Cuenta un dicho popular que ‘la realidad siempre supera a la ficción’. Hace casi un siglo que Francis Scott Fitzgerald escribió su relato ‘El curioso caso de Benjamin Button’, la historia de un hombre que nació siendo anciano y cumplía los años hacia atrás. Mucho más reciente es la saga ‘Harry Potter’ de J. K. Rowling, cuyo primer tomo gira en torno a la búsqueda de la piedra filosofal –y su codiciado elixir de la eterna juventud- como ruta a la inmortalidad.
Hasta aquí todo muy entretenido, muy bonito, muy bien narrado y construido. Muy inverosímil. Totalmente ficticio. Y, de repente, la realidad se abre paso. Con nombre y apellido: Valentino Rossi.
Año 2015. Un hombre pegado a una moto se mofa y befa de la capacidad de inventiva de Fitzgerald y Rowling. Ni los dos juntos sumidos en un ‘brainstorming’ imaginario en una mesa del ‘coffee shop’ más bizarro de Amsterdam hubieran sido capaces de acercarse a atisbar el guion inicial de la temporada 2015 del mundial de motociclismo.
Un hombre cuyo DNI le acerca inexorablemente a la pesada cuarentena poniendo en jaque al veinteañero al que todos señalan como nuevo ministro de magia de MotoGP y a toda su corte de aurores.
Un hombre que vivió un destierro de dos años, que retornó cual hijo pródigo a una casa en la que el decorado había cambiado por completo. Que decidió no exigir nada en base a hazañas pasadas y optó por escalar el muro que él mismo había ordenado construir; para después derribarlo y edificar otro mucho más sólido a base de puntos.
Un personaje que escogió despojarse de su propia condición de mito para retornar a su estado humano y, desde ahí, apuntalar su leyenda a base de nuevas conquistas. Que formó un ejército en torno a un rancho de tierra en el que compartir su sabiduría con pupilos elegidos con mimo para, al tiempo, contagiarse de su imberbe vivacidad.
Tan joven y tan viejo. Un doctor que sabe que la medicina es un campo donde el aprendizaje jamás cesa. Capaz de aprender de sus errores. Conocedor del arte de la guerra. Un moderno Benjamin Button que conquistó mundiales como un anciano y que se ha visto obligado a rejuvenecer, a reinventarse a sí mismo ante la irrupción de una nueva generación que le había perdido el miedo.
Un adicto a la gasolina con un rival a su altura, también serio candidato a la inmortalidad, que actuó como elixir de eterna juventud. Que no dudó en unirse a su enemigo cuando no pudo con él, pero que a la vez trabajó para elevar su nivel y descontar los años hacia atrás hasta sentirse de nuevo con el ímpetu de un adolescente. Hasta llegar al momento de mirarle a los ojos y retarle en duelo.
El GP de Qatar pudo pasar por una divertida anécdota, y la carrera de Texas cargó de razones dicha teoría. Hasta Argentina. Lo sucedido en Termas de Río Hondo demostró que, por más que Albus Dumbledore y Harry Potter compartan bando, la inmortalidad es un bien demasiado codiciado. Y piedra filosofal sólo hay una.