Cuando se habla de las películas que han marcado la vida de las personas resulta habitual que salgan a la palestra títulos como ‘Lo que el viento se llevó’, ‘El Padrino’ o ‘Bambi’. Yo no soy tan profundo y si bien tengo cierto interés por el séptimo arte debo mentar como influyentes dos cintas que me regaló mi abuela y que probablemente no pasarán a la historia por su trascendencia global.
Una de ellas contenía los mejores goles que se marcaron en el muchas veces vilipendiado Mundial de Estados Unidos. En su metraje obras maestras como el lanzamiento de falta de Eric Wynalda ante Suiza o la ‘maradoniana’ jugada del saudí Saeed Al-Owairan contra el combinado belga.
La otra la regalaban con un popular periódico local de Salamanca y permitía ver tantas veces como el espectador quisiera uno de los partidos más legendarios del fútbol español en los años noventa. En la época donde la añorada ‘promoción’ aún existía, la Unión Deportiva Salamanca firmó la primera de sus sucesivas noches memorables imponiéndose por 0-5 en el Carlos Belmonte al Albacete tras caer 0-2 en el partido de ida.
Una auténtica exhibición por tierra y aire coronada con un gol icónico narrado por José María del Toro, el que firmó Vellisca después recorrer treinta metros de campo sin oposición mientras levantaba los brazos por el camino. Pura gasolina para un chaval como yo, descendiente de salmantinos y abridor compulsivo de sobres de cromos.
Acercarme a la UDS fue empezar a comprender que se podía encontrar satisfacción en los objetivos modestos. Así recuerdo mi primera vez en el Helmántico con motivo de un amistoso veraniego donde los locales se impusieron por 3-0 a la Real Sociedad con tantos de Balta, Quiroga y Barbará. También estar jugando en el Campo de San Francisco, después de tomar algo en el ‘Berysa’, cuando alguien vino a decirme que el Salamanca le había endosado un 6-0 al Valencia.
El interés sin embargo no me asaltaba exclusivamente al parar en la ciudad visitando a mis familiares. Mientras hacía los deberes escuchaba con deleite conexiones como aquellas el día en el que el Deportivo de Madar cayó doblegado por 4-1. Asocio el 0-4 ante el Alavés al regreso por carretera de un viaje escolar a no sé muy bien dónde. Y, por supuesto, era un asiduo cada vez que la televisión me ofrecía cualquier enfrentamiento. El triunfo ante el Barcelona la Noche de Reyes o aquel duelo en el que cuatro goles de Vieri fueron insuficientes para doblegar a los charros tienen un lugar privilegiado en mi memoria.
La Unión me hizo, en definitiva, ser partícipe de momentos únicos pese a vivir a doscientos kilómetros de la ciudad. Por ello experimenté un gran vacío existencial el día que se confirmó su desaparición tras varias campañas en la intrascendencia, cuando salvarse en Segunda era algo para celebrar hasta el punto que mi única aportación de momento a la Wikipedia fuera añadir en el perfil de Kike López el tanto que dio la permanencia ante el Villarreal B en la 2009-2010.
Todo lo que rodeaba al club se ha vendido o ha ido sumiéndose en el olvido pero el alma, preciado bien inmaterial, perdura. Lo hace en el corazón de quienes algún día sintieron algo por el escudo y, de manera física, en un estimulante proyecto que crece de manera imparable obsesionado por volver a llevar el mejor fútbol a la urbe castellanoleonesa.
Este atiende al nombre de Unionistas, una entidad alumbrada por quienes deseaban homenajear al que fuera el equipo de sus amores pero sin ánimo alguno de suplantarle. Así pues no se trata de la nueva UDS sino de algo completamente distinto que, respetando el legado, aspira a llegar a lo más alto a través de una gestión que evite caer en el despilfarro y los malos hábitos.
El crecimiento ha sido hasta ahora modélico en lo deportivo. Desde que empezara en Provincial todo han sido buenas noticias hasta llegar a Tercera, ocupando puestos de playoff de ascenso en su debut en la categoría y sorteando rondas para seguir acercándose al sueño de la división de bronce. La ilusión ha vuelto a edificarse en el solar que había dejado la horfandad.
La idea resulta atractiva e incluso yo, que por falta de tiempo cada vez viajo menos hasta allí y que muy a mi pesar no he podido aún presenciar en directo lo que está cobrando forma, me he sorprendido en ocasiones leyendo crónicas antes consideras intrascendentes o consultando de manera periódica la clasificación del Grupo VIII.
Todo un ejemplo de que nadie se va del todo mientras haya gente dispuesta a recordarle. Sin manchar el pasado pero con la misma ilusión por que se vuelva a hablar de grandes gestas en el futuro, es cuestión de tiempo que la gloria vuelva a darse un paseo por la orilla del Tormes. Que a nadie le pille de sorpresa.
"Periodista deportivo en la Agencia EFE, colaborador en 'This is futbol' y autor del blog 'De paradinha'. Antes en Telemadrid, Radio Marca y Radiogoles. Narro, presento, comento, produzco, edito, redacto y hago un guacamole bastante digno"
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