Hace ya unos cuantos años que al Real Madrid lo
sostienen los goles. No es mal punto de apoyo, pero sí frágil. La efectividad
de cara a portería suele atender a factores tan etéreos como la confianza, el
azar o las sensaciones. De ahí su volatilidad. Cuando la cantidad de goles
decrece, la ausencia de una hoja de ruta clara, de un plan de juego definido,
convierte a un equipo estelar en un equipo vulgar. En esa fina línea se mueve
habitualmente el fútbol.
Pueden tomar lo anterior como un análisis resumido de
cuanto le ha sucedido al Real Madrid en estos últimos meses. Un equipo
anárquico que ha fiado todo al gol mientras observaba como la inspiración se
iba de su lado. Fue un conjunto huérfano del respaldo que otorgan los goles y
su estructura se hizo endeble. Sin la compensación de las goleadas, cada gol
encajado era más dramático.
Sin embargo, parece que el torrente sanguíneo del gol
vuelve a circular por las venas del equipo de Zidane. Cristiano se ha
reencontrado definitivamente con el gol, lo que incluso le permite aparcar su
voracidad competitiva para adornar a un Benzema taciturno. Bale mantiene una
progresión aceptable y a la ecuación se han sumado nombre secundarios que
quizás estén pidiendo dejar de serlo. Asensio y Lucas Vázquez, principalmente, están
contribuyendo a mejorar el ratio goleador
de un equipo necesitado de arreones.
A todo ello han contribuido, también, una mejora
sustancial del juego del equipo. En el Bernabéu ante el PSG, en Leganés y de
nuevo el sábado ante el Alavés se vislumbraron retazos de imaginación, de
verticalidad sin adornos. Pura efectividad. También resurgieron los problemas
en defensa, que no llega a mantener la concentración durante todo el encuentro,
pero esa sensación de inseguridad se empieza a mitigar con el poderío atacante.
Quizás estemos ante una progresión esperanzadora o en el centro de una lucidez
coyuntural, un fogonazo de buenas maneras que en un futuro solo sirvan para
recordar lo que pudo ser y no fue. Invitemos al optimismo.
Lo que es innegable es que al Real Madrid le vuelven a
acompañar los ángeles del gol. Esos elementos abstractos, indescifrables,
capaces de desentumecer a un equipo que, hasta hace unos partidos, había
convertido el área rival en un páramo de intrascendencia y su camino por la
Liga en una carrera hacia el olvido. Supongo que de todo se sale. El PSG fue la
cabeza de turco para un Real Madrid que ha vuelto de la mano con el gol. Su
sempiterno punto de apoyo.
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