La Plata es una pequeña ciudad argentina que se encuentra dentro de la Provincia de Buenos Aires, teniendo el honor de ser su capital. Su llamativa y helénica arquitectura le valieron el nombre de ‘Atenas de América’. Apodada también como ‘Ciudad de las Diagonales’, la agraciada urbe es un hervidero de emociones futbolísticas, distribuidas inequitativamente entre los dos equipos más grandes del núcleo urbano: Estudiantes y Gimnasia. Guillermo y Gustavo Barros Schelotto, Juan Sebastián Verón, Martín Palermo, Gerónimo Rulli, Santiago Ascacibar; algunos de los más importantes jugadores de los últimos veinte años y otras tantas promesas de la actualidad han brotado en la población platense.
Las realidades de ambos clubes, sin embargo, son radicalmente distintas, increíblemente opuestas. El presente del Pincha es envidiable: se puede dar el lujo de tener un Presidente-Jugador, disputará la Copa Libertadores y pelea el Torneo con San Lorenzo, Newell’s, Boca Juniors y Banfield. Gimnasia, con Gustavo Alfaro al mando, no logra ser eminente en ningún plano. Irregular, escaso de material futbolístico y con una crisis institucional in crescendo, carece de elementos para pensar en un futuro mejor. Allí aparece la nostalgia, ese infatigable sentimiento que une tiempos y espacios conduciéndonos a mejores momentos. Hace aproximadamente 90 años, el ‘Lobo’ platense le rugió al mundo y dijo presente.
Si bien continúa destacando, el fútbol rioplatense tuvo su época dorada en los años ‘10 y ‘20. El deporte rey se jugaba, por excelencia, en Sudamérica. Brasil asomaría la cabeza a finales de la década del 30’, erigiéndose como primera potencia mundial algunos años después de la Gran Guerra. Por aquellos años, Europa posaba sus ojos en el Nuevo Mundo; un juego vistoso y ofensivo caracterizaba a la enorme mayoría de los equipos. El potrero era parte de la idiosincrasia de aquel fútbol añejo. En ese contexto, Gimnasia de La Plata era uno de los tantos cuadros que ondeaban la bandera argentina en completas giras a lo largo de Europa, con la impronta del espectáculo que debía continuar y cualquiera debía tener el honor de admirar cual obra de arte.
Cuando todavía no había arrancado la etapa profesional en Argentina, la institución tripera logró gritar campeón. El mundo atravesaba el convulsionado 1929, año en que se inició una de las más terribles crisis económico-financieras del Siglo XX. Pero Sudamérica era ajeno a todo. Su fútbol era aséptico, no había mancha que lo ensuciara. Uruguay y Argentina eran el ejemplo. Ejerciendo el título de campeón, el equipo platense arrancó una espectacular gira que tuvo su primera parada en Brasil. Las altas temperaturas no favorecieron el desarrollo de los encuentros y hubo saldo negativo: 1-1 ante Vasco Da Gama y 0-4 ante un combinado carioca.
La Navidad de 1930 llegaría con un impresionante regalo para el conjunto mens sana. El viaje continuaba en España. Pletórico de ilusiones, el Lobo pudo sobreponerse a todo tipo de adversidades: poco tiempo de adaptación a las condiciones climáticas, dispendiosa preparación y un rival como el Real Madrid que se encontraba invicto ante equipos extranjeros. El partido terminó 3-2 a favor de la escuadra argentina, que sorprendió a propios y extraños derrotando a uno de los grandes españoles. Pero otra hazaña esperaba a la vuelta de la esquina. 6 de Enero, Camp Nou. Los platenses volvieron a lucirse y vencieron por 2-1 al conjunto culé. El cuadro platense dirigido por Alfredo Doce había hecho historia.
El saldo del paso por España fue muy positivo, disputando un total de siete partidos, de los cuales ganó cinco, empató uno y perdió el restante. La gira continuó con exhibiciones en Francia, Alemania, Checoslavaquia, Austria, Portugal e Italia. Pero el punto álgido tuvo lugar en España. Gimnasia supo, de esa forma, ganarse los elogios del Viejo Continente. Efectivamente, tal como tituló la prensa gallega tras los históricos choques ante las superpotencias españolas:“Los argentinos parecen haber nacido para jugar al fútbol”.
Fotografías: Sitio oficial de Gimnasia y Esgrima de La Plata