Siempre se caracterizó al Villarreal por jugar bien, por ser uno de esos equipos preciosistas que utilizan el camino más bello para llegar al gol. Sin embargo, son muchos los partidos que el Submarino ha empatado o perdido a lo largo de su trayectoria en Primera División por ser alegre en ataque y concesivo en defensa.
Marcelino, proclive a que su equipo sea agresivo y feliz con que se elogie su juego por la prensa nacional e internacional, cambió ligeramente el chip la pasada campaña, cuando una serie de derrotas ante rivales de nivel -Barça, Real Madrid, Sevilla y Valencia- les privaron de soñar con aspiraciones mayores. «Estoy un poco hasta los coj… de jugar bien y palmar. Hay que competir y ganar», decía el técnico asturiano entonces.
Y como analizamos entonces, tras la derrota en Zurich, el Villarreal se volvió más especulativo. Esta temporada, con un equipo prácticamente nuevo, se está viendo a un Submarino más competitivo, pero menos brillante. Se recuerdan pocos partidos con un porcentaje alto de buen juego, pero en cambio los resultados sí llegan. Es quinto en Liga BBVA con los mismos puntos que el cuarto y a sólo cuatro del líder, el Real Madrid. Y en Europa League, la victoria in extremis ante el Dinamo Minsk le acerca sustancialmente a dieciseisavos de final. Fue un partido pobre de los amarillos, sobre todo en ataque, donde no hubo ni fluidez ni profundidad.
Sin embargo, la fortuna sí le acompaña este año al Villarreal, que ya ha ganado esta temporada a Atlético y Sevilla, se puso líder por primera vez en su historia -y lo mantuvo durante tres semanas- y gana partidos en los minutos finales, pese al mal juego mostrado. Dos goles de Soldado, uno de penalti y el otro de rebote, dieron la vuelta al marcador en el Borisov Arena, pese al cansancio y la exigencia de los partidos ligueros -viene de jugar ante el Sevilla y este domingo visita el Camp Nou-. Sí, el juego no es el mejor, pero los resultados son casi inmejorables. Y eso, de momento, es lo que importa.