Primoz Roglic desató la tormenta perfecta en San Marino. Su dominio en este Giro es tal que parece incluso controlar los elementos: nadie pudo guarecerse del tremendo aguacero que cayó en los 34 kilómetros -los 10 últimos en subida- de contrarreloj decisiva de la carrera ni del absoluto poder del esloveno.
El primer rayo le cayó a Victor Campenaerts. Aunque al mejor contrarrelojista puro del mundo le respetó la lluvia, la desgracia le cayó en forma de fallo mecánico en la cadena de su bicicleta en pleno ascenso final hacia el risco donde se erige San Marino. La nueva bicicleta tenía preparado el plato grande, el belga se enganchó y, pese a marcar un gran tiempo, perdió unos segundos que probablemente le costaron el triunfo.
Los siguientes relámpagos fueron para el resto de favoritos para la general: Mikel Landa demostró de nuevo que las piernas le siguen sin funcionar en solitario, ni siquiera en terreno favorable; Miguel Ángel López unió a sus dificultades contra el crono un problema mecánico en el llano que le terminó lastrando al final; y a Simon Yates la centella le golpeó en el ascenso, donde perdió dos minutos en apenas 10 kilómetros tras mantener unos tiempos decentes en el llano. Apenas Vincenzo Nibali y Bauke Mollema -y un genial Pello Bilbao- supieron esquivar las inclemencias para realizar una buena actuación.
Mientras todos se retorcían sobre la bicicleta a la sombra de las tres torres símbolo de San Marino, que aparecían amenazadoras entre las tinieblas, Primoz Roglic no se inmutaba ante las circunstancias. Posición perfecta, mirada fija, pedaleo ágil sobre el agua, trueno, victoria. Ahora contará con casi dos minutos de ventaja sobre Bilbao, Nibali y Mollema, casi cuatro minutos sobre Yates, casi cinco minutos sobre López y Landa en la general para afrontar los 10 días alpinos. Serán sus rivales quienes tendrán que desatar otra tormenta para asustar a un equipo limitado y poner en peligro su liderazgo.
Epílogo para Valerio Conti: el primer romano que viste el rosa en el Giro supo sufrir ante la inclemencia del tiempo -y de Roglic- y gestionó a la perfección la contrarreloj para conseguir su objetivo: llegar como líder a los Alpes.
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