En la vida hay binomios tan perfectos que encajan como si un ser supremo los hubiese diseñado a propósito para ir de la mano, como si el malvado de una película de dibujos animados se propusiese controlar en mundo a su antojo y jugar a ser dios para emparejar a los humanos a su gusto. O como si el propio ser humano se propusiese modificar genéticamente vegetales o animales para su propio beneficio. Qué distopía, verdad. Quién sería capaz de imaginar una atrocidad semejante. En fin.
Hay parejas diseñadas para no romper jamás, para durar hasta la eternidad. Como nuestra novia o novio del instituto, con quien enviábamos cartitas y mensajes de texto, cuyas iniciales escribimos con tiza en la pared de nuestro edificio para recordarlo siempre, pero al revés. Como Puyol y el Barcelona, Maldini y el Milán, Gerrard y el Liverpool, Kobe Bryant y Los Ángeles Lakers, Stephen Curry y los Warriors, pizza y partido en la tele, mantita y Netflix, resaca y kebap o un periodista escribiendo un artículo y decir tonterías.
En 2011, cuando Valentino Rossi firmó por Ducati todos pensábamos que el binomio era lo que ambos necesitaban. Un piloto ganador, probablemente el más mediático, para llenar el vacío que Casey Stoner dejó en la fábrica transalpina y cumplir, de una vez por todas, el sueño italiano. Ducati anhela un campeón del mundo de MotoGP italiano sobre moto italiana desde su llegada al mundial en el año 2003. Lo intentó con Loris Capirossi y no funcionó, entre otras cosas, por culpa de Valentino Rossi en Yamaha y cuando, al fin, el ‘Doctor’ abandonó a su gran amor para cumplir ese sueño parecía el final idílico de la película. Pero su corta etapa de rojo -tan solo dos años- fue, en cambio, la confirmación de que su amor verdadero estaba en Yamaha. Un erasmus donde primó salir de fiesta por delante de la estabilidad de su relación, y donde todo salió mal.
Con Valentino de vuelta en Yamaha en 2013 -su ex lo perdonó, pero ya nada volvió a ser como antes-, Ducati apostó por Andrea Dovizioso para hacer realidad su sueño. El ‘04’ llegó a MotoGP como campeón del mundo, cuajó buenas temporadas en Honda y tras una campaña en Yamaha apostó por un proyecto a largo plazo en Ducati para lograr el título. Y estuvo muy cerca, hasta en tres ocasiones fue subcampeón del mundo, y de no haber coexistido con la tiranía de Marc Márquez, probablemente lo hubiera conseguido.
El tiempo de Dovi terminó, y Ducati encontró su relevo como gran esperanza italiana para seguir en la persecución de ese sueño: Pecco Bagnaia. El ‘63’ ascendió a MotoGP en 2019 como campeón del mundo de Moto2, curiosamente, en el equipo de Valentino Rossi. Su año rookie fue de adaptación a la categoría y a la bestia indomable que es la Ducati, sufrió demasiadas caídas, pero fue de menos a más e incluso rozó el podio en Philipp Island a final de temporada. En 2020 confirmó que es capaz de ser muy rápido, subió al podio por primera vez y rodó con los de cabeza en la inmensa mayoría de los grandes premios, pero denotaba falta de fiabilidad y consistencia en momentos clave de las carreras donde, cuando se disputa la victoria, se iba al suelo.
Su potencial no pasó inadvertido para Ducati y decidió incorporarlo al equipo de fábrica de la marca transalpina junto a Jack Miller, decidiendo, de esta forma, no renovar a Andrea Dovizioso. Y en 2021, en un campeonato más abierto que nunca, ha demostrado que ha adquirido esa regularidad de la que carecía y que es firme candidato al título. Junto con la mejora en el desarrollo de la moto que ha experimentado Ducati, que ya se ha convertido en competitiva en cada circuito, Pecco ha sumado tres podios en sus primeras cuatro carreras y es uno de los más rápidos a una vuelta.
El sueño italiano. Esa pareja a la que Ducati lloró en dos ocasiones, primero con Valentino, el amor platónico que salió mal, después Dovizioso, con quien estuvo cerca de casarse para siempre; y que ha encontrado una nueva ilusión en 2021. Pecco y Ducati. Ducati y Pecco. En unos meses comprobaremos si son palabras que quedarán unidas para siempre o se esfumarán como la tiza de la pared donde escribimos el nombre de nuestra novia o novio de instituto con las primeras gotas de lluvia. En fin. La vida en pareja, y sueños por cumplir.
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