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Ciclismo

Un corredor de bolsa en el pelotón

¿Alguna vez has pensado en dejar tu trabajo y convertirte,
de la noche a la mañana, en ese deportista exitoso de élite que siempre soñaste
ser? Pues más o menos, esa es la historia de Alexandar Richardson, quien en
2015 decidió abandonar su trabajo y dedicar los siguientes 12 meses en cuerpo y
alma a conseguir un contrato como ciclista profesional. La empresa, además, es
mucho más compleja si ponemos en perspectiva que Alexandar jamás había montado
en bicicleta antes. Experiencia cero sobre las dos ruedas.

Era 2015, Alex tenía 25 años y disfrutaba de una vida
acomodada, esa que le había dado su trabajo como corredor de bolsa desde los
18. Tenía una cartera de clientes enorme y una mujer y dos niños a los que
cuidar. Con una cuenta corriente pudiente y sin tiempo para nada que no fuera
trabajar, un buen día en el mes de mayo se compró una bicicleta para intentar
buscar un hobby que le sacara del estrés acumulado cada jornada. “El primer
día, rodé tres o cuatro horas y fue woah,
esto es maravilloso, me dije”. Al día siguiente, puso el despertador a las 3.30
de la mañana y se puso a pedalear tres horas antes de que su reloj volviera a
sonar para ir a trabajar. Unas semanas después, un amigo le convenció para competir
en una pequeña carrera local. Quedó segundo. Ya le había picado el gusanillo,
quería ser ciclista profesional.

A los pocos meses tomó la decisión. Le encantaba el ciclismo
e iba a estar los siguientes 12 meses preparándose con el único objetivo de lograr
un contrato profesional. Fue en octubre justo cuando nació su segundo hijo. Esa
baja de dos semanas por paternidad, donde solo se separaba de él para entrenar,
le demostró que había vida más allá de los despachos y él quería vivirla. Nadie
le dio muchas opciones, se trataba quizás de una pequeña licencia que se puede
tomar alguien con una situación económica como la suya. Ni siquiera su mujer,
quien se enfadó con él por el futuro que eso le podía dar a ella y a sus hijos,
incluso le insistió en que madurara. Los más optimistas pensaron que solo sería
un año sabático de excedencia donde derrochar por todos lados para luego volver
a su trabajo de siempre a seguir haciendo fortuna.

Pero el británico demostró que sí era posible. Es obvio que
posee unas cualidades físicas innatas, que pese a no haber realizado nunca
bicicleta, detrás debe haber una preparación muy buena en cualquier otro
deporte para tener una gran base de resistencia que le ha ayudado en su
objetivo. En su caso concreto, Alex había sido un muy buen jugador de tenis
local en su infancia, muy disciplinado, serio y trabajador, así que puso todo
eso en su ímpetu por ser ciclista. Tiró de chequera y, obviamente asesorado por
auténticos expertos, comenzó su aventura. Adquirió dos bicicletas de primera
fila, cada una valoradas en algo más de 10.000 euros, cambió su dieta para
perder peso y se compró los mejores complementos (rodillos y programas para
trabajar en casa) y una cámara hiperbárica que instaló en su habitación, al
lado de la cama donde duerme su mujer, para mejorar su capacidad pulmonar y su
nivel de hematocrito como si entrenara a 2.000 metros de altura.

Y así comenzó su aventura. Entrenaba entre 25 y 30 horas
semanales, alternando ciclismo en ruta con rodillo dentro de un espacio que se
habilitó en su propia casa donde tenía también una pantalla gigante de
televisión y unas pequeñas máquinas de gimnasio que utilizaba tras hora y media
de descanso. En los días libres de recuperación, además, también se obligaba a
hacer un par de horas suaves de ciclismo. Alex se pasó todo el año entrenando
con el Pedal Heaven Excel Academy, equipo de categoría Continental (la tercera
división del ciclismo profesional) y realizando carreras esporádicas,
alternando en algunas con el equipo que le había dejado unirse a su plantilla
con otras como ciclista independiente. En su primera carrera, quedó séptimo. En
las 10 siguientes, quedó en todas en el Top5, salvo una retirada, sin ganar
tampoco ninguna. Se trataba siempre de carreras de un día.

Antes incluso de los 12 meses después de haber empezado a
entrenar, en agosto de 2016, Alex consiguió su objetivo, un contrato
profesional. Terminó la temporada 2016 con el mismo equipo y para 2017 tenía
apalabrado su futuro, cobrando por montar en bici. No importaba que se hubiera
iniciado de manera tardía. Tampoco que su DNI dijera que estaba a punto de
cumplir los 27. Firmó por el Bike Channel Canyon, que se acababa de fundar ese
mismo año. La exigencia se volvió mayor, conoció de primera mano las carreras
por etapas, pero también llegaron los podios y la primera victoria.

Fue a las pocas semanas de competición, en su propio país,
imponiéndose en la Full Gas VeloPark Crits. Una carrera de poco nivel pero que
supuso casi el inicio de una temporada en la que el británico compartió pelotón
en algunas carreras con los grandes y se disputó carreras con ilustres como
Lutsenko, Di Gregorio o Fuglsang. En 2018, con una victoria ya como profesional
en el zurrón, volvió a replantearse su futuro. Firmó con el One Pro Cycling,
que una temporada anterior había sido equipo de Pro Continental (segunda
división), lo que suponía dar un salto adelante, con tan mala fortuna que nada
más empezar la temporada el equipo se deshizo por las deudas acumuladas y la
falta de patrocinadores.

Alex se quedó solo, vagando sin sponsor, sin contrato y sin
equipo. Y decidió que, para correr carreras de un día, podía hacerlo de manera
independiente y luego venderse al mejor postor, únicamente corriendo todo de
negro y bajo la bandera de Reino Unido. Había conseguido lo más difícil, que
los equipos supieran que existía, así que solo era cuestión de hacerlo bien y
esperar. Así, en solitario, llegó su victoria más importante, en el Lincoln
International GP, al lado de su casa. Fue el 13 de mayo del año pasado. Dice que
es la más importante de su palmarés y una que no cambiaría por nada.

Quienes han competido contra él destacan su capacidad de
adaptación a todas las situaciones, su hambre de victoria y su pundonor a la
hora de atacar. No tiene miramientos. Alex es un rodador absoluto. Suele atacar
y buscar las fugas, más bien cerca de meta que lejos, y le encantan las etapas
de media montaña. Es un solitario, de esos que ponen en jaque de vez en cuando
a todo un pelotón y un compañero de fuga al que mirar siempre de reojo.

En 2018 le llegaron seis victorias, suficientes para
recuperar el caché que había perdido y para que en 2019 le volviera a firmar el
Canyon donde había estado en 2017, y donde es una de las figuras del equipo. Se
trata de un club de segunda fila, sí, pero ha logrado su objetivo. Alguien que
jamás había pedaleado hasta la edad de 25 años, logró ser profesional en apenas
12 meses y, tres años después, ya es uno a tener en cuenta en el pelotón,
siempre teniendo en cuenta el nivel de su equipo y el suyo propio. No sale en
la televisión, porque no es ciclista de grandes citas, pero sí comparte ya
nómina con los gigantes.

En lo que va de año ha corrido siete carreras. Ha ganado tres
y se ha retirado en cuatro. Es decir, ha ganado todas las que ha terminado. Ya
ha disputado etapas con ciclistas de la talla de Kittel, Greipel, Degenkolb,
Wellens, Mollema, Brambilla, Barguil o el campeón del mundo Valverde, aunque no
haya sido protagonista en ellas. ¿Podrá firmar alguna vez con algún equipo UCI
Pro Tour? ¿Dónde está el techo de Alex Richardson? En unos años lo sabremos,
pero parece lejos de volver al traje, el maletín y los despachos. 

Imagen de cabecera: Twitter Alexandar Richardson 

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