Las dos veces que el Atlético de Simeone ha jugado un partido a vida o muerte ante el Chelsea ha salido vencedor. En ambas ocasiones, el resultado obtenido le daría el pase al equipo madrileño que mañana deberá marcar, sí o sí, para pasar de ronda. Lo hará en Inglaterra tras jugar como local en Rumanía. Cosas de la UEFA, que le da valor doble a un gol de un Chelsea que en Bucarest jugó más cerca de su casa que el Atlético, supuesto local, de la suya. En 2012, un contundente 4-1 con una exhibición de Falcao en Mónaco desarboló a los ingleses en la final de la Supercopa de Europa. Dos años después, los rojiblancos despellejaron en semifinales en Londres a un equipo que comandaba Mourinho y en una situación no idéntica, pero sí parecida a la que se verá mañana en el estadio blue.
Entonces acudía el Atlético con la obligación de marcar para pasar, pero el 0-0 de la ida en el Vicente Calderón le daba algo más de margen y le hacía pasar con cualquier empate a goles y forzar la prórroga si se repetía resultado. Pero Torres, entonces rival, se encargó de montar un escenario que será similar al de mañana. Fue pasada la media hora de juego y, hasta entonces, el Atlético solo había inquietado a los locales con un remate de Koke al travesaño casi en el primer minuto de juego.
Pero ir por detrás espoleó por completo a los chicos de un Simeone que aquel día sorprendió a propios y extraños con la alineación. Es cierto que ya era el tramo final de la temporada y Villa había perdido algo de fuelle en favor de Raúl García. El argentino cogió a todos por sorpresa dando la titularidad, en el partido más importante de la temporada, a un Adrián que llevaba meses siendo una sombra de lo que años antes había sido. El ‘7’, lejos de su mejor nivel y siempre con el runrún de la grada tras su figura, se encargó de igualar el partido al borde del descanso y darle la razón al técnico que menos se ha equivocado en la historia del club.
Porque aquel gol de Torres provocó que el Atlético, sin nada que perder y obligado a echarse para adelante, conquistara Londres como nunca. Arda Turan se subió el cuello de la camiseta y el partido fue un fundido a negro para el Chelsea. El turco se adueñó del balón y solo lo soltó cuando, 40 minutos después, el Atlético ya había sentenciado la eliminatoria con un 1-3 que obligaba a los de Mourinho a meter tres goles más y rezar para no recibir más en el festín colchonero.
Mario Suárez y Tiago se impusieron al cuatrivote físico que había montado Mourinho y tampoco pudo el doble lateral Ivanovic-Azpilicueta con la asociación ofensiva Filipe Luis-Arda a la que a veces se sumaba Koke. Diego Costa hizo sus primeras migas con la Premier, retando a campo abierto a unos Cahill, David Luiz y Terry que nunca supieron contener al que pocos meses después fue su compañero y que brillaba entonces como uno de los delanteros más determinantes de Europa.
De Courtois apenas se supo porque salvo aquel gol que Fernando Torres nunca quiso meter, Miranda y Godín jugaron todo el partido con Eto’o (sí, el camerunés jugó en el Chelsea) y el Niño en el bolsillo. Y Juanfran, que apenas pidió protagonismo, apareció como un rayo en dos de los tres goles que metieron al Atlético en la final.
De aquello hace ya un mundo y apenas habrá jugadores sobre el césped capaces de contarlo. Koke, que jugó los 90 minutos entonces, repetirá mañana. Azpilicueta hará lo propio, mientras que un imberbe Giménez estuvo fuera de la convocatoria. El Chelsea, que venía encadenando una Champions League y una Europa League, sucumbió a los encantos de un equipo que no era el más sonado pero jugaba de memoria y que mañana, con un estilo distinto, jugadores nuevos y un aire diferente, tratará de dar la vuelta a una eliminatoria que desde fuera e incluso desde dentro muchos creen perdida. Al que sí se parece un poco más este Atleti, por cierto, es al que el año pasado arrasó Anfield cuando todos le daban por muerto.
Imagen de cabecera: Chema Rey/GettyImages