Pocas cosas pueden desesperar tanto como nadar a contracorriente. En cada brazada te dejas la vida, consciente de que si quieres avanzar debes imprimir la máxima potencia a todos tus movimientos. Pero pasado un tiempo, cuando el agotamiento y la fatiga hacen acto de presencia, acabas dándote cuenta de que apenas te has movido del sitio. Es entonces cuando la opción más cómoda invita a la rendición, ya que el agua sigue intentando arrastrarte mar adentro con la misma furia que minutos atrás, pero a ti ya no te quedan fuerzas para seguir peleando.
Es en ese preciso instante es cuando hace acto de presencia el instinto de supervivencia. Un instinto de supervivencia que, cuando es nuestra vida lo que está en juego, probablemente afloraría en todos nosotros sin excepción, obligándonos a seguir nadando hasta perder el conocimiento. Sin embargo, cuando el nado a contracorriente es en materia deportiva, y lo que puede acabar provocando es algo mucho más superficial como el descenso de categoría de un equipo, la bajada de brazos de sus futbolistas sería algo mucho más factible. A menos claro, que hablemos del Rayo femenino.
La temporada pasada y también la actual están siendo ciertamente convulsas para uno de los clubes más laureados de nuestro futfem. Tres campeonatos de liga consecutivos en su palmarés y un título de Copa de la Reina no han podido evitar que el presente del conjunto vallecano sea un constante sufrimiento, donde los temas extradeportivos se han adueñado del día a día de un cuerpo técnico y una plantilla que, a pesar de ello, no ha dejado nunca de competir al más alto nivel. Es así. No han bajado jamás los brazos, los motivos para hacerlo existen y se van acumulando del mismo modo que el dicho nos recuerda aquello de que “las desgracias nunca vienen solas”, pero el equipo sigue vaciándose en el campo.
El curso pasado, con Carlos Santiso en el banquillo, el Rayo alcanzó la salvación tres jornadas antes de finalizar el campeonato. Quizás años atrás este hecho hubiera carecido de mérito alguno, pero teniendo en cuenta todos los factores que poco o nada tenían que ver con lo futbolístico y que habían golpeado al equipo a lo largo del año, evitar el descenso se convirtió en toda una hazaña. Y por desgracia aquella dinámica no ha cambiado en Vallecas. Los focos siguen puestos a día de hoy en temas de despacho, pluma y corbata, expedientes abiertos que impiden que unas jugadoras puedan centrarse al 100% en sacar adelante una temporada que de nuevo vuelve a antojarse complicada.
Así se ha visto desde la jornada uno. Con los problemas extradeportivos esperando a pie de césped los resultados no han acompañado. Con un empate y seis derrotas, cuatro goles a favor y 19 en contra, se plantaba el Rayo en la octava semana de competición como farolillo rojo. Los malos presagios empezaban a cumplirse, y a pesar de que el curso no había hecho más que empezar, más de un aficionado lo tenía muy claro; “esto pinta francamente mal”. Pero insisto, en el barrio de Vallecas la cultura del trabajo está tremendamente instaurada. Y sus equipos de fútbol hacen gala de esa misma filosofía. La cosa pinta mal sí, pero no por eso se va a dejar de luchar.
El equipo dirigido por Miguel Ángel Quejigo sacó a relucir su orgullo el pasado fin de semana, y eso que el conjunto que visitaba al Rayo no era para nada un rival sencillo. El Sevilla de Cristian Toro llegaba al choque dispuesto a pescar en río revuelto, consciente de que el cuadro madrileño vende caras sus derrotas, aunque también de que este presente convulso jugaba a favor de los intereses sevillistas. Pero se topó con la versión más guerrera de las franjirrojas, quienes tras una primera mitad muy igualada lograron inaugurar el marcador al inicio de la segunda. Y con el luminoso a favor, a pesar de las acometidas hispalenses, supieron aguantar el resultado hasta el pitido final.
La primera victoria siempre es la más importante. Porque te demuestra que, a pesar de lo complicado que resulta creer en uno mismo en determinadas circunstancias, eres capaz de ganar. Y si esta llega mientras nadas a contracorriente su valor es incalculable, dado que la imaginación echa a volar y te obliga a preguntarte de lo que serías capaz si las aguas estuvieran calmadas y no revueltas. Esto será muy largo, y todo apunta a que el camino seguirá estando plagado de obstáculos que poco o nada tienen que ver con lo que suceda sobre el verde, pero futbolistas y cuerpo técnico seguirán vaciándose para mantener la categoría.
Por primera vez en lo que va de temporada el equipo madrileño ha abandonado los puestos de descenso, aunque siendo el Real Madrid su próximo rival a visitar es muy posible que tenga que volver a caer en ellos. Aun así, el conjunto franjirrojo vuelve a demostrar un año más que, por mucho que los factores externos supongan un lastre demasiado pesado para volar alto, no van a restarle ni un ápice de motivación. Tras ese primer triunfo, un Rayo de esperanza ha iluminado Vallecas.
Imagen de cabecera: Rayo Femenino
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