Pocas cosas se han resistido al marketing deportivo pero uno de los casos más llamativos fue el de Rivaldo. Se cumplen ahora 20 años de la llegada de este fantástico jugador al Barcelona y es interesante repasar cómo uno de los mejores futbolistas de los últimos decenios ha tenido que luchar contra sí mismo y la opinión pública para hacerse con ese lugar de privilegio en el libro del fútbol.
La pasada semana, con motivo del partido del Barcelona ante el Valencia, se repitió la espectacular chilena con la que Rivaldo anotó el gol que impidió que el Barça quedara fuera de Europa por primera vez en su historia y que provocó una reacción en público y jugadores similar a la del reciente encuentro de la remontada frente al PSG. Pero ni siquiera esta acción con tanto simbolismo en la imaginería azulgrana le sirvió para salir del club con honores.
Toda la vida de Rivaldo dio para un libro novelado, lo que en cualquier otro gran deportista habría repercutido en éxitos de ventas, ediciones en distintos idiomas o conferencias del protagonista. Sin embargo, la comunicación y el marketing siempre pasaron de largo. Creció en una familia pobre y numerosa, siempre fue el peor jugador de los tres hermanos varones, y no tiene fotografías de su infancia por la carestía familiar, más allá de una instantánea que hizo un trabajador del club al equipo. De niño vendía pasteles a otros chavales a la salida del colegio o repartía comida y bebida por la playa. Organizaba rifas populares o se apostaba en las puertas de los mercados para ayudar a los clientes a llevar las bolsas más pesadas. Cazaba pájaros vivos para venderlos por el barrio y padeció los problemas que afectan a los chicos malnutridos.
Rivaldo celebra un gol en Champions contra el Leeds en el 2000 | Getty Images
Cualquiera que hubiera conocido su historia lo tendría como ejemplo de superación, sacrificio, esfuerzo y éxito. Más aún tras la muerte trágica de su padre, atropellado por un autobús, y de la que se enteró su familia casi 24 horas más tarde al escuchar el accidente por la radio tras una madrugada de sobrecogimiento ante la ausencia inexplicable del patriarca. El niño Rivaldo tenía una especial habilidad con las matemáticas pero le servía para hacer cuentas con su padre para ver de qué modo estirar los exiguos ingresos más allá de los 10 días que solían cubrir.
Como jugador, se ganó el sobrenombre ofensivo de Patapalo. En su primer gran partido de club, tras marcar el gol de la victoria, no pudo responder a los periodistas y en su lugar se puso a llorar de timidez delante de los micrófonos. Su madre y algunos entrenadores le recomendaron estudiar porque visualizaban que no se ganaría la vida con el fútbol. Nunca fue internacional en las categorías inferiores. En la selección fue siempre un maldito, al provenir del noreste de Brasil y no tener al periodismo a su favor. Le culparon de eliminaciones y derrotas, las grandes marcas renegaron de él y hasta se publicó que sus problemas con el carisma se debían a que no iba con modelos y grandes coches, no se peleaba ni celebraba los goles con chispa: al final, ¿quién quiere parecerse a alguien que se parece a millones de personas?
Incluso llegó al Barcelona, no por ser el mejor, sino para sustituir al mejor, en aquel caso Ronaldo. Sus días de azulgrana estuvieron marcados por la polémica con los jefes (el presidente Núñez y los entrenadores) que ya le engañaron incluso antes de firmar su contrato, y la complicidad con los jugadores. Se le buscó equipo varias veces, firmó la renovación sentado en el suelo de un despacho, el de Joan Gaspart, en obras y se marchó con la misma celeridad con la que llegó.
Ganó un Balón de Oro y un FIFA World Player, cuyo trofeo le molestó especialmente al consistir en un “pedazo de vidrio” en lugar de una enorme copa. Amó jugar al fútbol pero no le gustó el mundo del fútbol. Rivaldo, el enemigo del marketing, se definió a sí mismo cuando, recién conquistado el premio de mejor jugador del mundo, preguntó ¿y ahora qué?, en contraste con la voracidad que hoy día demuestran, por ejemplo, Messi y Cristiano. Patapalo fue uno de los grandes, sin duda, más allá de las entrevistas y las fotografías, un deportista muy completo en el césped pero muy líquido fuera de él.