A lo largo de los años hemos visto decenas y decenas de distintos equipos españoles que se han clasificado para competiciones europeas. Desde el Sevilla hasta el Getafe, muchos han cumplido el sueño de escuchar el himno de la Champions o de la Europa League en su estadio. Sin embargo, no todos se la han tomado en serio o no han podido estar a la altura de las circunstancias. En realidad, muy pocos de los equipos que no acostumbran a disputar esta clase de competiciones dejan impronta.
No es el caso del Villarreal, un equipo más ambicioso que lo que dicta su presupuesto, o su estadio, o su ciudad de 50.000 habitantes. Desde que el Submarino ascendió a Primera División allá por finales del siglo XX, el proyecto de Fernando Roig no se ha cimentado en otra cosa que en estar entre los mejores clubes del continente. Y los amarillos casi siempre han respondido a esta premisa.
Anoche, en el partido decisivo para ser líder del grupo, en una competición donde las rotaciones -incluso en el Villarreal- están a la orden del día, Marcelino sacó a su mejor once. No había otro objetivo que ganar y ser primero. Y aunque el Rapid de Viena no lo puso fácil -su actuación demuestra el auge del fútbol austriaco- el gol acabó llegando por insistencia, en un rechace tras un córner rematado por Bruno Soriano.
Antes de jugar el partido, el Submarino ya estaba clasificado para 1/16, pero dio igual. Los jugadores salieron a morder desde el minuto uno. Al término del partido, todos los entrevistaron respondieron lo mismo: «Queremos hacer algo grande». Ese carácter está grabado en el escudo amarillo desde hace más de una década, y le ha valido para superar ocho veces -de nueve- una fase de grupos europea.
Pero si hay algo que todavía le esquiva al destino del Villarreal es una final. Hasta tres veces: la primera vez que disputó la Copa de la UEFA -eliminado por el Valencia en semifinales-, la primera vez que disputó la Liga de Campeones -eliminado por el Arsenal en semifinales-, y en la segunda vez que disputó la Europa League -eliminado por el Oporto, también en semifinales-. Para muchos, llegar hasta el último partido significaría poco menos que una hazaña. Pero hace tiempo que demostraron que el idilio con Europa es evidente. Y que no hay nada que no puedan hacer.