El dinero no da la felicidad, dicen. Pero lo que sí da el dinero es lo que puedes comprarte con él, y eso puede hacerte más o menos feliz, depende de cómo lo uses. Para ello no es necesario gastar cantidades astronómicas en algo. Cuando puedes tener lo mismo a mejor precio. No es sólo tener dinero. Es saber usarlo. Y algo que se aprende cuando no se tiene capital, es como usar lo que tienes.
El Wolfsburg, con Hecking y Allofs como cabecillas, ha estado haciendo eso durante los últimos años, convirtiendo lo poco que tenían en casi oro puro. El trabajo de base y de formación de jóvenes ha convertido al proyecto de los lobos en el ganador de una carrera por ver quien le sopla la nuca al Bayern. De momento, el aliento de la manada de lobos les pisa los talones, y no hablamos sólo en lo deportivo, dónde el Wolfsburg venció de manera limpia y sobria al recién coronado campeón de Bundesliga por vigesimoquinta vez. Hablamos en un proyecto mucho más allá de donde limita la línea blanca del césped.
El Wolfsburg va camino de apropiarse una finca en un barrio glamuroso y pomposo, en una avenida dónde los clubs tienen grandes inversores y el dinero no es un problema para ellos. Dónde si te piden 30 millones de euros por un suplente en la Premier League, los pagas al contado y esperas a que te llegue, como si de un pedido por Amazon se tratase. En ese barrio sólo hay dos alemanes y uno tiene más un pie fuera que dentro: está el Bayern, ese vecino de siempre, cómodo con su estilo de vida, y el vecino nuevo que intenta acabar de acomodarse y que mira de reojillo al vecino, el Dortmund. El tercer equipo alemán en unirse a este modelo de accionistas y grandes cantidades de dinero pueden ser lo lobos.
Volkswagen, es el coche alemán por definición, es –cómo su propio anuncio describe- “das Auto”. Y la concesionaria germana quiere llevar en un cómodo viaje al VfL Wolfsburg hasta el vecindario para hacerle parte de él. 100 millones –o incluso más-, estaría dispuesta a proporcionar al que ahora es segundo de la Bundesliga. En la empresa estarían dispuestos a proporcionar el dinero, ese dinero, al club para que pueda comprar un “fondo de armario” con el que salir a pasear en el vecindario, una plantilla con la que poder jugar los miércoles y los fines de semana. Quiere hacer que el lobo sea el vecino al que mirar con envidia.
En ese paseo se esperan llegadas a la nueva residencia del club de la Baja Sajonia, llegadas prometedoras y felices, con risas que llenen un jardín al que jugar al fútbol. Porque la empresa de los coches alemanes por antonomasia sabe que puede fiarse de los hombres al cargo.
Ivan Perisic, Luiz Gustavo o Kevin De Bruyne, son algunos de los nombres de los traspasos de esta manada que forjaron Dieter Hecking y Klaus Allofs. Eso combinado con un trabajo en las categorías inferiores con más cuidado ha hecho florecer frutos en forma de nombres tan prometedores como Robin Knoche, que con sólo 22 años puede ser actualmente uno de los centrales alemanes con más proyección.
Lo que es cierto es con una inversión así asusta, asusta mucho al barrio de los ricos de la Bundesliga. Le están viendo las orejas al lobo.