Hace unos días se hizo célebre en redes sociales un vídeo publicado por la Federación en el que Luis Enrique analizaba y debatía con todo su cuerpo técnico en la sala de un hotel durante la disputa de la Supercopa en Arabia Saudí. El momento culmen del clip, muy interesante y sano, es cuando el seleccionador hace hincapié en lo que significa ser un equipo. “Mikel Oyarzabal, jugando de nueve, va al portero rival a presionar como un burro y se mete 40 metros de sprint porque sabe que la línea defensiva va a llegar a la línea del medio campo, y sabe que el pivote y los interiores van a ir a presionar a sus pivotes, y sabe que el portero va a estar fuera de su área haciéndonos la cobertura. Eso es un equipo”, decía enfático el asturiano.
Y este Betis de Manuel Pellegrini, con sus particularidades y con la cola de contacto que supone el trabajo diario en los entrenamientos, también se ajusta canónicamente a la definición de equipo. Con todas las letras. En mayúscula y negrita. Un conjunto capaz de sostener un ritmo de puntuación de Champions League, que aún así sigue creciendo en lo competitivo de manera paulatina, que está logrando llevar a la mayoría de sus piezas a su mejor versión posible al unísono, que es extremadamente equilibrado en lo táctico sin perder nunca de vista su esencia asociativa y dominante desde la pelota, y que ha aprendido a integrar perfectamente la creatividad de sus dos mejores talentos desde la libertad que necesitan en una estructura delicada y dinámica con balón pero disciplinada y solidísima sin él.
Los destellos de puro talento con los que el Betis está brillando y con los que está dotando a su estatus de equipo en plena forma de un encanto estético especial, ese que lo convierte en suma en uno de los equipos más atractivos de ver ahora mismo en Europa, son muchos y variados: el maravilloso pase de tacón de Canales para Borja Iglesias ante el Espanyol entre una maraña de piernas, la sutil vaselina de Juanmi frente al Alavés, el icónico y para la posteridad córner directo a gol de Fekir previo a que se desatara el caos en el derbi copero —nunca el genio y la imbecilidad estuvieron tan cerca—, o el giro y definición con la zurda al palo largo en apenas una baldosa de William Carvalho en Valladolid son solo algunos recientes.
El crecimiento de este Betis de pleno presente pero que no deja de mirar al futuro con una prospectiva ascendente y ambiciosa se ve de manera nítida, por ejemplo, en el hecho de que cuando Fekir llegó a Sevilla parecía un fichaje alucinante, asombroso, un golpe a la banca. Un tipo cuyo caché individual estaba muy por encima del nivel colectivo y que había llegado allí por una serie de circunstancias excepcionales o anómalas. Ahora, en cambio, el campeón del mundo está totalmente adaptado, muy bien rodeado, cómodo para expresar su juego en el campo y convencido del proyecto deportivo, tal y como muestra su sintomática renovación.
Una de las dos últimas mejoras del ‘Ingeniero’ para perfeccionar el funcionamiento colectivo de su equipo en fase ofensiva es precisamente la sublimación de la coexistencia de Canales y Fekir. Mucho más fluida, más íntima, más rica y más cómplice con el cántabro partiendo sobre el papel desde el extremo derecho a pie cambiado en lugar de hacerlo desde el otro perfil, ya fuese desde la banda o desde el doble pivote. Así, dándoles un margen de maniobra amplio, acumulando un gran volumen de pases entre ellos, reduciendo su distancia en el campo, juntándolos en las mismas zonas y permitiendo que ambos pueden enfocar su pie bueno a portería, el Betis ha ganado en imprevisibilidad a la hora de crear ocasiones y de finalizarlas.
La segunda mejora también tiene que ver con esa decisión de estrechar la relación de sus dos mejores hombres. El ‘tuya-mía’ de Fekir y Canales en tres cuartos hace que el Betis se asiente más en esas alturas del terreno de juego, por lo que ha aumentado el tiempo que pasa atacando en estático, ha debido acelerar su ritmo de circulación en corto para atacar bloques más bajos y poblados sin perder capacidad de sorpresa y ha tenido que encontrar en la buena presión coral tras pérdida y en el achique defensivo hasta la divisoria un mecanismo eficaz para no sufrir en transición. Algo en lo que es muy fácil caer y que el Betis está sabiendo evitar.
De hecho, en los tres últimos encuentros ante el Sevilla en la Copa del Rey, especialmente visible y marcado el nuevo matiz durante la primera mitad, y frente al Alavés y el Espanyol en Liga, los verdiblancos se han ido hasta un 59% de posesión, cuando la media liguera no alcanza el 53%. Además, también se han incrementado su promedio de pases completados en 60 por encuentro en estos tres partidos, así como su número de duelos aéreos en casi dos más por juego, un aspecto fundamental para cortar los intentos rivales de hacer daño en largo a la espalda de la línea defensiva tras recuperar. Dos datos que explican desde lo estadístico esta versión más asociativa y con el equipo más alto, más corto y agresivo cuando llega la pérdida.
El Betis es el segundo equipo más goleador de La Liga y también el que más remata en términos absolutos y entre palos tras el Real Madrid. Y no solo eso, sino que si extendemos el análisis a una visión de conjunto, nos encontramos con que los verdiblancos funcionan como una maquinaria suiza en todas sus líneas y en todas las fases. Desde la complementariedad que tienen el ancla Guido Rodríguez y Carvalho para repartirse tareas y alturas, la capacidad correctora de los centrales lejos del área y las ayudas de los extremos en cada retorno, pasando por la aptitud de los laterales de ambos costados para llegar a campo rival por sorpresa aprovechando el cariz interior de los “extremos” y la aptitud de Juanmi para oler el peligro de gol activándose desde el costado, hasta llegar al importante papel del juego en largo desde el portero como recurso para mezclar el juego o a la actividad de desmarque de Borja para llevar a las zagas rivales hacia su portería y ensanchar el espacio entre líneas. Justo allí donde Canales y Fekir, mago y genio, más buenos son, más lucen y más partidos te ganan.
El Betis es un equipo que, como decía Luis Enrique de España, viaja y regresa junto, absolutamente compenetrado. Un equipo que divide la posesión conscientemente, que no tiene problemas en pasar de un 4-2-3-1 con balón muy fluido a un 4-4-2 muy ordenado sin él cuando le toca defender más atrás. Un equipo que mezcla las fases del juego en función de lo que le interesa en cada momento del partido, en función del rival y en función del marcador de una manera totalmente eficiente. Un equipo que transmite unas vibraciones asociativas muy especiales cuando toca en corto, pero con calidad diferencial también atacando espacios amplios. Con rigor y compromiso para mantener siempre el equilibrio y con el bloque siempre al servicio de su determinante talento. Con uno no pierde los partidos, con el otro los gana.
Una aleación que Pellegrini, todo un maestro a la hora de crear este tipo de estructuras duales, conoce a la perfección. La aleación que le da la forma y la esencia a su equipo, la que le permite frotar la lámpara en el tercio final y ser un bloque robusto en el primero, la que hace que esa palabra, equipo, sea la más adecuada para definir a sus creaciones, para definir a este Betis, la última de ellas. Un Betis tan ilusionante como competitivo, tan exquisito como firme. Tan complejo, pulido, estético y ganador. Tan comprometido en lo que hace y en cómo lo hace. Tan Pellegrini. Un equipo en el sentido más amplio de la palabra. Un señor equipo.
Imagen de cabecera: @realbetis
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