REDACCIÓN – La de veces que los aficionados al fútbol han jugado a ser mánagers de fútbol. El caso más común se produce mediante una videoconsola. Un videojuego que permita acceder a la gestión deportiva de un equipo de fútbol determinado hará que, con control absoluto, el aficionado, el jugador, haga las delícias de sus sueños sin impedimento. O, sin ir más lejos, cualquier persona que vea un partido desde su sofá.
Todo parece fácil, incluso sencillo. "Yo ficharía a Falcao para el Chelsea, o a Khedira", y ya está. Miles de casos similares. Los sueños son gratis, o al menos reproducirlos en las mentes, pero luego el juego no parece ser tan accesible.
Un claro ejemplo se localiza en Inglaterra, en la ciudad de Manchester, y en el estadio de Old Trafford más concretamente. Sólo una temporada, no más. La marcha de Sir Alex Ferguson del Manchester United como técnico de los Red Devils marcó un antes y un después en el seno del club. La figura del mánager británico más laureado creaba una presión absoluta para sus futuros sucesores. Y las consecuencias ya están instaladas.
David Moyes fue noticia durante los meses que duró su etapa en Manchester, pero sus métodos técnicos no fueron el gran hándicap del equipo. El United necesitaba un mediocentro creador que cogiera las riendas del equipo, que actuara de cerebro, que manejara el ritmo del partido a su antojo y en beneficio de los suyos. La figura de Paul Scholes todavía hacía sombra, y desde el club parecía que no entendían hacja dónde iba el curso.
Tras meses veraniegos de rumores, de informaciones, de multitud de nombres (como Ander Herrera, Cesc Fàbregas o incluso Toni Kroos) para reforzar el centro del campo, llegaría Marouane Fellaini, procedente del Everton. Un futbolista con caché mediático, que había demostrado sus virtudes en la Premier League, pero no cubriría las necesidades del equipo. Y en los siguientes meses se confirmó lo que parecía una obviedad. Un mercado de fichajes, entonces, estéril. No había servido para nada.
En el mercado de enero llegaría Juan Mata en una operación estratosférica procedente del Chelsea. Otro gran jugador, otra gran estrella que pronto enamoraría a la grada. Pero nuevamente era otro gran futbolista, "sin más", que no acababa de cubrir la necesidad vital del equipo. El staff encargado de los refuerzos seguía sin dar en la tecla, o sin darse cuenta.
Acabaría una trágica temporada. Tras años de omnipresencia europea, los de Manchester se quedaban fuera de toda competición europea. Entonces iniciaría un esperado mercado de fichajes 2014/15. Y sí, llegó un futbolista que reuniría las capacidades técnicas y deportivas necesarias para llevar las riendas del equipo.
Un jugador joven, que pese a su edad cuenta con una gran experiencia. Ander Herrera su nombre. A priori, problema resuelto. Tarde, pero refuerzo de lujo para el centro del campo. Pero el equipo ha sufrido una regeneración y se han marchado dos centrales relevantes del club, como fueron Ferdinand y Vidic. Entonces, el mercado de fichajes subrayaba la opción de reforzar la defensa como principal objetivo. Volvían a tener ante sí un reto.
Llegó el argentino Rojo, bajo el curioso lema de bienvenida de "Rojo is Red", pero las carencias defensivas seguían siendo evidentes. Más todavía cuando ha arrancado la Premier League 2014/15 y el equipo suma 1 punto de 6 posibles (derrota en casa 1-2 contra Swansea y empate 1-1 contra Sunderland). Fichar, al menos, un defensa. Pero el próximo en llegar será Ángel Di María. Un extremo, uno de los futbolistas más determinantes del mundo, un jugador totalmente ofensivo. No un defensa.
Dicen, de los errores se aprende, pero en Old Trafford parece que no acceden a las necesidades. Los miembros de la directiva, junto a van Gaal, son el claro ejemplo de que dirigir un equipo no es sencillo, o no son conscientes de una realidad que crea en la defensa del Manchester United un gran foco, un vacío a rellenar en los últimos días del mercado de fichajes.
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