REDACCIÓN – Sólo escribiendo despacio se conseguirá escribir con una tipografía perceptible y clara. O al menos eso desprende el dicho popular. O dicho de otra forma. Con tranquilidad y buena letra.
Stamford Bridge está coronándose como uno de los estadios con mayor índice de satisfacción y alegría de su parroquia en este inicio de temporada 2014/15 del fútbol inglés. El Chelsea de Jose Mourinho arrancaba un nuevo episodio, un nuevo capítulo de un libro futbolístico del que hablan maravillas y colocan altas expectativas.
Los Blues son uno de los 'privilegiados' equipos ingleses que suman sus encuentros por victorias tras la disputa de las dos primeras jornadas de liga. Seis puntos de seis posibles. Dos encuentros, dos triunfos. A priori, un balance del todo positivo, al que se le debe sumar el aspecto goleador, con sólo un gol en contra y cinco a favor.
Una plantilla reforzada de forma notable, con futbolistas de primer nivel en cada una de sus zonas del campo, que ha colocado en el barrio londinense de Chelsea uno de los grandes focos en el mercado de fichajes. Como destino, claro, ya que el origen está subrayado en rojo a orillas del Manzanares, ya que Thibaut Courtois, Filipe Luis y Diego Costa dejaban el Atlético de Madrid para vestir el 'blue' del Chelsea. A ellos se le sumaría otro jugador mediático, como es el centrocampista, ex del Barcelona, Cesc Fàbregas, que volvía así a Inglaterra, al fútbol inglés, y a la ciudad de Londres, pero para defender otros colores.
Las expectivas del Chelsea eran (y son) altas. Grandes fichajes sumados a una temporada 2013/14 sin títulos hacían que el foco mediático recayese sobre el Bridge, y los resultados ya comienzan a llegar. Un inicio de Premier League positivo, brillante, sin duda, que les deja, por segunda semana consecutiva, como líderes del torneo, pero con algunos aspectos que deben ser destacados.
En materia de números, incontestables, pero bien es cierto que los dos primeros rivales han sido dos de los tres nuevos equipos de la máxima categoría del fútbol inglés. Burnley y Leicester, recién ascendidos, han sido los dos primeros equipos que se han cruzado en el camino del Chelsea.
A priori, rivales inferiores a los de Mourinho, que evidentemente se han traducido en victorias Blues (1-3 y 2-0), pero que no han supuesto forzar la máquina londinense en exceso. Tampoco trámites, ni encuentros amistosos, pero sí partidos en los que el favoritismo del Chelsea era claro, y sus victorias sólo han hecho que cumplir un guión preestablecido. No se trata de rivales del Top 5. No se trata de equipos competitivos que lucharán el título a final de temporada.
Entonces, la alegría y el positivismo del inicio liguero (meritorio, sin duda) se ve maquillado, adquiere otro aire, otro punto de vista. El Chelsea está cumpliendo expectativas en citas deportivamente desequilibradas, y será en partidos como el del próximo fin de semana en Goodison Park ante el Everton en los que se deberá evaluar realmente al equipo.
Y bien es cierto que su imagen no está siendo excelente sobre el césped. Un buen primer tiempo a domicilio ante el Burnley (remontando un 1-0 para irse al descanso 1-3) y un aceptable segundo tiempo en casa frente al Leicester han hecho que los resultados hayan llegado. Pero la realidad también contiene un segundo tiempo discreto, con todo decidido, en la primera jornada, y un partido en el que, de no ser por Courtois, el Leicester pudo meter en más de un problema.
Resultados positivos, ambiente festivo y muchas ganas de seguir viendo a uno de los clubes que mejor (parece) se ha reforzado del fútbol británico y europeo. Pero se debe seguir escribiendo con calma, con buena letra, y no excederse en los elogios, ni mucho menos pensar que ya está todo hecho.
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