Toda una temporada. Eso es lo que se juega el Valencia en la final de La Cartuja. Los de José Bordalás, que llegan en un momento crítico en cuanto a sensaciones y resultados en Liga, necesitan ser puntuales con este último tren. Y no sería cualquiera, ya que le esperaría un doble destino que le cambiaría la cara a todo el valencianismo: ganar “La Novena” Copa del Rey y jugar competición europea la próxima temporada (Europa League).
Los de Mestalla han sido incapaces de, a través de la competición doméstica, encontrar una regularidad para pelear por los puestos de arriba. No ha ganado a ninguno de los seis primeros clasificados y se ha encontrado con más de un revés con los de abajo. Además, el juego ha dejado bastante que desear y ha sembrado más de una duda en cualquier escalafón de la institución. Por ello, el Valencia se ha instalado en el centro de la tabla sin opciones de llegar a nada. Es inconcebible que un club de esta dimensión esté tres temporadas sin viajar por el viejo continente. Y, si no sale victorioso ante el Betis, es lo que va a pasar. Desde los años 80 no se ve una estampa tan difusa e imprecisa. No es casualidad que se esté transitando por la miseria y escasez con el mando y gestión de Peter Lim. Cuando el máximo accionista delegó en profesionales se notó. Cuando ha querido manejar él la consola, también. Y de manera lesiva y perniciosa a nivel deportivo.
Para dejar el desánimo al margen, los soldados de Bordalás tienen en su mano la posibilidad de tocar metal y hacer felices a millones de personas. Por engordar un palmarés que siempre abrazó ‘las Copas’ con su carácter bronco y por comprar el billete a una necesidad llamada Europa. El club no puede vivir ajeno a una realidad económica y eso pasa por estar bien posicionado y entre los mejores. Estará acompañado en Sevilla por miles de murciélagos que quieren dejarse la garganta para que ese doble premio se puede lograr. Es un partido, una final, donde no es definitivo cómo lleguen ambos equipos. Las diferencias entre Betis y Valencia durante la temporada están siendo palmarias pero noventa minutos a las puertas de un título varían el favoritismo. Además del doble galardón que supondría ganar la Copa, el Valencia se obligaría a comprar a Omar Alderete ya que por contrato con el Hertha de Berlín se acordaron dos requisitos: jugar 25 partidos y disputar competición europea. Solo falta el segundo para que se convierta a todos los efectos en jugador valencianista.
El Valencia vuelve a ‘Tierra Santa’ con la ilusión de levantar su Novena Copa del Rey. Con el sueño de alzar al aire el mismo título que ya elevó en sus tres últimas finales disputadas (1999 ante el Atlético, 2008 ante el Getafe y 2019 ante el Barcelona) y de convertir en tablas las finales ganadas y perdidas durante su historia. Hasta la fecha ha jugado 17 finales, ha ganado ocho y ha perdido nueve. Será la 18ª y tendrá la posibilidad de equilibrar esa balanza.
José Luis Gayà y Carlos Soler tienen un sueño como valencianistas y capitanes: culminar esa victoria dejando una instantánea para la eternidad. Y eso pasa por hacer un partido casi perfecto y antagónico al vivido ante los verdiblancos en Liga. Huele a tres centrales si finalmente llega Paulista, con Mamardashvili de guardián y Guedes de principal amenaza arriba. De lo que no hay duda es que las opciones estarán vivas siempre que el equipo esté junto, replegado, sea solidario y explote las contras. El plan para no descarrilar responde a ese desarrollo.
La Cartuja vivirá una fiesta del fútbol entre dos magníficas aficiones cansadas del protagonismo para los de siempre. Serán dos estilos absolutamente reversos pero igual de válidos y se mirarán a la cara dos entrenadores con libros tremendamente antagónicos. Lo que importa en clave Valencia es que Bordalás y sus futbolistas encuentren la fórmula para que sumar otro título más en sus vitrinas y ese viaje de vuelta a la competición europea. Un posible doble destino demasiado goloso.
Contenido patrocinado por Renfe
Imagen de cabecera: @valenciacf
