Para que uno se percate del impasible paso del tiempo no solo hace falta mirarse al espejo. También vale con recordar cómo eran las leyendas que siempre has idolatrado y ver cómo están ahora. Ayer me ocurrió con el sempiterno Andy Murray. El escocés anda con achaques -tiene una prótesis en la cadera- pero mantiene una fortaleza digna de estudio. De eso va el tenis, imagino. Después de ganar en primera ronda en cinco mangas ante Berrettini, se enfrentaba a un héroe local: Thanasi Kokkinakis. Igual de bueno que de loco. Se jugó uno de los mejores encuentros de la última década en Australia. Un choque que merece, por lo menos, unas líneas.
El australiano lo tenía todo de cara. Lideraba el envite a un nivel muy bueno, especialmente con su servicio. El campeón de Wimbledon notaba el esfuerzo de su primer compromiso. Y eso se mantuvo incluso en la tercera manga, cuando Kokkinakis ya lideraba por 2-0. Ahí se dio, con oportunidad de break para Murray, uno de los mejores puntos que yo recuerdo. El de Glasgow salvó dos derechas imposibles de su contrincante y tres remates en la red que eran un punto seguro. Parecía que el de Adelaida estaba jugando con el mejor jugador del mundo: un muro. Terminó fallando y el choque cambió.
Murray remontó y su rival enloqueció. Discutía el otro con la jueza de silla y se peleaba con gente en la grada: a uno le hizo un gesto obsceno -aquí sí que está bien utilizada la palabra, Jordi Wild-. Es ahí donde los grandes jugadores, por muy mayores que sean, huelen la sangre. El veterano, el que ya bromea en las entrevistas hablando de su mujer como si hablara de ‘la parienta’, se tragó el dolor que arrastraba para ir minando la confianza del que tenía delante. Golpe a golpe hasta llegar al set definitivo.
«Es una farsa terminar a estas horas de la noche», dijo el vencedor. Sí, fue Murray tras casi seis horas de partido. Él mismo, en sus últimos peloteos, protestaba por las horas intempestivas a las que se jugaba. Es un sinsentido que la organización permitiera que hubiera tenis hasta las 4 de la madrugada. No es bueno ni para los aficionados ni para los protagonistas del espectáculo. Ocho horas después, el escocés volvía al campo de entrenamiento. Ya se prepara para el envite ante Roberto Bautista. No nos lo podremos perder.
Imagen de cabecera: @AustralianOpen