Tenía 52 años y todavía mucha vida por delante junto a su familia en la tranquilidad de Miami. Ni siquiera en los momentos anteriores a cerrar los ojos para siempre pudo dejar la espada, su gran compañera a lo largo de una carrera plagada de éxitos.
El pasado martes falleció Taymi Chappé, considerada la mejor esgrimista de la historia de nuestro país. Hija de Pedro Chappé, una de las estrellas de la generación histórica de baloncesto cubana que se alzó con el bronce olímpico en Múnich 1972, Taymi logró su mayor éxito con apenas 22 años, en 1990, al alzarse con el oro en el Campeonato Mundial celebrado en Lyon. Por entonces todavía representaba a la bandera de Cuba, tierra que fue potencia mundial de este deporte gracias a un pionero como Ramón Fonst (cinco medallas olímpicas) a principios del siglo XX. Un atentado terrorista se llevó por delante la espectacular camada que se avistaba en los años setenta, cuando perdieron la vida 24 miembros del equipo juvenil tras conquistar todas las medallas de oro en el Campeonato Centroamericano y del Caribe.
A Barcelona 92’ acudieron tras 12 años sin participación en unos Juegos (por razones políticas) hasta 196 representantes cubanos, que sorprendieron con un espectacular quinto puesto, con hasta 14 medallas de oro, siete de ellas en boxeo. En total ganaron 31 metales, entre ellos una plata en florete por equipos y un bronce en florete individual (Elvis Gregory). Tras el gran éxito de la ceremonia, Taymi decidió, como muchos deportistas cubanos de primer nivel, quedarse en España. Obtuvo la nacionalidad por carta de naturaleza y se casó con un español del que más tarde se divorció.
Rápidamente se convirtió en el motor del equipo español. Su carisma, su carácter y su vitalidad (amén de su destreza) provocaron una revolución tal que hoy la Federación la recuerda así: “Dotada de una personalidad única, transmitió su fortaleza al equipo nacional convirtiéndolo en el mejor equipo femenino de la historia de nuestro deporte y uno de los mejores del mundo”. Con ella como líder, España ganó el oro por equipos en el Mundial de Atenas de 2004 junto a Rosa Castillejo, Carmen Ruiz y Cristina Vargas. Dos años después se alzaba con el número uno del mundo. Su espina clavada, los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, a los que llegó como gran favorita y por un “despiste” acabó eliminada en primera ronda. Se retiró no sin antes lograr una medalla más (esta vez bronce) un año después en el Mundial de Ciudad del Cabo.
Fue feliz en La Habana, más tarde en España, luego en Nápoles y finalmente en Miami, donde falleció a causa de un infarto mientras practicaba con unos amigos el deporte que siempre le apasionó. Sirva estas líneas como un tributo para una de esas leyendas para muchos desconocidas, pero que dejaron impronta tanto dentro como fuera de las pistas. Sonrisa inolvidable de una emigrante cubana que amó a España y España la amó a ella. Descanse en paz.
Imagen de cabecera: Real Federación Española de Esgrima
Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).