El CD Leganés es un club con una historia digna de escuchar en el que militan muchos jugadores con vidas que dan para novela de autosuperación, pero la de Szymanowski es, para mí, una de las que más adentro llega. Es la aventura de un chaval con una moral de acero que nunca se rindió, que luchó hasta contra su propia razón cuando esta le decía que con el fútbol no llegaría a ninguna parte. Es una oda a la pasión por un deporte, una muestra de un amor al mismo que está por encima de todo y que, por suerte, tiene recompensa. Se unen muchos elementos que hacen, de esta, una historia que merece ser contada y, además, termina bien.
Alexander Szymanowski nació el 13 de octubre de 1988 en Buenos Aires, Argentina, aunque su infancia se desarrolló en el barrio de Ituzaingó, que destaca por el bajo nivel económico de sus habitantes. En palabras de nuestro protagonista, Ituzaingó “era precario, con calles de tierra, tercermundista”; aunque lo menciona como el lugar en el que fue un niño feliz. Llama la atención lo presente que tiene el fútbol desde siempre, hasta el punto de que uno de sus mejores recuerdos se basa en el hecho de que no pasaban coches por las calles, por lo que podían jugar con el balón sin peligro. En esa misma línea, reconoce que, aunque su familia perteneciese a la clase obrera del país y tuviese muchos problemas económicos, a él nunca le faltaron las botas de fútbol.
Con dos trabajos cada uno, sus padres se esforzaron al máximo para que Alexander y sus dos hermanas tuviesen la mejor infancia posible. No obstante, con el tiempo, empezaron a tener que colaborar en labores como ayudar a repartir pizzas en un negocio familiar. Con una vida así, solo hace falta una chispa para crear un incendio de rabia y frustración y, en este caso, el detonante fue un atraco a la pizzería en el que, además, su padre recibió un golpe con la culata de una pistola. Sin pensarlo dos veces, pusieron en venta la casa y cogieron un avión con dirección España. El agresor no lo sabía, pero su arma acababa de dar al CD Leganés un jugador que será un referente para muchas generaciones.
A la temprana edad de 12 años, Szymanowski se alejaba muchísimos kilómetros de todo lo que conocía en la vida, pero en aquel niño ya estaba germinando ese espíritu irreductible que solo sabe levantarse de los golpes. Reconoce que fue duro digerir un cambio tan radical, pero tras “diez minutos” de estancia en la localidad madrileña de Guadarrama, descubrieron que estaban “en el paraíso”.
Sin dejar nunca de lado el balompié, el argentino empezó a trabajar de cualquier cosa que le sirviese para aportar dinero en una familia que había cambiado de país pero no de situación económica. “Dejé el instituto con 16 años y a partir de ahí empecé a hacer de todo: encuestas para una empresa por Cuatro Caminos (barrio de Madrid), camarero, repartidor de alfombras en una tintorería, dependiente en Decathlon, socorrista sin título…”. Todo ese amor que sentía por el balón empezó a tornarse en frustración, al ver que la actividad que más le gustaba practicar perdía protagonismo en su vida, apartada por la urgencia de ayudar económicamente a los suyos. Es duro darse cuenta de que ese sueño tan recurrente de ser jugador profesional está al alcance de un grupo tremendamente reducido de privilegiados; mientras que el mundo real es muy diferente para la gran mayoría de los amantes del fútbol.
Su primera decepción llegó unos meses después de aterrizar en España. Tras decidir -junto con su familia- probar suerte en el Real Madrid, Szymanowski estuvo durante tres o cuatro meses en el club blanco, algo esperanzador por lo inusual del caso. “Lo normal es que los chicos entrenen dos o tres semanas y a mí me tuvieron tres o cuatro meses”. Sin embargo, la cosa no fue más allá, y el incansable Alexander optó por intentarlo en el otro club grande de la ciudad, el Atlético de Madrid. Su estancia como colchonero también fue fugaz –concretamente, formó parte de la entidad durante sus dos años de cadete-, y las opciones se iban agotando.
Tras recorrer una gran lista de equipos como Adarve, Rayo Majadahonda, San Sebastián de los Reyes, Antequera o Jumilla –entre otros-, en los que vivió situaciones muy duras, como estar cinco meses apartado por un entrenador “dictatorial” en San Sebastián; llegó uno de los saltos más importantes en su carrera. Estando en 2ª División B con el Alcalá de Henares, el jugador recibió una oferta del Rayo Vallecano para jugar en el filial con proyección hacia el primer equipo, pero la operación no salió adelante y apareció el Recreativo de Huelva para hacerse con los servicios del argentino. Como no podía ser de otra forma, los primeros momentos en su nuevo club fueron muy complicados, ya que por un problema burocrático estuvo a punto de tener que marcharse. “Pasé un momento delicado. No sabía dónde iba a acabar”. Por suerte, todo se resolvió y pudo vivir una temporada que cambiaría su vida.
A las órdenes de Sergi Barjuan, Szymanowski llegaba a la Segunda División de una de las mejores ligas del mundo, y no se arrugó ante la dimensión de lo que eso significaba. En su primera temporada se situó como segundo máximo goleador de la plantilla con diez dianas, en las que se incluye el doblete conseguido en la última jornada, que supuso la permanencia.
La velocidad y la zurda del ágil centrocampista aparecieron en el radar de muchos equipos en el verano de 2013, pero solo uno podía llevarse el premio, y el elegido fue el Brondby danés. Allí, además de coincidir con Durmisi y Hjulsager –hoy en Betis y Celta, respectivamente-, jugó durante dos temporadas, participando en 55 partidos y consiguiendo seis tantos. El club llegó a pagar medio millón de euros tras su primera campaña como cedido para hacerse con los servicios de un jugador que, escasos años antes, estaba buscándose la vida como podía para pagar las facturas que sobrepasaban a sus padres. Y apareció el Leganés.
Tras su segundo año en Dinamarca, llegó la llamada de un entrenador que acababa de ascender a Segunda División con un equipo muy humilde que llevaba diez años sin pisar la categoría de plata. Szymanowski reconoce que “tenía ofertas de otros lugares de Europa, incluso de España”, pero el proyecto del Leganés y Asier Garitano atrajeron su atención.
Paradójicamente, la historia se repetía: un viaje desde muy lejos con destino Madrid, pero esta vez las circunstancias eran radicalmente opuestas. El niño que huía con su familia de una vida precaria se había transformado en un talentoso futbolista que, tras años de lucha incombustible, estaba empezando a ver recompensado todo su esfuerzo.
Llegado a este punto, creo que no es necesario contar más, porque esta no es la historia de cómo Alexander Szymanowski se convirtió en el héroe de Butarque. Mis pretensiones son, simplemente, hacer conocer el difícil pasado de una de las estrellas que conforman la constelación futbolística que es nuestra Liga Santander. Porque el fútbol también es eso. Todos y cada uno de esos dorsales que idolatramos tienen detrás una vida y un camino que les ha llevado al privilegiado lugar que ocupan ahora; algunos han llegado por casualidad, unos pocos lo han tenido en bandeja y otros, como nuestro protagonista, han movido tierra y mar para conseguir lo que realmente deseaban.
Viéndolo con perspectiva, creo que esta historia no es solo la de un futbolista al que le cuesta mucho llegar a convertirse en un profesional de élite, es mucho más; puede extrapolarse a infinitas situaciones diferentes porque, en realidad, es una forma de tomarse la vida. Uno de los ejemplos más claros de la capacidad de Szymanowski para agarrarse con todas sus fuerzas al lado positivo de las cosas está en lo que le ocurrió en San Sebastián de los Reyes. Como ya se ha mencionado, un cambio de entrenador le tuvo durante cinco meses apartado del equipo. Para él, lejos de ser una especie de trauma, aquel sufrimiento fue una ventaja en su carrera. “Tengo que agradecerle que me hiciera pasar las de Caín, porque luego no me he encontrado nada peor que eso. Lo miro ahora y digo: menos mal que me pasó eso y no estuve en una burbuja”.
Pienso que ahí se resume todo lo que he querido decir con este texto. Este argentino vivió muchas cosas durante su infancia y adolescencia, y la mayoría malas; pero, después de todo eso, se ha convertido en un futbolista de élite, con un nivel económico muy alto y siendo el ídolo de mucha gente. Lejos de olvidar su pasado, lo ha utilizado para mantenerse firme en su filosofía de vida. Sigue recordando a su abuelo como una de las personas a las que más admira por su sacrificio a la hora de sacar a su familia adelante y considera “impagable” la posibilidad que le da el Leganés de “jugar en Primera de una forma cotidiana”.
Es, sin ninguna duda, una perspectiva diferente desde la que afrontar las diversas situaciones -tanto adversas como favorables- que se nos van planteando a lo largo de nuestras vidas, con el único objetivo de no perder nunca de vista las prioridades. Szymanowski se encuentra en una posición muy alta, desde la que es fácil dejar atrás el mundo real, pero sigue valorando las mismas cosas a las que se aferró en los momentos malos; en esos tiempos en los que todo parecía difícil, hasta que tocó fondo.
Y rebotó.
@DiegoDelGom | Periodista. Apasionado de eso que hay más allá de Real Madrid y FC Barcelona: el fútbol. Especialista en La Liga | Music lover.
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