¿Qué es más complicado, acostumbrase o desacostumbrarse a algo? ¿Y a alguien? ¿Y qué es más bonito?
Los seres humanos tendemos a culpabilizar y condenar a la rutina de los problemas a los que nos enfrentamos a diario. La rutina no ha de ser necesariamente algo negativo. Es posible disfrutar del orden de las cosas y de la repetición de las mismas actividades, en los mismos días, en los mismos lugares y, lo que es más importante, con la misma compañía. Siempre y cuando esta sea la correcta, ahí está el secreto.
En el mundo del deporte acostumbramos a repetir este proceso. Si un deportista o un equipo tiene por rutina ganar todas las competiciones en las que participe, lo vamos a ver como algo aburrido y no vamos a valorar el esfuerzo y talento de los ganadores. Es más, nos vamos a cansar de ver siempre las mismas caras vencedoras y buscaremos cualquier derrota, en ocasiones puntual o injusta, para justificar un fracaso. En el Campeonato del Mundo de MotoGP nos hemos acostumbrado a ver a un piloto español en lo más alto del podio y que cada temporada, en Valencia, en la última cita del calendario, sea un español quien añada su nombre al trofeo de campeones. Han hecho de la victoria, su rutina.
Desde 2012 el campeón del mundo de la categoría reina ha sido español. Nueve campeonatos de forma consecutiva, algo que no había sucedido nunca en la historia de la competición. Los siete consecutivos de Agostini para Italia; seis seguidos lograron los Estados Unidos de la mano de Lawson, Rainey y Schwantz; los cuatro de Mike Hailwood y los cinco de Doohan y Valentino Rossi han sido las ocasiones en que más cerca han estado del trono que España ha perdido en 2021 por culpa de Fabio Quartararo. Jorge Lorenzo en 2012, Márquez en 2013 y 2014, de nuevo el ‘99’ en 2015, los cuatro consecutivos de Marc y el de Joan Mir en 2020 dieron un total de nueve campeonatos del mundo para España.
Una gesta que, probablemente, no volvamos a presenciar jamás.
Las circunstancias de la temporada 2021 han sido muy especiales porque el máximo favorito, Marc Márquez, todavía arrastraba secuelas de su lesión y no pudo dar el 100% durante todas las pruebas. De hecho, se perdió varias a principio de temporada. El actual campeón, Joan Mir, y Álex Rins, su compañero en Suzuki, no contaron con la velocidad necesaria en su moto para competir de tú a tú con las Ducati y con Quartararo, en condiciones normales. Y, por supuesto, no debemos obviar que el francés ha sido el más fuerte toda la campaña. Al final, era un duelo a dos entre Quartararo y Bagnaia y ha sido complicado desacostumbrarnos a ver a un español ganar el campeonato del mundo, pero esto no es necesariamente negativo. Llegan nuevas caras, nuevos pilotos y surgirán nuevas narrativas e infinidad de historias por contar.
También debió ser complicado para los rivales acostumbrarse a ver a los pilotos españoles sistemáticamente en lo más alto cada domingo. Y eso tampoco tuvo por qué ser necesariamente negativo, sino una motivación para continuar trabajando y alcanzar ese nivel.
El próximo año estará repleto de nuevas rivalidades y alicientes para seguir enganchados a MotoGP. Un duelo de igual a igual entre Márquez y Quartararo; la consagración de Ducati, Pecco Bagnaia y una hornada de talento italiano que viene pisando fuerte por detrás con Bastianini, Marini y compañía; los rookies, Raúl Fernández y Remy Gardner; Miller, Rins, Mir, Morbidelli y la lucha por los podios; la primera sin el ‘46’…
Han sido nueve temporadas consecutivas de rutina. No sé si es más complicado acostumbrarse a lo nuevo o desacostumbrarse a lo conocido, pero, como dije antes, la repetición de las mismas actividades, en los mismos días, en los mismos lugares y, lo que es más importante, con la misma compañía; puede ser muy bonito. Y ese es nuestro objetivo para la temporada 2022 de MotoGP: tendremos que construir una nueva rutina.
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