De repente un día, 18 años después, el Camp Nou presenció un partido de Europa League. Esa es la noticia, con todo lo que supone y la carga de profundidad que este dato temporal arroja. El partido acabó en tablas (1-1), pero el resultado importa menos que el sonrojo del destierro en sí.
Jueves, 18.45 y el Barça arrojado a los leones de la segunda competición continental como consecuencia de haber firmado la peor primera fase de grupos de Champions de su historia.
En un contexto bastante descorazonador, 73.535 espectadores asistieron al coloseo azulgrana como el que va a un concierto a regañadientes, arrastrado por su pareja. «Voy porque eres tú, que conste». Fue sonar la sintonía de la Europa League y la gente entró en calor. Una nueva experiencia para muchos. «¿Ves? Todo es probar, cariño».
Barça y Napoli. Dos equipos que atacan mejor que defienden y necesitan el balón para dar sentido a lo que Xavi Hernández y Luciano Spalletti pregonan. Pedri en el 4′ y Nico González en el 14′ amenazaron la portería partenopea. También lo hizo Victor Osimhen en el 21′. La flecha nigeriana tiraba desmarques como si no hubiera un mañana. Adama Traoré y Aubameyang la tuvieron en el 23′. Nadie acertaba, pero el correcalles ya se había instalado en el tapete de la Travesera de Les Corts. Mientras tanto, el talentoso Fabián Ruiz, amigo de la pausa y el temple, le recordaba al Camp Nou por qué ha sido objeto de deseo en Can Barça durante al menos dos mercados estivales. Hay jugadores que te impresionan cuando los ves por primera vez en directo. El ex del Betis es de esa estirpe. Clase supra. Un elegido.
En el 27′ Ferran Torres tuvo la ocasión más clara para el 1-0. Perdonó de manera incomprensible. No lo hizo Zielinski, que un minuto más tarde del error del valenciano vacunó a la zaga azulgrana para recordar a la sufrida parroquia local que si perdonas lo pagas, aunque sea la Europa League.
Ya en el segundo acto, con Nico un tanto superado y Frenkie de Jong de nuevo errático, fue Pedri el que se rebeló contra el sistema, ese en el que Koulibaly mandaba cual cacique, Fabián imaginaba líneas de pase y Osimhen amenazaba con el segundo a la contra. La irreverencia del canario contagió al público y el público a los otros futbolistas azulgranas. El efecto dominó.
Así llegó el empate en el 57′. Adama Traoré sacó un centro, el enésimo en tres partidos. Mano leve de un zaguero italiano. El VAR avisa al colegiado y este señala los once metros. Ferran marca. 1-1 y partido nuevo. El concierto a regañadientes derivó en una caldera. El ‘Un dia de partit’, variante culé del afamado ‘Un giorno all’ improvviso’, retumbaba sobre los vetustos cimientos de un Camp Nou que vibraba. Durante tres minutos esas 74.000 personas olvidaron que era jueves y que era la Europa League. Juernes.
En el 64′ Xavi sacudió el equipo. O eso pretendió. Entraron Gavi, Busquets y Dembelé por Nico, Adama y Frenkie de Jong. Sonora pitada de inicio para el extremo francés cada vez que tocaba el balón. Poco a poco, unos tímidos aplausos empezaron a neutralizar a los más ofendidos.
En ese momento el Napoli ya hacía tiempo que había hipotecado todo a que Osimhen cazara un buen contragolpe ante los años de Piqué y las dudas de Eric García. Viendo que no le salía el plan, en el 79′ Spalletti metió al ínclito Mertens en lugar del nigeriano. Misma hoja de ruta con diferente tren.
El 1-1 seguía en el Camp Nou a falta de cinco minutos. Xavi quitó a Aubameyang para dar entrada a Luuk de Jong. El que trajo Koeman. El de los memes. El salvador.
La rozó el Barça en el 87′ y en el 88′ con dos picotazos diabólicos de Dembelé que Ferran Torres no transformó. En ese momento ya nadie pitaba. El francés díscolo era la tormenta perfecta. En el 89′ un Luuk de Jong desatado firmó una chilena que si llega a entrar derrumba el Camp Nou.
Seis de añadido y el aficionado culé confiaba en el 2-1. El Barça volcado y los partenopeos achicando agua como podían. Jamás llegaría ese segundo gol y el partido acabaría en tablas.
‘Un giorno all’ improvviso’ el barcelonismo volvió a catar la hiel de la Europa League, constatando que más allá de la sintonía de inicio y la fisionomía de la copa que se busca, el fútbol continental sigue siendo dolor y gloria. Próxima estación en este viaje inesperado: Nápoles.
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