El Tour de Francia sigue el camino de la actual Vuelta a España o del Giro de Italia de hace unos años y apuesta en su edición de 2015 por desequilibrar el recorrido. Habrá nueve finales en alto, seis de ellos en alta montaña, récord de la carrera, y menos de 14 kilómetros de contrarreloj individual, que además se disputarán el primer día. También será un Tour ‘partido’ geográficamente, con dos sectores claramente diferenciados: el primero, orientado al noroeste (Países Bajos, Bélgica, norte de Francia y Bretaña) que recuerda a las clásicas de primavera; y el segundo, hacia el sureste, con la alta montaña, Pirineos y Alpes.
Grand Départ el 4 de julio, en los Países Bajos, por sexta vez en la historia -la última en 2010 en la ciudad portuaria de Rotterdam-. Esta vez será Utrecht quien reciba a los ciclistas con una contrarreloj individual de 13,7 kilómetros, que a la postre será la única de la carrera. Al día siguiente, jornada llana con final en Neltje Jans, en una de las islas de la región de Zelanda, y posteriormente salto a Bélgica con la primera llegada en alto: salida desde Amberes y meta en el Muro de Huy, un kilómetro con rampas máximas rondando el 20% y final de una de las clásicas de las Árdenas, la Flecha Valona.
El retorno a Francia tendrá como protagonista, al igual que el año pasado, al pavés. Tras el éxito de 2014, que dejó uno de los mejores días de ciclismo de la temporada, habrá siete tramos adoquinados en la parte final de una etapa de 221 kilómetros con meta en Cambrai. Sucesivamente, tres jornadas llanas para trasladarse a la región de Bretaña, con finales en Amiens, Le Havre y Fougères. Entonces llegará otro final en alto, otro muro, el Mur de Bretágne -donde ganó Cadel Evans en 2011, único precedente- y para finalizar este primer sector de Tour, la novena etapa será una contrarreloj por equipos de 28 kilómetros entre Vannes y Plumelec.
Allí donde inició el Tour 2008, con triunfo de Valverde, tendrá lugar un día atípico. Por norma de la UCI, la contrarreloj por equipos solo puede disputarse en el primer tercio de carrera, algo que no se cumple en el próximo Tour. Existirá, por tanto, el riesgo -y más tras una nerviosa etapa en el adoquín- de que algún equipo puede llegar con menos ciclistas a esa cita, mermando consecuentemente las posibilidades del combinado en la etapa y, por supuesto, de su líder en la general.
Tras el traslado al sur y el habitual día de descanso en Pau, inician inmediatamente los Pirineos. El primer día, etapa ‘monopuerto’ en la Pierre de Saint-Martin, una ascensión en la frontera con España, unos 26 kilómetros cuesta arriba con una pendiente media del 6%; el segundo, encadenado con el Aspin y el Tourmalet por la vertiente de La Mongie y final tendido en la estación de esquí de Cauterets -última llegada en 1995, con triunfo de Virenque-; y el tercero, final en un clásico, Plateau de Beille (16km al 8%), previo paso por Aspet, La Core y Lers.
Tres jornadas de transición hacia los Alpes, atravesando el Macizo Central. Paso por Rodez, luego ascenso a Mende -otro final en alto, último precedente en 2010 con triunfo de Joaquím Rodríguez-; y posteriormente otra etapa con final en Valence. El sector alpino se abre con otra etapa clásica, antes de la alta montaña, con la habitual llegada a Gap, tras superar el Col de la Manse y su peligroso descenso.
Una de historia: en 1975, Eddy Merckx era derrotado en Pra-Loup, cuando luchaba por conseguir el sexto Tour, ante Bernard Thévenet. Fue la gran caída de ‘el Caníbal’, tras años de dictadura en el ciclismo. Cuarenta años se repite este final en la estación de esquí alpina, tras ascender, como entonces, el Col d’Allos. Al día siguiente, etapa con final en el valle de Saint Jean de Maurienne, tras ascender el Glandon, de donde no saldrá la carrera en estas jornadas alpinas.
Al día siguiente, dos jornadas que por entidad de los puertos, deberían ser las reinas de este Tour de Francia, pero no así por su kilometraje: solo 138 y 110 kilómetros respectivamente, más propios de carreras junior. La antepenúltima, final en La Toussuire (18km al 6%), tras superar la Croix de Fer y el Mollard -como en 2012, con triunfo de Rolland; y la penúltima, con Telegràphe, Galibier y Alpe D’Huez, al igual que se hizo en 2011, también con triunfo de Rolland tras el ataque inicial de Contador. Fin de fiesta en alta montaña, un sistema que, como se ha visto en otras ediciones de Tour, Giro y Vuelta, nunca ha provocado grandes cambios en la general.
Nuevo traslado para realizar el paseo triunfal en París y cerrar un Tour de Francia que se presenta como un intento de potenciar a los escaladores en detrimento de los especialistas y rodadores, además de buscar una mayor igualdad y pocas diferencias en la clasificación de cara a las etapas finales en Alpes. Ciclistas como Contador, Quintana o las esperanzas francesas Pinot y Bardet sonríen ante este recorrido, mientras otros como Chris Froome ya han expresado sus dudas sobre su participación. Habrá emoción hasta el final, pero ¿a cambio de restar espectáculo y lustre histórico a la carrera? La respuesta, el mes de julio.