Si consultamos en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española la definición de «arte», aún no sale un fotograma del suceso futbolístico que cambió una era. Aún no incluyen en sus acepciones la «recorrida memorable» que Víctor Hugo Morales bautizó en ese 22 de junio de 1986, y que hoy cumple 30 años. Una jugada más del «barrilete cósmico», iniciada lejos del área y que, sin saberlo, nos iba a cambiar a todos la visión del deporte rey. Una jugada que Maradona ya había soñado e intentado. Una jugada en la que un hombre, al fin, iba a reencarnarse en Dios.
Casi once segundos de puro Diego Armando Maradona
Según Casciari, fueron 10.6 segundos. Un tiempo dedicado al regate, a la superioridad y a la ofensiva brutal y artística. Una lucha entre el talento y la fuerza, en la que una vez más, el talento supo cubrirse de gloria y que, en los pies de un genio, supo desarrollar toda su creatividad. En esos 10.6 segundos supo abrirse paso entre defensas y compañeros, dejando atrás a las aspiraciones inglesas de siquiera rozar ese «Adidas Azteca» del Mundial 86. Jugando a lo que sabía, en 10.6 segundos. Aunando toda su técnica, velocidad y creatividad en una jugada de apenas 11 segundos.
Dejando que la calidad y las ideas manaran desde su cerebro hasta el último tramo de piel de los dedos de sus pies y manos, Maradona quiso regalarse la frivolidad máxima. La jugada soñada de la que hablaba siempre. Esa jugada de Dios que jamás hizo por nosotros y nosotras, sino para si mismo, para sus aspiraciones, para su recuerdo. Ciertamente nosotros lo robamos, porque el arte siempre es del pueblo, pero Diego no quiso impresionar a nadie. No lo necesitaba.
La redención y la excusa
Y es que Diego ya había hecho de las suyas. Se suele decir que con el primer gol a Shilton, con la mano, Diego Armando Maradona insultó al gol y al balonpié. Dejó bajo tierra la calidad que atesoraba para trampear y hacer más feo lo bello. No obstante, el ’10’ se debió de sentir también mal por la jugada. Solo tres minutos después. Del ’51 al ’54. Con talento, Diego Maradona iba a regalar su perdón al mundo de fútbol.
Imaginad. El Estadio Azteca, lleno de gente. Cerca de 100.000 personas, ignorantes de lo que iba a suceder, se acomodaban en sus asientos en la pugna no oficial de la Guerra de las Malvinas. En un partido en el que no se jugaban las famosas islas, pero se sentía en el país sudamericano como tal. Argentina pedía la derrota inglesa a manos de un verdugo que ya asomaba como mito y que con el ’10’ en la espalda iba a sorprenderlos a todos. En 10.6 segundos, serían espectadores de la historia del fútbol.
La consagración del talento, la definición del arte
Si consultamos en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española la definición de «arte», jamás encontraremos un fotograma de ese día, de esa pugna, de esos 10.6 segundos. Es complejo. Pero siempre lo sentiremos como tal. Hoy, 30 años después, el arte de esa jugada, su duende, sigue cogiendo fuerza. Sigue siendo una declaración de intenciones, de juego, de talento.
Sigue siendo la mayor demostración de que Maradona es más que ese hombre que da titulares, ese hombre que se equivocó y lo reconoció, ese hombre que quiso ser menos grande de lo que pudo ser… Maradona fue hace 30 años ese hombre que nos regaló una de las imágenes más bellas del deporte que amamos. Sin pedir nada a cambio. Solo por jugar. Como los buenos: porque podía… lo hizo. Y como podemos, sigamos disfrutándolo.
Valladolid, 1988. Social media. Periodismo por vocación y afición. Con el fútbol como vía para contar grandes historias. Apasionado del fútbol internacional y "vintage".