El Madison Square Garden, ese templo del baloncesto donde la historia suele repetirse, fue testigo de una noche que desafió cualquier manual de lógica deportiva. Los Knicks, con la serie de final de conferencia en casa, tenían la victoria en el bolsillo: 17 puntos de ventaja en el último cuarto, nueve arriba a falta de un minuto. Pero los Indiana Pacers, expertos en el arte de la resurrección, decidieron que la estadística (0-970 para equipos con desventajas de 14+ puntos en los últimos 2:50 de playoffs) era solo un número más que romper.
Un final para el delirio
El guion parecía escrito para el héroe local. Jalen Brunson, con 43 puntos, y Karl-Anthony Towns, con 35 y 12 rebotes, dominaban la escena. Pero la NBA, como la vida, es caprichosa. Tyrese Haliburton, con la frialdad de un cirujano y el descaro de un villano de Broadway, forzó la prórroga con un tiro que rozó la épica y la línea de tres (literalmente: su pie estaba sobre la línea, así que fue doble). El Garden recordó de golpe a Reggie Miller y su legendario “choke” de los 90, y Haliburton no dudó en imitar el gesto, reavivando la rivalidad más teatral de la Conferencia Este.
Nesmith y la artillería inesperada
Si Haliburton fue el director, Aaron Nesmith fue el francotirador: 30 puntos, 8 de 9 en triples, 20 puntos solo en el último cuarto, seis triples en ese tramo. Un secundario convertido en protagonista cuando el telón ardía. En la prórroga, Andrew Nembhard puso la guinda con la canasta decisiva a falta de 26 segundos.
El Madison, entre el déjà vu y la pesadilla
La grada, que ya celebraba el 1-0, asistió atónita a la última función de los Pacers, un equipo que ya había remontado de forma similar a Bucks y Cavaliers en estas mismas eliminatorias. Para los Knicks, la derrota no es solo cuestión de perder: es hacerlo ante un rival que parece indestructible, que juega con el aura de los grandes villanos, y que cada vez que pisa el Garden se crece como si el tiempo no hubiera pasado desde los duelos de los 90.
La serie apenas comienza, pero el golpe psicológico es de los que dejan huella. Los Pacers se llevan el primer asalto, la rivalidad está más viva que nunca, y el Garden tendrá que aprender a convivir con sus fantasmas… al menos hasta el viernes.