twitter una foto con unas zapatillas colgando de un cable. Un mensaje claro y esperado, aunque no por ello menos doloroso para los seguidores de la NFL: Marshawn Lynch mostraba de nuevo que la idea de retirarse prima en su cabeza.
“Beast Mode”, como es conocido Lynch por su agresivo e imparable estilo de carrera, ha decidido desde hace tiempo que el fútbol americano ya no tiene importancia. Uno de los running back más dominantes y decisivos de la última década está dispuesto a poner punto y final antes de lo deseado. Se ha cansado del fútbol.
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Probablemente todo provenga del agónico final de la Super Bowl XLIX. En la cabeza de todos, y del propio Lynch, sigue siendo una total incógnita por qué Russell Wilson se jugó ese pase a 1 yarda de la end zone en la última jugada (interceptado por Malcolm Butler, lo que le dio el triunfo a los New England Patriots) en lugar de darle el balón a Lynch para que posiblemente lograra el touchdown de la gloria para él y los Seattle Seahawks.
Pese a ese desenlace, Marshawn renovó su contrato pero, desde que aquel balón salió de la mano de Wilson, Beast Mode no ha estado. Ha desaparecido. Esa decisión seguramente haya sido determinante para que esta temporada viésemos a Lynch totalmente desconectado, lejos del nivel que puede dar. Si a ese factor psicológico le sumamos que las lesiones han sido esta temporada más frecuentes de lo habitual, obtenemos un cóctel explosivo que ha sido la gota que colmó el vaso y ha “ayudado” a Lynch a dar el paso a un retiro dorado a sus 29 años.
Con mucho que dar aún, Marshawn (parece) haber puesto el punto final. Y es que siempre fue un tipo peculiar, distinto al resto de la liga. Un jugador “muy suyo”, reacio a las cámaras y los medios de comunicación, obstinado en vivir en su mundo. Diferente. Atrás quedan ya el miedo de las lineas defensivas al verle venir hacia ellos, sus carreras imparables…. y las cámaras observándolo mientras comía sus ansiados Skittles en pleno partido. Ahora podrá degustarlos tranquilamente en el sofá de casa mientras ve una película, una serie o quizás, si le vuelve a picar el gusanillo, un partido de fútbol americano. Buen provecho y gracias por todo lo dado.