Un día, charlando con Mauricio Pochettino sobre su manera de trabajar para el libro que estábamos escribiendo, me dijo algo que se me quedó grabado. Todos los vestuarios son iguales. El de tercera división y el de primera. Por un lado tienes al envidioso, por otro al presumido o al olvidadizo. A uno le debes tratar así, a otro asá, pasa en todas partes. Le conté que había empezado a colaborar de director deportivo de un club de la novena división inglesa y pasaron dos cosas que se han repetido en numerosas ocasiones desde entonces. Se le abrieron los ojos, y me preguntó cómo iba, cuántos días entrenaban los equipos, con qué instalaciones contábamos, qué compromiso tenían los jugadores. De repente cambió la conversación. Y, segundo, se ofreció para lo que necesitara. Me hizo sentir como uno de ellos, en lugar de permanecer al otro lado de la pregunta. Y no lo olvidé.
En una charla con Alex Ferguson para la biografía de Guardiola me dijo que, ahora que me metía a decidir quién entrenaría al equipo y qué perfil de jugador necesitaba, debía tener en cuenta una cosa: cualquier equipo, de cualquier división necesita principalmente un portero y un goleador. Y yo, orgulloso de haberme sacado el curso de entrenador UEFA B, pensé, ‘bah, y hay que saber sacar el balón de atrás, y controlar los partidos, y defender bien y confundir al rival. Se necesita mucho más que eso, sir Alex’. No se lo dije, claro. Seis años después, aquí estoy, ahora de presidente que sigue eligiendo entrenadores y manera de jugar, Y deseando haber aplicado aquello que me enseñó Ferguson mucho antes. Desde que encontramos un buen portero y un buen delantero en el primer equipo de chicos y también en el de chicas, nos va mucho mejor (llevamos disputando las ligas los dos últimos años). La esencia del juego es también la misma allá donde se juegue.
Desde el curso de entrenadores a la dirección deportiva, y también tras el paso final a la presidencia, las lecciones de fútbol han sido constantes, y me sirven para hacer mi trabajo de periodista o escritor. Ahora tengo muy claro que cada decisión cuenta, porque por un lado puede reforzar o debilitar el camino por el que circula el club, pero también porque afecta a un grupo más o menos numeroso de personas. Entre jugadores, entrenadores y voluntarios, somos unas 250 en el Biggleswade United. Cada uno tiene su percepción de lo que se hace (por eso hay que ser contundente en el mensaje), cada uno aporta su grano de compromiso (por eso hay que ser agradecido) y cada uno entiende el fútbol a su manera (pero desde el club hay que insistir en la bases que nos hacen diferentes, desde el estilo de juego al comportamiento en el banquillo).
Otra gran descubrimiento es que la gente de fútbol, la que siente este deporte muy dentro, la que se siente privilegiada de verdad, siempre tiene un ratito para un club como el nuestro. Pako Ayestarán dio una charla antes de un partido, Asmir Begovic estuvo en una entrega de premios, Michael Laudrup o Pep Guardiola enviaron videos de ánimos antes de una final, Tony Duggan alentó a nuestras chicas a seguir creciendo.
Me pasó lo mismo hablando con la mayoría de los casi doscientos futbolistas o entrenadores cuya foto decora nuestro Salón de la Fama, tres muros de la sede del club con fotos mostrando la camiseta del Biggleswade United (sí, la llevo a todas partes, https://biggleswadeutd.com/gallery.aspx?id=7899), de Michael Laudrup a Messi, de Guardiola a Maradona, de Buffon, Harry Kane o Xavi, a Morata e Iniesta o David Villa. Javier Mascherano, al ver que me acercaba con la camiseta, gritó un ‘ah, el Biggleswade United. ¿Cómo os va, viejo?’
Desde el principio, me costó un máximo de cinco segundos echarles la foto (“es un club amateur, tenemos dos equipos, nuestro principal sponsor es el fontanero del pueblo…”). Incluso ahora que tenemos doce equipos de todas las edades y que Top Eleven se ha convertido en el mayor mecenas del club (desde hace cinco años cubre un cuarto del presupuesto del club), la respuesta es la misma.
Cómo sé que cuando Pochettino ofrece algo lo hace con sinceridad, le pregunté un día si nuestros entrenadores podían ir a verle. Tanto Mauricio como su cuerpo técnico nos dieron ocho horas de su tiempo, pasaron el día en la ciudad deportiva del Tottenham, comieron juntos, les hicieron varias presentaciones sobre asuntos específicos, y el propio Pochettino pasó una hora respondiendo a nuestras preguntas. El Brentford, el Birmingham City, el Middlesbrough, todos ellos también nos abrieron las puertas para compartir lo que hacen.
Así, cuando vamos a nuestros entrenamientos, abrigados para protegernos del frío y con el campo embarrado, lo hacemos con la sensación de que no estamos solos, de que sí contamos.
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