El crecimiento del fútbol femenino en España es imparable desde hace años, y una de las principales razones tiene que ver con la firme apuesta de los grandes clubes de LaLiga. A clásicos como Athletic, Barcelona, Atlético, Levante, Rayo o Espanyol se han unido de forma progresiva Valencia, Sevilla, Betis, Éibar, Deportivo o Real Madrid, este último causando un gran impacto en el torneo español gracias a su inclusión por la vía rápida, absorbiendo al CD Tacón y firmando futbolistas de primer nivel para luchar por objetivos altos desde el principio.
En Villarreal, por el contrario, pusieron todos sus esfuerzos en un modelo a largo plazo que hoy ha dado sus frutos. La sección femenina amarilla existe desde el año 2000, alternando durante mucho tiempo la liga regional con la Segunda División y siempre lejos de optar a un ascenso. Tras la temporada 17-18, en la que las groguets acabaron octavas en el grupo VII, Fernando Roig decidió dar un impulso al equipo.
La primera gran decisión fue la contratación de Sara Monforte como nueva entrenadora. Una apuesta peculiar pero representativa: Sara no contaba con experiencia en los banquillos pero tenía (y tiene) la vocación en la sangre (llegó a decir en su presentación que soñaba más con entrenar que con jugar) y su fichaje impactó desde el principio por su espectacular bagaje como jugadora. Casi 20 años de carrera a sus espaldas, diez títulos (dos Ligas y ocho Copas) e internacional con la selección española. Cuando colgó las botas tras el descenso del Zaragoza CFF no desaprovechó la oportunidad que le brindaba el Submarino. Volvió a su tierra para emprender un viaje enriquecedor tanto para el club como para ella misma.
“A mí lo que me dijeron cuando me ficharon fue que querían que creciéramos juntos. Y así está siendo, estamos evolucionando tanto el Villarreal femenino como yo. Estoy muy contenta aquí porque este club valora mucho a la gente que tiene dentro”, nos contaba Monforte en una entrevista antes del inicio del curso. La evolución del conjunto amarillo ha sido exponencial en los últimos tres años, y gran parte de culpa la tiene la técnica castellonense, que cambió la forma de trabajar, empezando por entrenar por las mañanas, y formó un grupo cohesionado y comprometido, que cuenta en su mayoría con jóvenes jugadoras que se han hecho mayores de su mano. La llegada de futbolistas con experiencia en Primera (Sheila Guijarro, Elena de Toro o Sara Medina) y el bombazo del fichaje de Salma Paralluelo (una de las grandes promesas del fútbol femenino español) elevaron la competitividad de la plantilla, y con ello sus objetivos.
En tres temporadas pasó el Submarino de vagar por la zona media-baja de la tabla a ser un serio aspirante a lograr el ascenso a la Primera Iberdrola. En su primera campaña rozó la clasificación para el play-off de ascenso y aseguró su presencia en la nueva categoría creada por la RFEF, la Primera B. En la siguiente el Villarreal marchaba cuarto cuando llegó la pandemia y se suspendió definitivamente el fútbol femenino español (ascendió directamente el Santa Teresa). Pero en la 20-21 la ambición aumentó en un equipo consciente de su capacidad. El club hizo hasta nueve incorporaciones y solo lamentó una salida de peso: la de Aixa Salvador rumbo al Betis. Llegaron Sara Martínez, Mariela Coronel, Oli Oprea, María Cienfuegos (petición expresa de la míster) y talentos sudamericanos como Yenifer Giménez o Kristal Rubí. Fichajes que no se hicieron al azar y que en todo momento tuvieron que pasar el filtro de Monforte. “Yo solo acepto fichar una jugadora si veo partidos enteros. Nunca vídeos de cuatro o cinco cortes. De las tres jugadoras que hemos fichado de fuera he visto partidos enteros, y vimos que el perfil se ajustaba a lo que queríamos”, aseguraba entonces.
Para lograr el ascenso la premisa era clara. “Hacerlo todo perfecto”. Quedar entre los cuatro primeros en su grupo y disputar la segunda fase por el ascenso, donde debía quedar en primera posición. El Submarino accedió como líder y 11 puntos de ventaja respecto al Fundación Albacete para después mantenerse invicto (no pierde desde noviembre) y conseguir el ascenso con tres jornadas de antelación. Sus números son escandalosos: 16 victorias, cuatro empates y una sola derrota. 51 goles a favor y solo 13 en contra. La solidez defensiva destacó más si cabe en la segunda fase, donde las amarillas dejaron su portería a cero en cuatro de los cinco partidos disputados. En ataque, destacó por encima de todas una Salma Paralluelo que anotó 15 tantos y se consagró como la máxima goleadora de la categoría antes de su rotura de ligamento cruzado.
Que el Villarreal figure entre los 16 equipos de la Primera Iberdrola la próxima temporada (profesional al fin) es una buenísima noticia para el fútbol femenino español. Un club que trabaja su cantera, que no da un paso en falso, que cuida cada detalle y que cuenta con las arcas más que saneadas. Y sobre todo, que es una verdadera familia. “Si a mí me preguntas cual es el sueño de mi vida deportiva, yo te digo: subir a Primera División con el Villarreal. Porque son como mis hijas”. Ese sueño es una realidad, Sara. A disfrutar del viaje.
Imagen de cabecera: Villarreal CF Femenino (@CVFFemenino)
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Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).
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